"Lo importante no son los años de vida sino la vida de los años".

"Que no os confundan políticos, banqueros, terroristas y homicidas; el bien es mayoría pero no se nota porque es silencioso.
Una bomba hace más ruido que una caricia, pero por cada bomba que destruye hay millones de caricias que alimentan la vida".

Al mejor padre del Mundo

Al mejor padre del Mundo
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jueves, 11 de abril de 2024

HONRADEZ SUICIDA

 


Hoy en día, para producir, necesitas obtener autorización de quienes no producen nada. El dinero fluye hacia quienes trafican, no con bienes, sino con favores. Muchos se hacen ricos por sobornos y por influencias, no por el trabajo. Las leyes no protegen a la sociedad contra los delincuentes sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos de las leyes y la corrupción es recompensada mientras la honradez se convierte en un autosacrificio suicida.

martes, 9 de abril de 2024

EL PERRO LOBO

 

Me contó un caso un anciano,

de una historia inhumana

que en la selva americana,

 le sucedió a un paisano.

Era un hachero baqueano

que entre los montes vivía

y un perro lobo tenía

pa aliviar su soledad;

era tan fiel su amistad,

que como hermano lo quería.


Le decían compañeros

que el perro lobo es traidor,

que es fiera y no siente amor,

y es de carácter ligero...

Pero se casó el hachero

con una mujer preciosa,

y la llevó hasta su choza

donde allí formó su hogar;

y el perro la entró a cuidar

como si fuera una diosa.


Un día le entró la duda,

por su hijo, de pocos meses;

cuando un lobo se enfurece

no hay quien se salve y se escuda.

Y con esa pena muda

hasta su rancho llegó,

cuando la mujer no salió

como él tenía acostumbrao:

viendo al perro ensangrentao

un pensamiento le ahogó.


Y pensando que a su niño

el perro le había matado,

lo insultó: -"¡Lobo malvado,

así pagás mi cariño!

No sabés que es un chiquillo,

todo mi amor y mi suerte;

¿Porqué tuve que quererte

y me matás la ilusión?

¡También con tu corazón

voy a cobrarme su muerte!"


Y el perro viendo quien era,

se quedó echado, tranquilo,

y él manotió de dos filos,

el hacha de la cumbrera.

Y se la hundió en la sesera,

llorando a su niño hermoso;

y no pensó tan furioso

que dormía el niño aquél;

y que cerca del catre de él

se encontraba muerto un oso.


La mujer volvió del río,

de recoger el lavado,

y vió al hombre arrodillado

que entre sollozos decía,

-"Perro, perdón, no sabía

que sangrabas por mi hijo";

y entre los dientes maldijo

quien a esa duda lo ató:

y así llorando enterró

al perro que salvó a su hijo.

lunes, 8 de abril de 2024

AGENDA 2030: EL FIN DEL MUNDO LIBRE

 


 

AGENDA 2030: EL FIN DEL MUNDO LIBRE

  La alianza “contra-natura” entre ultra izquierda y gran capital que supone la Agenda 2030, tiene una explicación, no sé si mezquina, pero sí de lo más decadente. Se trata del cambio en el paradigma político occidental que dividía entre izquierdas y derechas el mundo ideológico del siglo XX y del agotamiento del modelo civilizacional de Europa.

 
El cambio comenzó con la Revolución Cultural de los 60 y 70 del pasado siglo. Ya entonces la ideología hippie y la yuppie acabaron siendo las dos caras de la misma moneda. Como han sostenido los profesores Heath y Potter, nunca hubo un enfrentamiento entre la contracultura de la década de los 60 y la ideología del sistema capitalista, nunca se produjo una colisión entre los valores del marxismo cultural y los requisitos funcionales del sistema económico capitalista. Es más, la cultura se transformó en un nuevo objeto de consumo para masas al confundirse con el entretenimiento.


Pues  bien, lo mismo ha sucedido con el movimiento globalización postmarxista, que en realidad no es más que la otra cara de la misma moneda, por un lado, globalización capitalista, por otro, globalización socialista. Una moneda que, para entendernos, en realidad no es más que una forma de evolución del capitalismo en su interacción con el Estado. Nos encontramos ante la paradoja de una mayor regulación gubernamental a través de una profusa legislación fiscal, laboral y económica, incluso con rescates y participaciones públicas en empresas privadas, a la vez que las interferencias desde las grandes corporaciones para condicionar las políticas públicas son cada día más inevitables. Las puertas giratorias no sólo consisten en personajes que entran y salen de los consejos de administración de grandes empresas y los puestos políticos del Estado. Se está construyendo un nuevo compromiso entre corporaciones y gobiernos en el que ambas partes trabajan para unos intereses, que ya no son, ni los de los accionistas o ahorradores, ni los de los ciudadanos de a pie, sino los de las élites del nuevo orden mundial. En este caldo de cultivo no es de extrañar que estén cómodos tanto la ultra izquierda como el gran capital. El capitalismo necesita del concurso del Estado para salvarse de sí mismo y el postmarxismo ha encontrado su justificación tras la caída del Muro, jugando a transformar al capitalismo a través de ese mismo Estado. 


No, no es una locura que dos fórmulas aparentemente antagónicas e históricamente enfrentadas tengan un mismo denominador común y acaben compartiendo objetivos.  Ambos lados coinciden hoy en rechazar de manera general todas las instituciones y comunidades naturales, como la nación y la familia, o los referentes religiosos y las identidades históricas. Las naciones, los sexos, las razas, la familia tradicional, los dioses, no deberían existir. Nunca deberían haber existido, porque son los responsables del colonialismo, el racismo, la xenofobia, el patriarcado y la discriminación de cuanta minoría existe. Es decir, se impugnan los valores greco-romanos y cristianos que sirvieron para crear la civilización Occidental y que R.R. Reno ha denominado “dioses fuertes”. 


Para el capitalismo de este nuevo siglo XXI, sólo debe existir el individuo. Un individualismo que, en vez de poner el acento en la libertad, como hacía una buena parte del pensamiento liberal clásico, lo pone en el consumismo.  La realización del hombre consiste en satisfacer sus deseos consumistas, comprar productos, tener cosas, ser popular, darse caprichos, estar a la última… un hiperindividualismo que gira en torno al hedonismo y que no puede pararse, porque las economías del Estado de bienestar precisan que cada vez consumamos más. La lógica del capitalismo postmoderno se basa en un ciclo económico integrado en una sociedad de consumo, una sociedad tecnológica y una sociedad atomizada en el marco de un mercado global que, con la Agenda 2030, pasa a denominarse capitalismo inclusivo, sostenible, social y ecológico, pero que en realidad esconde una planificación económica diseñada desde las grandes corporaciones, que aspira a hacer evolucionar el capitalismo industrial y financiero hacía un capitalismo de Estado en el que lo público y lo privado está sometido al mismo centro de poder.


En el otro lado, en el lado socialista de la moneda, se pone el acento, no en la justicia social, sino en el igualitarismo. El postmarxismo ya no cree en la colectividad como unidad social, cree en la fragmentación de la sociedad en minorías identitarias y concibe la igualdad como un derecho a consumir.  El igualitarismo que se propugna desde la ultra izquierda consiste en lograr que todos tengan la misma oportunidad de comprar productos, de tener cosas, de darse caprichos, de estar a la última… y para ello es preciso redistribuir la riqueza entre todos los consumidores del mundo a través de rentas vitalicias, prestaciones públicas o inmigración masiva. La Asociación por la Tasación de las Transacciones financieras y por la Acción Ciudadana (ATTAC), la Plataforma contra los Fondos Buitres, el Movimiento de Resistencia Global (MRG), contra la globalización económica etc, integrados por activistas e intelectuales que venían del marxismo (José Bové, Noam Chomsky, Bernard Cassen, Ignacio Ramonet, José Saramago, Pablo Iglesias, Ernesto Laclau o el Subcomandante Marcos), al fin y a la postre tenían que reconocer que los trabajadores en Occidente ya no eran proletarios, eran miembros de una clase media que aspiraba, no a revoluciones comunistas, sino a vivir cada día mejor gracias a la propiedad privada acumulada con el sudor de su frente y sus ahorros, por lo que debían buscar nuevas banderas que agitar. Entre ellas encontraron, inicialmente, la causa contra la globalización neoliberal, pero, al igual que sucedió con el mayo francés y su contracultura anticapitalista, nunca pusieron en duda los fundamentos del fenómeno de la globalización y han acabado, con su igualitarismo consumista, reforzando una opción política-económica muy clara a favor de los sectores más concentrados del gran capital. 


A ambas corrientes de este nuevo capitalismo de Estado en ciernes les conviene liquidar los marcos comunitarios tradicionales para lograr ese hombre disuelto en la masa, contemplado, bien como individuo consumidor, productor y contribuyente, bien como ser humano sin arraigo integral, perteneciente tan sólo a una categoría racial, sexual, cultural, económica o estética. Un hombre sin sentido de transcendencia al verse privado de su dimensión comunitaria, sin otro destino compartido que ver su deseo particular satisfecho. Un hombre que, gracias al individualismo e igualitarismo impulsado por la agenda globalista, esta inerme ante los poderes económicos, perdido en la desinformación de las nuevas tecnologías de la comunicación, anestesiado por el entretenimiento de masas y mercantilizado como productor y consumidor.  Un hombre que se encuentra en soledad, sin referente ni arraigo, que, como afirma Gilles Lipovetsky, se enfrenta a un vacío muy duro cuando se para y escarba en la superficialidad de esta sociedad de la imagen y cambio veloz para pasar de un consumo a otro de todo. Esta pinza entre individualismo e igualitarismo, entre capitalismo y socialismo, resulta muy eficaz, ya que fingiendo salvar al mundo de un desastre climático y trabajar para  poner fin a la pobreza, y mejorar las vidas y las perspectivas de las personas, sin dejar a nadie atrás,  está logrando realizar una empresa de ingeniería social  para modificar nuestros hábitos de consumo, nuestra forma de relacionarnos,  las formas de inversión económica,  el papel social del trabajo y el ahorro y a replantear lo que denominan el contrato social que mantiene la población civil con los gobiernos, poniendo en manos de unas élites opacas nuestros destinos. El sometimiento de la ONU y su Agenda 2030 a estos designios, lo hallamos claramente en el discurso de António Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas, en la última reunión del Foro de Davos: “El Gran Reinicio es un reconocimiento de que esta tragedia humana debe ser una llamada de atención. Debemos construir economías y sociedades más equitativas, inclusivas y sostenibles, que sean más resistentes a las pandemias, al cambio climático y a los muchos otros cambios mundiales a los que nos enfrentamos».


 LA CLASE MEDIA, LA GRAN VÍCTIMA DEL GRAN REINICIO. 

 
A modo de conclusión diremos que esta confluencia entre ultra izquierda y gran capital tiene también una víctima en común, la clase media. Es cierto que la globalización, en números totales, ha elevado el nivel de riqueza en el mundo, pero su reparto ha sido desigual. Y no, no ha sido el tercer mundo donde ese reparto ha creado más desigualdad. Si acudimos al estudio publicado por Branko Milanovic, el nivel de pobreza en las zonas más desfavorecidas del tercer mundo, ha permanecido estancado durante los últimos 30 años.  La desigualdad económica no ha variado. Sin embargo, el nivel de ingresos en países emergentes como China y la India y otros países del área asiática del Pacífico ha crecido espectacularmente hasta crear una incipiente clase media que, aunque aún por debajo de la clase media occidental, no ha parado de crecer. Por el contrario, en Occidente la clase media también se ha estancado mientras las elites conectadas a la economía globalista han experimentado el alza más espectacular, porque son ellos y sólo ellos quienes acaparan la riqueza. Los mismos que desde el Foro de Davos nos dicen cómo ha de cambiar el mundo. 


Viendo quienes están sacando el mayor beneficio de la globalización, y también de la pandemia, grandes empresas tecnológicas, farmacéuticas, energéticas, fondos de inversión, magnates como Bill Gates, Soros… , cada día más fuertes, nos quedamos boquiabiertos ante la credulidad de la gente que se traga el cuento de ese capitalismo inclusivo y más consciente, que va a crear valor para la sociedad y el medio ambiente, ese capitalismo al que los comunistas españoles apoyan porque va a ser un capitalismo de Estado, desde donde ellos aspiran a dirigir un ejército de burócratas cuya tarea principal será conseguir recaudar y administrar los fondos para financiar la Agenda globalista, todo en nombre de un nuevo orden mundial más justo, con menos desigualdades, medioambientalmente saludable, inclusivo y sostenible, pero que pagará la clase media occidental. 


Pasolini se dio cuenta muy pronto que todos aquellos jóvenes burgueses del Mayo del 68, que reclamaban tanta libertad como rechazaban responsabilidad, no eran más que una revelación de la Gauche Divine, incapaces de entender nada. Por mucho que enarbolaran el libro rojo de Mao, llevasen camisetas del Che, se proclamasen trotskistas, o siguiesen a Negri y aplaudiesen a sus pistoleros de las Brigadas Rojas, al fin y a la postre, nunca dejarían de ser los hijos de papá que veían la revolución como un juego. Lo mismo sucede con las bases de Podemos o Sumar, los auténticos tontos útiles del gran capital, que acuden a Vallecas a soltar ladrillazos contra VOX, con el mismo servilismo perruno con el que acudían a soltar adoquines en Seattle, sin enterarse de nada. Sin enterase de que el fascismo no existe ya, que el único peligro es ese capitalismo de Estado en manos de las grandes corporaciones al que sirven sus líderes, que les va a arrojar migajas para que puedan vivir como miserables cobrando una "paguita" o les va a permitir “okupar” la casa de otro, mientras la clase media paga todos los platos rotos y los fondos de inversión de los Rothschild  y los Rockefeller de turno se llenan los bolsillos a costa de hacerse dueños de todo el tejido productivo de la nación. 


En los países desarrollados, la clase media está siendo sido castigada por mayores tasas de paro y un nivel de vida que no ha crecido en los últimos 20 años, a la vez que sufre una mayor presión fiscal para sostener el Estado del bienestar. Los hijos de esta clase media ven cómo cursar estudios universitarios no sirve ya para encontrar un puesto de trabajo, licenciados en derecho y económicas ya ni siquiera pueden aspirar a ocupar puestos en una entidad bancaria que antes desempeñaban contables o un simple comercial con bachillerato. Trabajadores manuales especializados superan en ingresos a la mayoría de titulados universitarios, pero los trabajadores no cualificados deben competir con la mano de obra barata de la inmigración en masa. La globalización también acaba por perjudicar a los trabajadores cualificados, al deslocalizar las actividades de producción, las empresas de Occidente consiguen una mano de obra a menor coste que aumenta su cuenta de beneficios, a la vez que al trasladar sus tecnologías más avanzadas a otros países alimenta una mayor competencia de estos contra la industria y comercio occidentales. 


No hay duda, en el reordenamiento económico y político actual la gran perdedora es la clase media occidental, atrapada entre la ultra izquierda y el gran capital. Millones de trabajadores y ahorradores se sienten inseguros sobre lo que puede deparar el futuro, porque la globalización ha quebrado un sistema basado en la comunidad nacional y las élites económicas ya no tienen ningún vínculo de solidaridad con ellos, al pertenecer a un nuevo establishment mundialista. Tampoco encuentran amparo en sus dirigentes políticos, ya sean de izquierdas o derechas, porque están más dispuestos a servir a los intereses de la oligarquía que crece en torno a la ONU y el Foro Económico Mundial que a sus mismos nacionales, basta ver como en Francia Macron se ha apresurado a obedecer los dictados de Davos prohibiendo los vuelos domésticos en rutas que pueden ser cubiertas en menos de dos horas y media en tren, con la vista puesta en prohibir las rutas que se puedan cubrir en 4 horas. 


Las dos caras de la Agenda globalista, capitalismo y socialismo, cuando piensan en los ciudadanos de clase media de Occidente, lo hacen con la misma ansia que lo hacía el avaro Shylock en la libra de carne de Antonio, la contemplan para verla sometida y aniquilada definitivamente tras quedarse con sus votos y con su patrimonio. 


EL NUEVO PLAN DEL MARXISMO Y DEL CAPITALISMO
AMPARADOS POR LA IGLESIA CATÓLICA.

 
Si analizamos los principios y objetivos de la Agenda 2030, vemos que los promotores de las categorías ideológicas con las que analizan la realidad, son marxistas, como marxistas lo son, también sus soluciones.


Marxista es la concepción de que los problemas surgen de las estructuras económicas y del enfrentamiento entre clases, razas o sexos (y no del uso, bueno o malo, que el hombre, sujeto individual, haga de su libertad); marxista también es la entronización de la materia -a través, en este caso, de la figura de la Madre Tierra- como el nuevo dios; la revolución -esta vez aparentemente pacífica y supuestamente de los oprimidos, pero ideada y dirigida, como siempre, por miembros de las “élites”-, como el único camino para preparar la solución del conflicto; y un capitalismo de Estado -en el que el individuo no poseerá nada, pero será feliz-, como remedio.


El drama es que las revoluciones socialistas se produjeron sólo en algunos países, por más que se extendiese por medio mundo, con lo que existían siempre elementos de comparación y de freno; este nuevo marxismo, por el contrario, pretende ser global desde el inicio; el marketing y la propaganda están ahora mucho más depurados; los medios técnicos y de control social de que disponen son más poderosos; la sociedad está ahora más abotargada y cuentan, además, como aliados, con líderes religiosos y espirituales a los que antes se tenían que enfrentar (basta para comprobarlo darse una vuelta por la página web de la iniciativa, impulsada por el Papa, la “Economía de Francisco”, en la que ni siquiera se menciona al Dios cristiano, para verlo).


Los marxistas del XIX y del XX, como fervientes dogmáticos, no trataban de rebatir las críticas, sino de sofocarlas… hasta en eso se está repitiendo la historia.
No es posible difundir la verdad y el bien sin combatir la mentira y el mal. Analizar y categorizar las difundidas y dispersas corrientes de pensamiento del mundo moderno y posmoderno, tan arraigadas en todos los órdenes y en tan breve tiempo, constituye un ejercicio imprescindible de cara a su identificación y posterior refutación.


Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (2015-2030), también conocidos por sus siglas ODS, son una iniciativa impulsada por esa fosa séptica del pensamiento occidental que son las Naciones Unidas. Su finalidad es dar continuidad a la agenda de desarrollo tras los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Son 17 objetivos y 169 metas propuestos como continuación de los ODM incluyendo nuevas esferas como el cambio climático, la desigualdad económica, la innovación, el consumo sostenible y la paz entre otras prioridades. Tras un proceso de negociación sobre los ODS que involucró a 193 estados miembros de la ONU, el 25 de septiembre de 2015, los 193 dirigentes mundiales aprobaron en una cumbre celebrada en Nueva York en reunión plenaria de alto nivel de la Asamblea General, una Agenda que lleva por título «Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible», y que entró en vigor el 1 de enero de 2016.


La «Agenda 2030», denominada por otros ideólogos «Gran reinicio», «Gran reseteo» o incluso «Cuarta Revolución industrial», es implementada por George Soros (que no es más que el rostro visible de la criptocracia que se esconde tras él) y sus numerosas e influyentes fundaciones en todo el planeta. En España, le sigue su lacayo psicópata, Pedro Sánchez, así como sus escuderos del PSOE y sus múltiples terminales mediáticas, también Podemos, Sumar y demás aliados narco comunistas de Iberoamérica, junto con el partido Ciudadanos, próximo ya a la extinción. Por último, y, casi con el mismo grado de convencimiento que socialistas y comunistas, y también con torpe inteligencia, casi todos los dirigentes nacionales y autonómicos del PP.


A la Agenda 2030 se ha sumado entusiásticamente la actual administración vaticana. De hecho, Francisco acaba de impulsar un «Pacto Educativo Global interreligioso y ecológico», como relata inigualablemente Specola a diario en Infovaticana (6-10-2021). En el encuentro celebrado en el Vaticano, el Papa apuntó que el objetivo de dicho pacto reavivaba el compromiso para «amar a nuestra madre tierra», convirtiéndose en «la voz de la naturaleza clamando por su supervivencia».


Como no podía ser menos, en las distintas diócesis de cada país, la corte de serviles funcionarios eclesiásticos, salvo contadas y honrosas excepciones, han corrido a secundar el posicionamiento vaticano. El portal Infocatólica informaba recientemente (5-10-2021) que los obispos españoles han propuesto al Gobierno social comunista un nuevo currículo para la asignatura de Religión Católica que aboga por la capacitación para: «la igualdad, la fraternidad universal, los objetivos del desarrollo sostenible, la solidaridad, el conocimiento del propio cuerpo y el diálogo interreligioso». Con el objetivo episcopal de: «erradicar las situaciones de exclusión, pobreza, violencia e injusticia y acabar con la desigualad entre hombres y mujeres».


El modelo civilizatorio que está imponiendo la Agenda 2030, aunque no sea compartido en su integridad, sí que ha sido en buena medida inspirado en el control social perfeccionado, a lo largo de 72 años en el poder, por el Partido Comunista Chino. Por cierto, como denunciara el cardenal Zen (22-9-2020): «En los acuerdos secretos firmados entre la Santa Sede y el Partido Comunista de China, éste se ha convertido en el único Gobierno de la tierra al que Francisco ha otorgado la potestad de seleccionar los candidatos a obispos católicos, en abierta contradicción con la doctrina expresada en el concilio Vaticano II» (decreto Christus Dominus, n. 20). A lo que habría que añadir también la violación del Código de Derecho Canónico (CIC) que abrogaba el derecho de presentación episcopal por parte de los Gobiernos: «En lo sucesivo no se concederá a las autoridades civiles ningún derecho ni privilegio de elección, nombramiento, presentación y designación de obispos».


 

 

BIBLIOGRAFIA:
 
- Posmodernia
- Infovaticana