El regreso, después de veinte años por Europa, del guitarrista de Horacio Guarany, junto a su familia a Buenos Aires llenó de tristeza a éste al tener que dejar en Madrid, ante la imposibilidad de que viajara, a Negro, su fiel perro.
La historia inspira a Horacio a imaginar el mensaje que el amo querría enviar a su querido amigo y así escribe esta carta...
La historia inspira a Horacio a imaginar el mensaje que el amo querría enviar a su querido amigo y así escribe esta carta...
NEGRO.
Desde aquí, primavera en Buenos Aires,
con proyectos, con sueños y quimeras,
te mando esta carta desde lejos,
sé que me andas buscando en las estrellas.
Amigo de horas largas y silentes.
hoy estuve en una plaza, como aquella
a la que íbamos riendo, a contramano,
a bebernos el sol de las veredas.
Ay, en que planeta extraño y desolado
andarás olfateando la ternura,
compañero de horas tan calladas,
que no entendiste nunca mi partida.
Desde aquí, primavera en Buenos Aires,
con proyectos, con sueños y quimeras,
te mando esta carta desde lejos,
sé que me andas buscando en las estrellas.
Amigo de horas largas y silentes.
hoy estuve en una plaza, como aquella
a la que íbamos riendo, a contramano,
a bebernos el sol de las veredas.
Ay, en que planeta extraño y desolado
andarás olfateando la ternura,
compañero de horas tan calladas,
que no entendiste nunca mi partida.
Tengo que pedir perdón del abandono,
de la noche brutal de despedida;
tengo que darte el corazón abierto
para que tu aliento cure las heridas.
En mis noches de invierno fuiste abrigo;
no sé si te celaba en tus diabluras;
de mi hija fuiste fiesta y travesuras
y supiste de mi angustia repetida.
La mansedumbre de tus febriles ojos
aparece ante mi con los recuerdos
nunca sabré si por hombre fui tan flojo
o tú por fiel y leal fuiste mi perro.
de la noche brutal de despedida;
tengo que darte el corazón abierto
para que tu aliento cure las heridas.
En mis noches de invierno fuiste abrigo;
no sé si te celaba en tus diabluras;
de mi hija fuiste fiesta y travesuras
y supiste de mi angustia repetida.
La mansedumbre de tus febriles ojos
aparece ante mi con los recuerdos
nunca sabré si por hombre fui tan flojo
o tú por fiel y leal fuiste mi perro.
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