EL CIS DE TEZANOS: CUANDO LA ENCUESTA SE CONVIERTE EN PROPAGANDA
El Centro de Investigaciones Sociológicas, conocido por todos como CIS, se ha transformado desde hace años en un instrumento al servicio del poder político, un organismo que en otro tiempo fue referencia de rigor y de análisis objetivo de la realidad social española y que hoy, bajo la dirección de José Félix Tezanos, exmiembro del Comité Federal del PSOE, se ha convertido en un mecanismo de propaganda disfrazado de estudio demoscópico, lo que debería ser una herramienta científica es ahora un altavoz del Gobierno que utiliza el dinero público para influir en la opinión de los ciudadanos más que para conocerla, un laboratorio de manipulación donde las cifras se moldean para crear sensación de victoria en el partido gobernante y desaliento entre sus adversarios.
La última encuesta del CIS, publicada en octubre de 2025, ha sido el ejemplo más escandaloso de este proceder, pues otorga al PSOE un 34,8 por ciento de intención de voto frente a un 19,8 por ciento del Partido Popular, lo que supone una diferencia de quince puntos, y coloca además a Vox con un 17,7 por ciento, prácticamente empatado con el PP, algo tan improbable que ha provocado una oleada de incredulidad entre medios, analistas y ciudadanos, hasta el punto de que el sondeo ha sido recibido más como una broma que como un estudio serio, de hecho, los titulares de los grandes medios reflejaron el desconcierto general, desde RTVE que tituló “El CIS dispara a quince puntos la ventaja del PSOE sobre el PP, una brecha que no se veía desde hace seis años”, hasta El Diario que habló de un PP hundido y un PSOE lanzado al cielo, mientras Infobae resumía la situación asegurando que el PP “cae en picado y queda a tres puntos de Vox”, un panorama absolutamente inverso al que muestran todas las demás encuestas nacionales e internacionales realizadas hasta la fecha.
El contraste es tan evidente que no hay forma de justificarlo con argumentos técnicos ni con cambios coyunturales, porque la propia serie histórica del CIS desmonta el milagro estadístico que Tezanos pretende vender, pues en el barómetro de julio del mismo año el PSOE y el PP aparecían prácticamente empatados, con un 27 y un 26,5 por ciento respectivamente, y Vox con un 18,9, lo que reflejaba una situación de equilibrio entre bloques y una tendencia al alza del partido de Abascal, y en tan solo tres meses, sin ningún hecho político de peso que lo explique, el CIS convierte ese equilibrio en una ventaja socialista de quince puntos, algo estadísticamente imposible si se parte de una muestra honesta y sin sesgo.
El sesgo es tan sistemático que ya no se puede atribuir a un error o a una desviación metodológica, sino a una voluntad política deliberada de construir una realidad ficticia que favorezca al Gobierno, porque el CIS de Tezanos no busca medir la opinión pública, sino fabricarla, no intenta reflejar el estado de ánimo social, sino moldearlo, y en ese juego de espejos, la encuesta se transforma en un mensaje político, en un intento de inducir al votante indeciso a creer que el PSOE es invencible, que el PP se desmorona y que Vox no representa una alternativa real de poder, de ese modo el sondeo deja de ser un termómetro democrático y se convierte en un mecanismo de manipulación emocional.
El resultado es doblemente perverso, porque se financia con dinero de todos los españoles y porque destruye la credibilidad de una institución que debería ser neutral, el CIS que pagamos con nuestros impuestos se dedica hoy a engañar a los ciudadanos en lugar de informarles, deteriorando la confianza en la administración pública y contaminando la transparencia del proceso democrático, cada nueva encuesta es un paso más en la degradación de un organismo que debería estar al servicio de la verdad y no de los intereses de un partido, y lo más grave es que este desprestigio no se queda en el ámbito político, sino que afecta también a la ciencia social y a la investigación académica que durante décadas hicieron del CIS un referente internacional.
Mientras tanto, las principales consultoras privadas, como Sigma Dos, GAD3 o Sociométrica, así como los agregadores de sondeos publicados en medios como El Debate o ABC, muestran un panorama completamente distinto, con un Partido Popular que sigue siendo la fuerza más votada, un Vox que sube de forma constante y un PSOE estancado o incluso en retroceso, lo que pone de manifiesto que el barómetro de Tezanos no solo es una excepción, sino una anomalía, un espejismo fabricado desde el poder, una manipulación estadística al servicio del relato gubernamental.
La reacción popular es reveladora, porque cada vez que el CIS publica un nuevo estudio, las redes sociales se llenan de ironías y bromas, los españoles ya saben que para acercarse a la realidad deben interpretar las cifras al revés, si el PSOE sube en el CIS, probablemente esté bajando, si el PP se hunde en el CIS, seguramente esté creciendo, esa inversión de la lectura se ha convertido en una especie de regla popular, un código humorístico que evidencia el descrédito absoluto en el que ha caído el organismo, y que a su vez refleja una pérdida de confianza que trasciende lo político y alcanza lo institucional.
Lo lamentable es que en esta caída el CIS arrastra consigo la utilidad de la demoscopia pública, que debería servir para analizar los cambios sociales y orientar las políticas públicas con base en datos reales y no en intereses partidistas, recuperar su prestigio exigiría que volviera a estar dirigido por profesionales independientes, sin carnet de partido, sin consignas ideológicas y con un único compromiso con la verdad estadística, pero mientras José Félix Tezanos siga al frente, cada barómetro será una pieza más del teatro demoscópico en el que la ficción se disfraza de ciencia, los números sirven para maquillar la realidad y el Gobierno, una vez más, consigue su objetivo: convertir la mentira en titular.
Felipe Pinto

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