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domingo, 9 de noviembre de 2025

EL CLIMA CAMBIA Y LA AGENDA 2030 MANIPULA

 


El clima de la Tierra siempre, desde su creación, ha cambiado. A lo largo de los tiempos ha sufrido glaciaciones, periodos cálidos extremos, fases de enfriamiento brusco y oscilaciones naturales y todo, durante millones de años. Y ello también ocurrió mucho antes de que existiera un solo ser humano. Esta realidad desmonta la idea de que cualquier variación actual sea culpa exclusiva del hombre. Sin embargo, vivimos atrapados en un relato oficial que no admite dudas, que convierte a los habitantes humanos en culpables permanentes y que trata cualquier matiz como herejía.

Ese relato no surge del interés científico, sino de un proyecto político global que ha encontrado en el miedo climático su herramienta perfecta. Ese proyecto se llama Agenda 2030, hoja de ruta, que, desde hace años, se utiliza como coartada para imponer restricciones, subir impuestos, limitar la movilidad, atacar la agricultura y condicionar la vida diaria de millones de personas.

En los últimos tiempos incluso figuras que apoyaron la narrativa oficial han empezado a poner distancia. Bill Gates ha admitido que gran parte del alarmismo climático es exagerado, que se utilizan mensajes catastrofistas poco rigurosos y que se recurre al sensacionalismo para justificar políticas ya decididas de antemano. Ese reconocimiento es significativo: demuestra que la construcción emocional del miedo se está desmoronando.

El clima siempre ha cambiado. Y siempre lo hará. Europa estuvo enterrada bajo kilómetros de hielo. Después vivió periodos cálidos en los que existían viñedos en zonas hoy frías. Más tarde llegó la Pequeña Edad de Hielo que congeló ríos y devastó cosechas. Nada de esto ocurrió por acción humana. Fueron ciclos naturales.

La ciencia seria sabe que el clima está condicionado por factores astronómicos, oceánicos, volcánicos y atmosféricos. Aun así, se ha impuesto la idea de que todo depende únicamente del ser humano. Esa reducción simplista no responde, bajo ningún concepto, a criterios científicos. Responde a la necesidad de la Agenda 2030 de justificar un modelo de control social, económico y cultural cada vez más intrusivo.

Lo más preocupante no es solo la Agenda 2030. Es quién la respalda. Porque esta agenda no avanza sola. Lo hace gracias al apoyo político directo de toda la izquierda, que la ha abrazado como si fuera una nueva religión civil, y en España, también lo hace gracias al Partido Popular, que ha asumido su marco ideológico sin cuestionarlo y lo ha integrado en ayuntamientos, comunidades y pactos internacionales. El resultado es que, gobierne quien gobierne, el ciudadano acaba sometido al mismo patrón de restricciones, impuestos verdes y políticas que castigan a los sectores productivos.

Mientras se exige sacrificio al ciudadano, quienes dictan estas políticas viajan en jet privado para repartir lecciones de sostenibilidad. Mientras se asfixia al agricultor con normativas imposibles que arruinan explotaciones enteras, los mismos responsables destinan millones a campañas de propaganda climática para moldear la opinión pública. Mientras se castiga la movilidad del trabajador con peajes ambientales y restricciones absurdas, se aplauden megaproyectos de gasto público disfrazados de “transición ecológica” que solo enriquecen a consultoras, lobbies verdes y burócratas internacionales. Y mientras se predica un futuro verde, España se llena de campos arrasados por gigantescos ventiladores eólicos que destrozan el paisaje, afectan a la fauna y generan una energía intermitente que después obliga a importar electricidad de origen fósil. Toda esta red de intereses se sostiene a costa del contribuyente y sin que nadie explique por qué el país debe sacrificar su entorno natural para satisfacer un modelo energético que no funciona.

España no necesita dogmas ni culpabilizaciones colectivas. Necesita políticas serias que protejan el entorno sin destruir la economía, la agricultura, la ganadería, el transporte y la libertad individual. El ecologismo no puede ser la excusa para implantar un modelo de obediencia social permanente.

El planeta ha cambiado siempre. La diferencia es que ahora hay quien quiere utilizar ese cambio natural para transformar el miedo en poder político. La Agenda 2030 no busca informar, busca dirigir. Y lo hace porque las izquierdas y las centroderechas buenistas como el Partido Popular lo permites, legitimando y empujando ese proyecto sin pedir explicaciones ni defender la libertad de los ciudadanos.

Frente a esa deriva solo queda una respuesta firme: pensar por uno mismo, desmontar su discurso, exigir transparencia y no ceder ni un milímetro en defensa de la libertad.

Felipe Pinto 

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