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domingo, 9 de noviembre de 2025

HAY QUE RECUPERAR LA VERDAD Y LOS PRINCIPIOS

 


España atraviesa un momento en el que la mentira se ha convertido en norma y la superficialidad domina la vida pública. Durante años, se ha empujado a los ciudadanos hacia un materialismo vacío que debilita el carácter, destruye el sentido del deber y genera una sociedad cansada, desmoralizada y sin rumbo. Muchos han terminado aceptando esta forma de vida porque parecía cómoda, fácil y sin exigencias. El resultado es un país desorientado, sin convicciones firmes y vulnerable a cualquier manipulación.

Sin embargo, algo empieza a cambiar. Cada vez más personas se están dando cuenta de que este modelo social no conduce a nada. La propaganda ha perdido efecto. Las consignas moralistas ya no impresionan. Ese discurso del miedo que repetían desde el poder comienza a agotarse. Durante años, especialmente el Partido Socialista, trató de manipular el voto útil creando un terror artificial hacia lo que llamaban “extrema derecha”, cuando en realidad VOX no representa tal cosa. Tiene impresa esa etiqueta diseñada para asustar al pueblo y mantenerlo obediente. Hoy, ese miedo empieza a desaparecer. La gente ya no se cree ese cuento.

La población abre los ojos. Percibe que la mentira permanente ha servido para mantener a los ciudadanos distraídos mientras la libertad, la seguridad y los valores se deterioraban sin freno. Cuando uno vuelve a razonar, descubre que vivimos en un mundo artificial, lleno de apariencia, egoísmo y vacío moral. Una sociedad así no tiene futuro porque carece de cimientos.

España necesita recuperar los principios que nunca debió abandonar. Necesita volver a la verdad como base de la vida pública. Necesita ciudadanos que valoren el trabajo bien hecho, la familia, la responsabilidad, la libertad real y la seguridad que permite vivir en paz. Sin estos pilares, la nación seguirá avanzando hacia un escenario cada vez más frágil y desordenado.

A esta deriva contribuye, además, una contradicción moral que llama poderosamente la atención. Una parte de la izquierda radical, apoyada, incomprensiblemente, por una parte de sus propios pastores, ha desarrollado un odio visceral hacia la cristiandad, no por religión, sino porque la identifica como el último freno cultural frente a su proyecto ideológico. Ese rechazo es tan profundo que llegan a posiciones incomprensibles: se muestran comprensivos y cercanos con corrientes vinculadas al yihadismo que representan exactamente lo contrario de aquello que dicen defender.

Allí donde domina el integrismo islámico, la mujer es sometida, controlada o reducida a la nada. Allí donde gobierna el fanatismo, los homosexuales son perseguidos, encarcelados o ejecutados. Aun así, esa izquierda prefiere cerrar los ojos y colocarse simbólicamente del lado de quienes representan ese totalitarismo religioso. Lo hacen por odio a Occidente, por rechazo a las raíces culturales europeas y por una obsesión enfermiza por destruir cualquier valor que identifique a nuestra civilización. La población ya empieza a ver esa incoherencia como una traición moral.

España no puede sostenerse sobre un decorado de buenas palabras. Necesita carácter, orden, principios y verdad. Necesita recuperar la moral y una base ética sólida para evitar que el país siga deshaciéndose. Solo así podrá volver a levantarse con fuerza.

Y aquí aparece la conclusión clara. Cuando uno observa el panorama político con honestidad, descubre que únicamente queda una opción que defiende estos valores sin someterse a la corrección política ni a la propaganda del sistema. Una opción que no se esconde, que no cambia de discurso según sopla el viento y que habla con claridad cuando otros prefieren callar. 

En los tiempos que vivimos, en España, sólo existe una fuerza que plantea recuperar la moral, la seguridad, la verdad y la libertad real como fundamento del futuro nacional y nuestra nación solo despertará si decide apoyarse en quien defiende la verdad y, a día de hoy, esa verdad solo la sostiene VOX.

Felipe Pinto 

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