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viernes, 14 de noviembre de 2025

TODOS LOS CAMINOS DE LA TRAMA APUNTAN A PEDRO SÁNCHEZ


En España está tomando forma el mayor escándalo político que ha sacudido al socialismo en décadas, un entramado de presunta financiación irregular y desvío de recursos públicos que, según informes policiales, documentación judicial y actuaciones del Tribunal Supremo, ya no afecta solo a intermediarios, sino que ha escalado hasta alcanzar al núcleo más estrecho del sanchismo. Un núcleo que no es nuevo, que no surgió de la noche a la mañana y que tiene nombre propio desde hace años: Los 4 del Peugeot. Esta expresión, ampliamente utilizada en medios, tertulias y análisis políticos, se refiere a Pedro Sánchez, José Luis Ábalos, Koldo García y Santos Cerdán, el cuarteto que en 2016 y 2017 recorrió España en un Peugeot durante la gira que permitió a Sánchez recuperar la Secretaría General del PSOE. Aquel grupo reducido, conocido también como “la caravana del Peugeot” o “los cuatro del coche”, simbolizó la reconstrucción del poder interno que más tarde dominaría el partido y que hoy reaparece, años después, en el centro de uno de los mayores escándalos de la política española contemporánea.

Pero la importancia de este cuarteto no se limita a aquella campaña interna. Su relevancia aumenta si se encaja dentro de un contexto histórico mucho más amplio: el de las sospechas de financiación opaca que durante años han acompañado al socialismo español. Desde la etapa de José Luis Rodríguez Zapatero, diversas informaciones periodísticas —siempre en el terreno mediático, no judicial— apuntaban a presuntas conexiones políticas con gobiernos como el de Venezuela, a la presencia de intermediarios como Nelson Rodríguez y a supuestos movimientos de dinero en metálico que aparecían de forma recurrente en reportajes de investigación. Ninguna de aquellas acusaciones derivó en una condena judicial, pero sí generaron un clima de sospecha que nunca llegó a disiparse del todo. A ello se unieron, con el paso de los años, nuevos reportajes que mencionaban entregas de efectivo, redes de apoyo externo y circuitos informales de financiación que, sin constituir delitos probados, marcaban un patrón de comportamiento que muchos analistas consideran precursor del escándalo actual. La aparición de los mismos nombres —Sánchez, Ábalos, Cerdán y Koldo— en los dos planos, el histórico y el judicial, ha reforzado la percepción de que la trama que hoy investiga el Supremo no es una anomalía, sino la consecuencia lógica de un modelo político que llevaba años operando con estructuras paralelas, intermediarios y redes de influencia con fronteras muy difusas entre la política interna y los apoyos externos.

La evolución judicial de los acontecimientos recientes ha sido demoledora. Santos Cerdán, uno de los cuatro y pieza central del engranaje interno del PSOE, se encuentra en prisión preventiva en la cárcel de Soto del Real por orden del Tribunal Supremo. Su ingreso ha marcado un punto de inflexión: es el primer miembro del círculo duro de Sánchez sometido a una medida de esta gravedad, y su caída ha sacudido los cimientos del partido. José Luis Ábalos, otro de los cuatro del Peugeot, ha sido citado por el Supremo por indicios de ingresos irregulares detectados por la UCO, situándose en una posición cada vez más comprometida. Su exasesor Koldo García, también integrante del histórico cuarteto, ha sido igualmente citado por el Supremo, mientras la Guardia Civil continúa analizando sus movimientos económicos y patrimonio, convirtiéndolo en una pieza clave del “caso Koldo”.

La trama alcanza incluso el ámbito personal y familiar del presidente del Gobierno. Su esposa, Begoña Gómez, permanece bajo investigación judicial en una causa abierta sobre contratos, adjudicaciones y vínculos con empresas privadas, un procedimiento que el juez ha rechazado archivar. Paralelamente, el hermano de Pedro Sánchez ha sido objeto de controversias administrativas y laborales que han generado nuevas diligencias y aumentado la percepción de opacidad en el entorno familiar del presidente.

Además, el marco político que permitió consolidar este modelo no surgió con Sánchez, sino que se remonta a la etapa de José Luis Rodríguez Zapatero, bajo cuyo mandato se asentó un estilo de control institucional, relaciones preferentes con consultoras afines, dependencia mediática y vínculos internacionales que hoy adquieren una nueva dimensión. No se trata de imputar delitos al expresidente, sino de señalar que muchas de las estructuras que hoy se investigan nacieron entonces y maduraron bajo el sanchismo.

Cuando se ensamblan todas las piezas —la prisión preventiva de Santos Cerdán, las citaciones del Supremo a Ábalos y Koldo, la investigación judicial a Begoña Gómez, las controversias sobre el hermano del presidente y el contexto internacional e histórico que rodea al socialismo español desde la etapa de Zapatero— surge una conclusión política inevitable: todas las conexiones, todas las líneas de investigación y todas las sombras confluyen en el entorno personal, orgánico y familiar de Pedro Sánchez. No porque exista una acusación formal contra él, sino porque todo lo investigado, todo lo señalado y todo lo sospechado ha crecido bajo su liderazgo, con los mismos protagonistas de siempre, los mismos cuatro del Peugeot que un día recorrieron España para devolverle el poder y que hoy desfilan ante los tribunales.

La trama, lejos de diluirse, se ha estrechado. Y cada día se dirige de forma más directa hacia Pedro Sánchez.

Felipe Pinto. 

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