EL APAGÓN EN ESPAÑA, es consecuencia de la Agenda 2030, del cierre de nucleares y de la incapacidad del Gobierno.
El 28 de abril de 2025, quedará como parte de la historia de España como uno de sus días más negros al sufrir el apagón eléctrico más grave desde su existencia.
Durante horas —y en muchos lugares hasta 18 horas completas— millones de ciudadanos quedaron a oscuras en la península ibérica y zonas adyacentes, poniendo de manifiesto las profundas debilidades del sistema eléctrico nacional en un momento de transición energética acelerada y, lamentablemente, mal gestionada.
Según los primeros informes de Red Eléctrica de España (REE), la causa del colapso fue una pérdida masiva de generación y una grave oscilación del flujo de potencia. En otras palabras, el sistema, excesivamente cargado de fuentes renovables intermitentes como la solar fotovoltaica, no pudo resistir una súbita caída de producción. Todo indica que una combinación de cambios atmosféricos rápidos y la ausencia de generación síncrona estable desembocó en el fallo en cascada de la red.
¿Y por qué España, que hasta hace pocos años contaba con una red robusta y equilibrada, ha llegado a esta situación?
La respuesta está en las decisiones políticas, como la dependencia energética, el apoyo a la Agenda 2030 y la incapacidad manifiesta y falta de previsión de un Gobierno, con el presidente más gafe de la historia mundial.
AGENDA 2030 Y EL GOBIERNO SANCHEZNSTEIN
El actual Gobierno, en su afán por liderar la "transición energética verde", que impulsa la Agenda 2030, a toda costa, ha impulsado una desactivación progresiva de las centrales nucleares. Instalaciones como las de Almaraz, Cofrentes o Ascó, que en el pasado garantizaban una base de generación constante y estable, hoy operan a medio gas o se encuentran directamente cerradas.
La energía nuclear no solo proporciona electricidad de forma continua: también aporta inercia eléctrica, un factor crítico para la estabilidad de la red. Sin ella, las oscilaciones de tensión y frecuencia provocadas por renovables como la solar o la eólica, mucho más variables, carecen de amortiguación natural. A falta de una respuesta rápida, como la que ofrecen los generadores síncronos, el sistema se vuelve frágil y susceptible al colapso, tal como ocurrió el pasado domingo.
Así, mientras en los despachos políticos se celebran las cifras récord de producción solar y eólica, se ha ignorado deliberadamente la necesidad de mantener reservas energéticas firmes. El exceso de confianza en la exportación a países vecinos, la infrautilización de los embalses hidroeléctricos y la marginación de la energía nuclear han creado una tormenta perfecta.
¿QUÉ SE OCULTA TRAS EL APAGÓN?
Desde el Ejecutivo no se ha querido señalar a las renovables como parte del problema, en coherencia con una agenda política basada en la transición ecológica como bandera. Sin embargo, los hechos son claros:
España tenía insuficiente respaldo firme para un día de alta demanda y baja previsibilidad meteorológica.
No existían reservas rápidas ni baterías de suficiente capacidad para suplir la caída instantánea de la solar.
Se había infrautilizado el recurso de las nucleares, limitando drásticamente la capacidad de reacción del sistema.
A pesar de que se descartan ciberataques o sabotajes, el apagón es consecuencia directa de un modelo energético mal planificado, donde las prisas políticas han pesado más que los criterios técnicos. Una transición energética no puede construirse simplemente sobre intenciones verdes: necesita infraestructura, resiliencia y sentido común.
LA GRAVEDAD REAL: HASTA 18 HORAS SIN LUZ
Mientras algunas ciudades del norte y del sur de la península y gracias al suministro de países como Francia o Marruecos, recuperaron el suministro en aproximadamente tres horas, en muchas zonas rurales, localidades pequeñas, periferias urbanas e incluso grandes capitales, los cortes se prolongaron hasta 8, 9 o incluso 18 horas como, por ejemplo, en partes de Segovia.
Esta duración excepcional demuestra que la red eléctrica carece actualmente de flexibilidad y de capacidad de recuperación rápida, algo que antes proporcionaban las fuentes firmes de generación como la nuclear.
La realidad que vivieron miles de españoles fue mucho más dura de lo que los partes oficiales han querido reconocer.
EN CONCLUSIÓN
El gran apagón del 28 de abril no ha sido un accidente aislado. Es la primera gran señal de alarma de lo que puede pasar si no se reconsidera la política energética española y se empieza a despreciar la irreal y dañina Agenda 2030
Sin un equilibrio entre renovables, nuclear, hidroeléctrica y nuevas tecnologías de almacenamiento, los riesgos para la seguridad y el bienestar de los ciudadanos serán cada vez mayores.
Es hora de dejar la propaganda y asumir la realidad: sin generación firme y estable, la transición energética será, antes o después, una transición hacia la oscuridad.
Felipe Pinto
Concejal de Turismo de Vox en Torrelodones
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