"Lo importante no son los años de vida sino la vida de los años".

"Que no os confundan políticos, banqueros, terroristas y homicidas; el bien es mayoría pero no se nota porque es silencioso.
Una bomba hace más ruido que una caricia, pero por cada bomba que destruye hay millones de caricias que alimentan la vida".

Al mejor padre del Mundo

Al mejor padre del Mundo
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martes, 22 de diciembre de 2009

CICLOS DE VIDA


DENTRO DE UNOS MINUTOS CUMPLO 49 AÑOS Y EMPIEZO MI OCTAVO CICLO DE VIDA.
Por eso, lo primero, doy gracias a Dios por permitírmelo y lo segundo, a mis padres por conseguir que se hayan iniciado.
Tenemos que abrir nuestras conciencias a la idea que cada siete años cumplimos un ciclo de la vida que debemos aprender a reconocer.

En los primeros siete años se construyen nuestros cimientos afectivos sobre los cuales nos paramos toda la vida. Lo bueno y lo malo es lo que nuestros padres nos dicen que es. Entre los siete y los catorce años nos instalamos en el mundo, establecemos los nexos con la sociedad, iniciamos el camino del aprendizaje y el conocimiento. Lo bueno y lo malo lo determina el grupo de amigos y/o compañeros del colegio. Entre los 14 y los 21, vivimos el proceso de maduración moral. Es en esta etapa cuando se acrisolan los ideales. Lo bueno y lo malo lo determina un ideal. Entre los 21 y los 28 iniciamos el proceso de “meiosis”, ósea, la separación de nuestra unidad de origen que es la familia. Es la edad del amor en serio, la edad dónde la mayoría inicia su relación de pareja y algunos fundan una familia, que es otra cosa, la diferencia está en el compromiso. Lo bueno y lo malo es algo que yo defino, iniciando así mi plena autonomía moral. Entre los 28 y los 35, decía “Confusio”, se inicia la travesía para cruzar el gran lago de la vida. Es el período en el cual nuestros hijos son pequeños y nosotros, al igual que nuestros padres, somos sus referentes. Es el período de la pasión y entrega, vivimos por ellos y para ellos. A los 35 estamos en el centro del lago. Entre los 35 y los 42, nos arrimamos a la otra orilla, nuestros hijos son preadolescentes, y entramos en una crisis existencial debido a que nos negamos a llegar a la otra orilla. Nuestro cuerpo ya no es el mismo y tratamos de postergar lo inevitable: la fuerza que nos vuelve a la tierra. En esa edad coinciden dos crisis, la crisis de la otra orilla y la crisis del inicio del camino de nuestros hijos adolescentes. Entre los 42 y 49 empezamos a prepararnos para ese momento en dónde el espíritu se eleva y el cuerpo se agacha, iniciando así nuestra vuelta al origen. Es el momento en dónde nuestros sentidos se abren con potencia a la naturaleza. Descubrimos la belleza y la verdad en lo cotidiano, en lo simple. Descubrimos la fragancia de las flores, la caricia de una brisa helada, de un amanecer y de un cielo cargado de nubes o estrellas.

7 veces 7= 49. Es un punto vital, comienza el camino de divinización, de la búsqueda del “Imche”. Voz mapuche que significa en el lugar dónde estoy. Mis anclas, mis raíces, mis fundamentos.
EL OCTAVO, entre los 49 y los 56, se vive el gozo de lo que tenemos, y nos desprendemos del dolor de lo que no tenemos.
Entre los 56 y 63, iniciamos el camino de la reconciliación con la vida, con el otro, con lo otro. Las cosas fueron lo que fueron y no lo puedo cambiar. A partir de los 63, se inicia el camino del desprendimiento, el de asumir la pobreza como un don. Me refiero a la pobreza que nos indica Jesús en el sermón de la montaña. “Felices los que elijen ser pobres porque de ellos será el reino de los cielos”. En un sentido figurado, es morir, antes de morir. A partir de ahí, todo lo bueno que pasa es un regalo, y lo malo, un nuevo aprendizaje.

Os necesito a todos, familia y amigos, para cabalgar el octavo ciclo y llegar a una nueva etapa de esta, mi vida, vuestra vida.

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