Una batalla interior se declaró en mi colon. El colon es el depositario de los sentimientos. Lo del corazón es cosa de los poetas, como García Montero, granadino como García Lorca, pero sólo parecido a Federico en el García. De un lado, la sierra; del otro, mi obligación cívica y comprometida con el desdichado juez-magistrado que sufre persecución de la Justicia por abrir diligencias sin tener competencias para ello, por ordenar escuchas ilegales, y por sacar el dinero a importantes empresas, pequeño cohechillo de más de un millón de dólares, para sus cursos en Nueva York. Cursos por los que percibía una remuneración de la Universidad neoyorquina sin informar a la Audiencia Nacional, que abonaba su nómina con exquisita puntualidad. Sabía que en esa manifestación me encontraría con lo más granado de nuestra inteligencia patria. Pilar Bardem, Aitana Sánchez-Gijón, los sindicalistas Méndez y Toxo, Lola Herrera, el de Argamasilla, Llamazares,y demás representantes de la Cultura. Mi colon me animaba al viaje. Mis ojos me recomendaban la sierra. Escribió el inolvidable y postergado José María Pemán, que el colon y no el corazón, es el administrador de nuestros sentimientos. Pero que no queda bien decirle a una mujer «te quiero con todo mi colon», que en el fondo es un intestino, una tripa. Eso del corazón es invento de poetas. Así me hallaba. Mañana clarísima. Desde el púlpito de Sierra Morena, coronando un interminable lecho de olivares y pueblos blancos, se distingue en los días transparentes el Mulhacén. El paisaje me obligaba a dejar a Garzón sin mi apoyo, y resigné mi deber. Rendí las armas. Elegí la sierra y renuncié a la hermosa y culta manifestación en la Villa y Corte. Sentí un mordisco de angustia por abandonar a Garzón, pero ya no podía rectificar. La sierra de Andújar tuvo la culpa.
No obstante, supe que Diego Botto recitó con los labios temblorosos un poema de García Lorca, y que García Montero, el García secundario, lo hizo con unos versos de su particular creación. Unos versos confusos, que pueden no entenderse o interpretarse como es de desear. Unos versos que los peor intencionados capaces son de darles la vuelta, como aquellos que dicen «se citaron el crimen y el silencio/ no descansan en paz los perseguidos,/ el ladrón y el avaro se reúnen». El último de estos renglones de rima libre no está bien conseguido, porque deja la puerta abierta a un excesivo número de interpretaciones. Pero en fin, no todo sale bien aunque se invierta en ello la mejor intención. Aplaudió mucho el poema Pilar Bardem, y ello es garantía de su calidad.
Y yo, angustiado, perdido, paseante soleado por Sierra Morena, con el manto verde de las últimas lluvias y los venados decididos. La sierra fue culpable.

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