- A dormir pequeñín
Vamos... que uno acababa de llegar a este mundo y en lo único que pensaban nuestros progenitores era en hacernos dormir. El pretexto era que ellos necesitaban hacer lo mismo, pero... Quién en su sano juicio iba a desperdiciar tantas horas durmiendo con todo lo que había que ver?
- La hora del baño
Siempre era inoportuna, siempre nos pillaba a destiempo y nos apetecía más cualquier otra cosa antes que la hora diaria del baño. Nuestros padres nos llenaban la "bañera" de juguetes de plástico con los que entretenernos; a veces esa táctica daba resultado, pero otras... no.
- La hora del paseo
Nos encantaba que nuestros padres nos sacasen a pasear. Sin duda hubiese sido una experiencia mucho más gratificante si no fuese porque se empeñaban en ponernos siempre... esos dichosos gorros que nos hacían parecer verdugos.
- El poema de Navidad
En el cole nos enseñaban un poema de Navidad que nosotros recitábamos en familia. Yo aún recuerdo uno de ellos que decía más o menos así: "Ya vienen los Reyes por el arenal y al Niño le traen oro, pan, vino y pañal. Oro le trae Melchor, incienso Gaspar y olorosa mirra le trae Baltasar".
- De bruces con la realidad
De pequeño ya aprendí que siempre hay alguien que tiene las pelotas más grandes y que la competencia en la vida iba a ser dura.
- Yo tuve un SIMCA
"Que difícil es hacer el amor en un Simca 1000, en un Simca 1000..." Ya lo decían los Inhumanos en su canción... Si, si, pero eso llegó algo más tarde, lo que realmente era bonito era... jugar con él...
Cuando mi Simca se estropeaba era posible arreglarlo con escasos conocimientos de mecánica, pero es que entonces, nuestros juguetes no llevaban microchips.
- También tuve un triciclo
Ya por aquel entonces las suelas de mis botas estaban llenas de polvo y de asfalto. Harley-Davidson's Kid... así me llamaban los que bien me conocían y sabían de sobra que era un tipo duro.
El estrecho balcón que servía de lugar ideal para nuestros juegos representaba para nosotros algo más que la legendaria Ruta 66.
- La merienda
No es que hubiese mucho para comer, pero nunca faltaba una buena rebanada de pan con Nocilla o un bocata de chocolate para dejar la tripa llena.
- Cumpleaños feliiiiizzz...!!!
Por qué negarlo? Aunque ahora éso de cumplir años sea, para algunos, un engorro; de pequeños era motivo de fiesta y gran alegría: la tarta, invitar a los amigos, recibir regalos... siempre caían baratijas de kiosco a manos llenas, algún que otro juguete "de los caros", y como no... la típica tía que siempre nos regalaba ropa pensando que nos haría ilusión. Y evidentemente que por aquel entonces nada de "Happy Birthday", lo que se cantaba entonces era el "Feliz, feliz en tu día..." de los Payasos de la tele o el anterior pero en castellano, faltaría más...
- Las fiestas del barrio
Una nube de algodón de azucar, una vuelta al Tio-Vivo, cuatro topetazos en los autos de choque y media docena de caramelos del tiro-Pichón, con eso... éramos los niños más felices de la tierra. Ahora no, ahora si no les llevas a Dineylandia no son nada. Los muy...
- Los parques con columpios
Ya por aquellos tiempos se practicaban los deportes de riesgo de los que tanto se habla ahora. Quizá no estaban de moda el Puenting y el Rafting, pero el Toboganing... éso eran palabras mayores!
Montar en ése columpio al que me llevaba mi abuela alguna tarde, siempre fue para mi como cabalgar a lomos de mi caballo y atravesar las Montañas Rocosas.
- Wild West
Todos queríamos ser Cow-Boys, desenfundar a gran velocidad nuestro Colt-35 de Comansi y decir aquello de: "Ya te dije que no quería volver a verte a este lado del Mississippi... forastero"
- Los veranos en la playa
Nosotros nos bañábamos en el mar y nos rebozábamos en la arena, mientras nuestras madres montaban las toallas y las sombrillas y nuestros padres gritaban eso de: ¡¡"Que vienen las francesas, alemanas o suecaaassss!!"
- Los veranos en el pueblo
Los veranos en Torre y Gandía quizá son los más gratamente recordados. Allí vivíamos nuestras primeras experiencias en casi todo, nos reencontrabamos año tras año con nuestros amigos, y cargábamos las pilas para el regreso a la cotidianeidad de la ciudad.
- La vuelta al cole
Terminadas las vacaciones, con nuestro plumier nuevo y nuestros zapatos "Gorila" recién estrenados, nos disponíamos a volver al cole y a respirar de nuevo ese aroma que era una mezcla entre lápiz de madera, goma Milán de nata y Donuts.
- Y llegaron ellas... ¡¡Las mujeres!!
El primer contacto solíamos tenerlo con las hijas de los amigos de los padres; y claro, "cuanto más amigo... más me arrimo".
Seguidamente les tocaba el turno a las vecinas. Sarita fue mi primera novia (Bendita inocéncia). Era mi vecina en la playa.
Paseábamos con los elementos imprescindibles que nos asegurasen una buena tarde: un juego de lanzar aros, una comba, un Madelman y... la atenta mirada de su madre y mi abuela.
Ellas llevaban siempre la voz cantante, y bastaba un deseo suyo para que nosotros estuviésemos "a sus órdenes"
Un día ella te dice "Deja de llamarme Sarita, me llamo Sara" (se empieza a hacer mayor y tú sigues siendo un crío). Sus padres cambian de lugar de veraneo, se termina todo contacto, y llega... aissss... el primer desengaño amoroso.
- La pandilla
Los inseparables que nos pasábamos el día jugando a los piratas, a indios y vaqueros y reviviendo innumerables aventuras con los Rebeldes y épicas batallas con los soldaditos de plástico. De izquierda a derecha: Pablo, Pacorrín, Myriam, Marta, Mavi y yo...
- I'm the king of the world!
Desde nuestra infancia, siempre vimos el futuro como algo alcanzable. Bastaba con estirar bien el brazo... y atraparlo!
Lo que vino posteriormente, la adolescencia, ya será otra historia...
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