Nací donde se dice el mejor PIROPO: "¡¡¡Quién fuese bizco para verte dos veces!!! "
La tierra del chotis, donde se pueden ver en las VERBENAS los trajes de chulapa y chulo madrileño, y los bellos mantones de Manila adornando a las JAS. y soy, además, de CHAMBERI, ¿qué pasa?
Soy de donde los organilleros, barquilleros, castañeras, serenos, afiladores, pregoneros, barberos y colchoneros y merengues.
De donde se come el mejor COCIDO, los mejores CALLOS, de donde en las
tabernas se toman chatos de vino y cañas de cerveza y de donde el agua
que se bebe es del grifo y en botijo ....
Donde la PUERTA DE
ALCALA, la del SOL y la de HIERRO, donde EL RASTRO, donde se dice que
desde allí vas directo al cielo y con un agujerito en él para poder
verlo...
Donde nació la CHULERIA y la ZARZUELA, y donde la gente es más que CHACHI !!!
Nací en M A D R I D y soy un orgulloso GATO y CHIPËN ....
Y presumo de ello...
Y ahora vamos a dar una vuelta por las curiosidades del casticismo de los madriles...
Chulapos y chulapas. Casticismo madrileño

En fiestas populares de Madrid, como San Isidro Labrador,
San Cayetano o la Virgen de la Paloma, es frecuente ver pequeños grupos de
personas, generalmente pertenecientes a asociaciones costumbristas madrileñas,
que desempolvando sus atuendos de chulapos y chulapas reivindican el
mantenimiento de las tradiciones de ese casticismo madrileño propio de finales
del XIX y principios del XX que tiene en las verbenas, el chotis agarraó, la
limonada, los barquillos y las rosquillas del santo (listas y tontas), algunos
de sus iconos.
Aunque los términos “chulapo y chulapa” han quedado hoy como
genéricos y representativos del madrileñismo castizo, en origen convivieron en el Madrid de
la época con otros identificativos locales, como los de “manolos y manolas”, “chisperos”,
“isidros” o “majos y majas”.
Chulapos
y chulapas: Se daba este nombre principalmente a los vecinos
del
barrio de Malasaña o de Maravillas que se distinguían, como indica
el
diccionario de la RAE, por cierta afectación y guapeza en el traje y
en el
modo de conducirse. Ellos lucian chaleco con clavel en la solapa,
pantalones
oscuros y ajustados, gorra a cuadros, botines y pañuelo blanco al
cuello (en el dibujo adjunto puedes ver los nombres castizos de estas
diversas prendas).
Ellas, pañuelo a la cabeza con clavel rojo o blanco, blusa blanca y
ajustada con falda de lunares o vestido típico de lunares hasta los
pies y
Mantón de Manila.
Manolos
y manolas: Por este nombre se conocía a los madrileños y madrileñas
del barrio de Lavapiés y aledaños. El origen del nombre tiene raices antiguas y responde a que
muchos de los judíos conversos que quedaron en la ciudad tras la expulsión
decretada por los Reyes Católicos, y que vivían concentrados
fundamentalmente en este barrio (la sinagoga estaba en el solar que hoy
ocupa la Iglesia de San Lorenzo), en un alarde por demostrar que eran cristianos nuevos ponían
frecuentemente el nombre de Manuel a sus primogénitos, por lo que ante la
abundancia de estos en el barrio comenzó a ser conocido por los madrileños
como el barrio de los Manolos.
Chisperos:
Debido a que en los actuales barrios de Barquillo, San Antón y Maravillas
se concentraba un gran número de herrerías y muchos de los mozos que allí
vivían eran herreros, a estos se les conocía como chisperos, por las
chispas con las que entraban en contacto como consecuencia de su oficio en
la fragua.
Isidros:
Llamar a alguien Isidro era sinónimo de paleto, pues se utilizaba para
identificar a los hombres del campo que llegaban a Madrid especialmente
por la celebración de la Fiesta de San Isidro. Venían con sus paveros de
ala, sus trajes de pana y el refajo, generalmente cargados con productos
del campo y de matanza, bien para los familiares que vivían en Madrid o
para trocar a cambio del hospedaje en los mesones de las Cavas.
Majos
y majas: Este término se utilizaba ya a finales del XVIII como
referencia de la gente del pueblo llano de Madrid cuando se engalanaba
para ir de fiesta. Su indumentaria típica de redecilla, calzas y
chupetín, capote de mangas y sombrero apuntado queda bien reflejada en las
pinturas de Goya, por lo que también se llama goyesco a su atuendo. El nombre de “majo” guarda por lo visto relación con la
fiesta pagana de Santiago el Verde, celebrada el primero de mayo y cuya
finalidad era celebrar la llegada de la primavera. Majo sería una
degeneración de la palabra Mayo.

Puesto
que hemos de reconocer que el casticismo estereotipado del chulapón
conlleva el desarrollo de una pose chulesca, algo estirada y que se
complementa con un vocabulario particular, quiero aclarar como curiosidad el origen de esa conocida
expresión popular madrileña:
“mas chulo que un ocho”. La frase hace alusión al
tranvía que, teniendo esa numeración, a principios del siglo XX hacía el
servicio entre la Puerta del Sol y San Antonio de la Florida, y que en época de
verbenas iba cargado hasta los topes de los chulapos que a ellas acudían. ¿Cabe pues más chulería concentrada?.
La antigua Casa de Fieras del Retiro
Cuando
transcurrido
un tiempo acudimos nuevamente a un lugar que en el pasado conocimos y
que ya no es lo que fue, suelen invadirnos, especialmente si
los recuerdos son agradables, sensaciones nostálgicas que nos hacen
revivir viejas imágenes y que nos llevan,
además, a intentar redescubrir qué había antes en este o ese
rincón, tratando de buscar
aquí y allá elementos testimoniales perdurables aún de aquel pasado
grabado en nuestra memoria. Este es, por ejemplo, para los que tenemos
cierta edad el caso de los denominados Jardines del Arquitecto Herrero
Palacios, nombre que a muchos sonará a chino, pero que identificaremos
rápidamente
si decimos que son los que se corresponden con la antigua "Casa de
Fieras" del Parque del
Retiro.
Es
verdad que
hace ya mucho tiempo que la actividad zoológica dejo de desarrollarse
aquí,
pues fue en junio de 1974 cuando finalizó la exhibición de fieras en
este
lugar (ya se había inaugurado el nuevo Zoo de la Casa de Campo) pero,
quién de entre los que lo conocieron
no recuerda aquellas jaulas de leones que olían a tigre, aquellos osos
polares
tratando de supervivir en el sofocante calor del verano madrileño, o
aquellos mandriles, indecorosos en algunos de sus gestos, que
jugueteaban en el foso. Como niños que éramos
disfrutábamos entonces viendo aquellos animales, especialmente si
nuestra visita familiar coincidía con la hora de
su comida, momento en el que abandonaban durante unos instantes la
apatía del
enjaulamiento (¡Que inhumanas condiciones las de aquellos reducidos
espacios!).
De
la antigua
Casa de Fieras sólo quedan en pie algunos testimonios significativos,
como el foso de los
monos, las dos jaulas cueva en las que residían los osos pardos, los
estanques de los
patos, la llamativa bancada de azulejo de la entrada principal o las
estatuas de
leones y osos que custodian los dos extremos del paseo central. En abril
de
2013 se inauguró en el edificio principal una moderna biblioteca
pública, remodelándose la fachada de la primera planta y sustituyendo en
ella las jaulas de animales por balconadas acristaladas que mantienen
cierto toque
evocador a aquellas (¿exhibición hoy de homo sapiens?).
Madrid
cuenta
con zoológico desde 1774, fecha en la que Carlos III mandó construir uno
en
lo que hoy es la Cuesta de Moyano (complementaba al Museo de Ciencias
Naturales previsto en el edificio del Paseo del Prado que luego se
destinaría a pinacoteca). Aquel temprano zoo fue el
segundo creado en Europa (el de Viena, de 1965, fue el primero). A
finales del siglo XVIII se decide trasladarlo a la esquina del Parque
del Buen Retiro
junto a la Puerta de Alcalá. Con la invasión francesa el recinto se
deterioró y muchos animales murieron, por lo que tras su
expulsión, Fernando VII decide en 1830 reconstruirlo, mejorando las
instalaciones y trasladándolas a un nuevo recinto en la zona del Retiro
adyacente a la actual Puerta
de Sainz de Baranda. Se conformaba así lo que sería ya la Casa de Fieras
que conocimos y que perduró como zoo madrileño hasta que se inauguró el
actual de la Casa de Campo en 1972.
Los
actuales jardines se llaman "del Arquitecto Herrero Palacios" en
homenaje a quien fue Director de Parques y Jardines Municipales en los
años 60 y autor, por ejemplo, de la construcción de la cascada y el
Centro Cultural de la Villa (actual teatro Fernán Gómez) en la plaza de
Colón y de la fuente alegórica al nacimiento del agua que hay en la Pza.
de España.
El Rastro de Madrid

Acudir un domingo por la mañana al Rastro es sin duda una de las actividades en la ciudad más
apetecibles
para turistas y madrileños, tanto si se quiere comprar algo como si
simplemente queremos darnos el gusto de ver y pasear.
Este mercado al aire libre, originalmente de objetos de segunda mano, se
encuentra en el barrio de Embajadores, en el distrito Centro. Está
constituido, si atendemos a lo que indica la normativa municipal, por un
máximo de 3.500 puestos de venta, que se extienden en torno al área
comprendida entre la Plaza de Cascorro en el extremo norte, el eje de la
calle Ribera de Curtidores y aledañas, la calle Embajadores al este, y
la Ronda de Toledo y la Plaza del Campillo del Mundo Nuevo al sur.
Casi cualquier objeto se compra y vende en
El Rastro:
Muebles, llaves antiguas, ropa usada y nueva, cuadros, cromos,
películas, libros, componentes electrónicos, juegos de ordenador,
muñecas de cartón, herramientas, …

El
Rastro nació hacia 1740, asentándose en el barrio de Lavapies, uno de
los más poblados y con mayor industria del Madrid de la época.
Se
sabe que era zona de mataderos y en sus aledaños se realizaban tareas
relacionadas con el curtido de las pieles de los animales sacrificados;
actividades que han quedado reflejadas en el callejero madrileño: calles
del Carnero, Cabestreros, Ribera de Curtidores.

El
nombre de Rastro se origina porque al transportar arrastrando las
reses, ya muertas y aún sin desollar, desde el matadero cercano al río
Manzanares hasta las curtidurías, se dejaba un rastro de sangre,
aumentado por el desnivel de Ribera de Curtidores.
La zona del Rastro, además del matadero y las pequeñas industrias de curtidores, tejedores, zapateros, sastres, etc, que desarrollaban actividades en torno al cuero, también
albergaba dos fábricas, una de salitre y otra de tabaco. La
concentración de personas en la zona atrajo al barrio la venta ambulante
y así, poco a poco, el mercado fue creciendo en variedad y cantidad.
Como referencia de la época, en la obra “El Rastro por la Mañana”, del
dramaturgo Don Ramón de la Cruz (el "Don", dato curioso, era nombre y no
simple tratamiento), se describe en el lugar un conjunto de puestos
ambulantes, con cajones de madera en el que se venden productos
alimenticios, callos, salchichas y demás casquería, entre los habituales
cajones de ropavejeros y vendedores de botones (la normativa actual del
Rastro prohíbe la venta ambulante de comida y de animales vivos).
El matadero de las proximidades del Rastro continuó funcionando hasta
comienzos del siglo XX, cuando se inauguró en 1928 el nuevo matadero del
paseo de la Chopera, en el barrio de Legazpi.


Famosa en El Rastro, por ser lugar de referencia claramente identificable para quedar,
es
la estatua de Eloy Gonzalo (“el tío de la lata”, como también se le
conoce informalmente). La leyenda de este soldado, declarado héroe del
asedio de Cascorro en Cuba, cuenta que se ofreció voluntario para una
difícil misión, en la que, armado con su fusil y con una lata de
petróleo, y atado con una cuerda, -para que recuperasen desde su zona su
cadáver si caía muerto-, se deslizó hacia las posiciones insurrectas,
prendiéndoles fuego y regresando indemne a su posición (tras su muerte,
sus restos fueron repatriados desde Cuba y reposan en un mausoleo del
Cementerio de la Almudena de Madrid junto a los de otros fallecidos
durante los conflictos de Cuba y Filipinas).
También suele utilizarse como lugar de cita en el Rastro, especialmente
si estamos próximos a la zona de Puerta de Toledo, la Plaza del Campillo
del Mundo Nuevo, más frecuentemente conocida como plaza de los cromos,
por ser lugar de cita de niños y mayores intercambiando, comprando y
vendiendo cromos de los coleccionables de moda en cada momento.

Para
poner colofón a nuestra visita al Rastro de hoy, un aperitivo en alguna
de las tabernas de la zona es sin duda una buena decisión. Yo sugiero
aquí, por ejemplo, unos caracoles y un vermú en la cervecería Los
Caracoles (c/ Toledo 106). Tampoco está mal, sin salir del cogollo del
Rastro, comprarnos una tosta en El Capricho Extremeño (c/ Carlos
Arniches 30). La cantidad de gente en este comercio, que es tienda y no
taberna, nos indica su gran aceptación y popularidad, aunque claro tiene
el inconveniente de que debemos tomarla luego en la calle. ¡Buen
provecho!.
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