domingo, 24 de agosto de 2014
MAMÁ NO ES LA MEJOR MADRE DEL MUNDO
Pero mi madre me dejó que en mi pronta adolescencia llenara las paredes de mi habitación de recortes de revista y la cara interna de los armarios (y a veces la externa) con posters de mis héroes deportivos y de actrices muy guapas.
Y también almacenó montañas de guantes y calcetines porque le daba pena no comprarle al gitano que subía cargado de mercería hasta el quinto piso.
Y hace bollos y galletas porque sí, por si llegaba alguien a casa.
Y siente amor humano por los animales, y alimenta, a escondidas, a los que se encuentran perdidos.
Y mi madre hace amistad con el rey y con el mendigo, y no ve la diferencia.
Y cuando llevo de improvisto o no, amigos a comer a casa, no me pregunta quienes son, ni por qué, ni hasta cuando, solo si creo que le va a gustar el puchero y sin más, se pone a pelar patatas para la tortilla.
Porque mi madre, eso si, hace las tortillas más ricas del mundo.
Y mi madre no riñe mi obsesión por el dudoso donativo, sino que busca en sus bolsillos.
Y mi madre se ríe con ganas siempre y le hacen gracia los chistes largos y hasta los malos, pero sufre en la misma medida con las grandes catástrofes y también con un uñero en la gente a la que quiere, que es mucha.
Y es mi madre la única capaz de convencerme de que los problemas no tienen tanta importancia.
Mi madre no es la mejor madre del mundo, la mejor es la tuya, pero aun así, es maravillosa y la amo extraordinariamente.
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