Cuántas almas bellas sueltas por ahí, buscando una compañía que les haga más llevadero el camino de la vida.
Almas que provocan que cada sufrimiento sea demolido a lo más ínfimo y cada alegría sea imposible de olvidar.
Pero de todas esas almas, hay una, y solo una, que es perfecta para nosotros, que tiene las imperfecciones más perfectas para uno mismo.
Quizás sea tan distinta a la nuestra pero a la vez tan complementaria.
Ese alma que guardaríamos para siempre en el bolsillo para no dejarla escapar; capaz de transmitir eterna felicidad con sólo pensarla.
Que nos trasmite la ilusión mágica, siempre presente, de encontrarla, cualquiera sea el lugar en donde nos hagamos presentes y siempre con la gran ansiada necesidad de fusionarnos con ella y potenciarnos de una vez por todas.
Porque es única. Porque repara. Porque cura. Porque me enamora.
Almas que provocan que cada sufrimiento sea demolido a lo más ínfimo y cada alegría sea imposible de olvidar.
Pero de todas esas almas, hay una, y solo una, que es perfecta para nosotros, que tiene las imperfecciones más perfectas para uno mismo.
Quizás sea tan distinta a la nuestra pero a la vez tan complementaria.
Ese alma que guardaríamos para siempre en el bolsillo para no dejarla escapar; capaz de transmitir eterna felicidad con sólo pensarla.
Que nos trasmite la ilusión mágica, siempre presente, de encontrarla, cualquiera sea el lugar en donde nos hagamos presentes y siempre con la gran ansiada necesidad de fusionarnos con ella y potenciarnos de una vez por todas.
Porque es única. Porque repara. Porque cura. Porque me enamora.
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