Cuando era niño me hicieron aprender que la inteligencia humana era racional y que ésta nos diferenciaba de los animales irracionales.
La experiencia y los cambios en la sociedad a lo largo de mis años de vida me hicieron plantearme esa lección que, para mí como para la gran mayoría, parecía tan real.
Hoy tengo claro que esa inteligencia humana aparte de ser racional, puede ser también tan irracional, como la de los animales e incluso en algunos casos, más acentuada que en ellos.
Hay que distinguir que la primera conjuga el pensamiento de lo aprendido con los sentimientos y emociones de cada persona individual mientras la segunda arrastra a ésta a la sumisión y dependencia hasta los influjos de lo que hace una mayoría, influenciada por el dictado de estamentos superiores y que ese servilismo afecta a desarrollar su propia razón.
La felicidad del hombre llega con la libertad de poder elegir, el saber del deber cumplido y por último, tener la conciencia tranquila, siendo esto lo que busca la racionalidad.
En cambio lo irracional parece que necesita recibir la aprobación de los demás para estar a gusto y ser feliz.
Siente miedo y ansiedad ante lo desconocido, incierto o potencialmente peligroso, dejándose llevar por lo que hace una mayoría que evita problemas en vez de afrontarlos, dejando un resultado incierto en los acontecimientos que determinarán sus sentimientos finales.
En definitiva, unos morirán libres, habiendo seguido los dictados individuales tanto de sus conocimientos como de su moral y los otros lo harán, simplemente, como borregos.
Felipe Pinto.
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