Me contó un caso un anciano,
de una historia inhumana
que en la selva americana,
le sucedió a un paisano.
Era un hachero baqueano
que entre los montes vivía
y un perro lobo tenía
pa aliviar su soledad;
era tan fiel su amistad,
que como hermano lo quería.
Le decían compañeros
que el perro lobo es traidor,
que es fiera y no siente amor,
y es de carácter ligero...
Pero se casó el hachero
con una mujer preciosa,
y la llevó hasta su choza
donde allí formó su hogar;
y el perro la entró a cuidar
como si fuera una diosa.
Un día le entró la duda,
por su hijo, de pocos meses;
cuando un lobo se enfurece
no hay quien se salve y se escuda.
Y con esa pena muda
hasta su rancho llegó,
cuando la mujer no salió
como él tenía acostumbrao:
viendo al perro ensangrentao
un pensamiento le ahogó.
Y pensando que a su niño
el perro le había matado,
lo insultó: -"¡Lobo malvado,
así pagás mi cariño!
No sabés que es un chiquillo,
todo mi amor y mi suerte;
¿Porqué tuve que quererte
y me matás la ilusión?
¡También con tu corazón
voy a cobrarme su muerte!"
Y el perro viendo quien era,
se quedó echado, tranquilo,
y él manotió de dos filos,
el hacha de la cumbrera.
Y se la hundió en la sesera,
llorando a su niño hermoso;
y no pensó tan furioso
que dormía el niño aquél;
y que cerca del catre de él
se encontraba muerto un oso.
La mujer volvió del río,
de recoger el lavado,
y vió al hombre arrodillado
que entre sollozos decía,
-"Perro, perdón, no sabía
que sangrabas por mi hijo";
y entre los dientes maldijo
quien a esa duda lo ató:
y así llorando enterró
al perro que salvó a su hijo.
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