El fiscal que quiso borrar la verdad.
El fiscal general del Estado ya no representa la justicia sino su degradación, es el rostro visible de un sistema podrido que borra pruebas, manipula datos y filtra información al servicio del poder, un sistema que ha convertido la Fiscalía en un instrumento de obediencia política y en un refugio de la impunidad, su nombre quedará asociado al silencio, a los teléfonos borrados, a los correos eliminados y a la cobardía institucional de quien traiciona la ley que juró defender
Los informes de la UCO han sido demoledores, los teléfonos del fiscal y de su entorno fueron vaciados, los correos electrónicos desaparecieron, los rastros digitales fueron alterados y las pruebas manipuladas, cada movimiento fue ejecutado con precisión, cada archivo borrado obedece a un propósito, ocultar la verdad, esconder la huella de la filtración que salió de dentro y que buscaba destruir al adversario político del poder que lo protege, no hubo error ni torpeza, hubo voluntad, coordinación y encubrimiento, lo saben los peritos, lo saben los jueces y lo sabe todo el país
En su declaración ante el Supremo, el fiscal general rehusó responder a todos salvo a su abogado, no quiso dar explicaciones, no miró a los magistrados, no se dirigió a la acusación, eligió el silencio como única defensa, un silencio cobarde, arrogante y calculado que suena a confesión, quien es inocente no necesita esconderse detrás de su abogado, quien actúa conforme a la ley no borra teléfonos ni destruye correos, su mutismo fue su condena moral, el gesto de quien sabe que ya no puede sostener la mentira
Los testigos lo dejaron sin coartada, la fiscal jefa de la Inspección Fiscal, Almudena Lastra, declaró que nunca fue informada oficialmente de la filtración, que no vio los correos, que nadie le comunicó la existencia del expediente y que si alguien actuó, lo hizo al margen de toda norma, el decano del Colegio de Abogados de Madrid habló de vulneración del secreto profesional y de un ataque directo a la esencia misma del derecho de defensa, los funcionarios reconocieron presiones internas, llamadas sin registro, órdenes verbales y borrados posteriores, todo apunta en una sola dirección, hacia el despacho del fiscal general, donde la legalidad fue sustituida por el miedo y la obediencia
Mientras tanto, la prensa sometida al poder político repite consignas y fabrica titulares para tapar el escándalo, los medios afines a La Moncloa actúan como una muralla de propaganda, pero su guion se ha derrumbado, tres periodistas, tres exclusivas idénticas, tres relatos contradictorios, ninguno creíble, el bloque mediático afín al Gobierno ya no informa, encubre, ya no investiga, protege, ya no sirve al ciudadano, sirve al poder, la maquinaria propagandística que intentó sostener al fiscal general se deshace bajo el peso de la verdad técnica, judicial y moral
La UCO ha confirmado lo que todos sospechaban, los borrados no fueron casuales, las filtraciones fueron internas y la manipulación posterior fue deliberada, los jueces del Supremo ya no creen en el relato de inocencia y los testimonios acumulados desmontan una a una todas las mentiras del aparato político que lo respalda, lo que debía ser una defensa se ha convertido en una acusación, lo que debía ser un muro se ha convertido en un espejo donde se refleja la corrupción del poder
Y en medio de todo este silencio oficial, de teléfonos borrados y correos eliminados, llegó la frase que lo cambia todo, pronunciada por el propio fiscal general ante el Supremo, “las verdades no se filtran, las verdades se defienden”, una frase contundente que revela su propia lógica interna, porque, según sus propias palabras, lo que se filtró era verdad y, según él, no fue una filtración sino una defensa, ni más ni menos, pero los hechos son los hechos, la documentación salió de la Fiscalía, fue difundida y se convirtió en arma política, y reconocer que esa verdad “se defendía” equivale, en mi interpretación, a reconocer también quién la sacó y con qué propósito, una autoinculpación clara.
Y tras escuchar esa frase, la pregunta ya no puede aplazarse más, ¿de quién dependía el fiscal general del Estado?, ¿quién lo nombró?, ¿quién lo sostuvo mientras actuaba de esta manera?, ¿quién lo protegió cuando la verdad empezó a emerger?, porque un fiscal general no actúa solo, no resiste solo y no se hunde solo, detrás de él está quien lo designó, quien lo dirigió y quien, pudiendo desde su posición influir en la decisión del jurado, declara públicamente su inocencia.
Si el fiscal general es responsable, ya sabemos quién está detrás de todo, porque, ¿de quién depende el fiscal general del Estado? Pues ya está…
Felipe Pinto.





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