Las cifras no mienten, aunque Moncloa haga lo imposible por esconderlas. Las listas de espera son ya las más largas de toda nuestra historia democrática. Hay comunidades donde un paciente espera más de un año para ser operado, y donde una simple consulta especializada se retrasa hasta los nueve o diez meses. Mientras tanto, en las ruedas de prensa, el Gobierno presume de “accesibilidad universal” y “servicio ágil”. No es agilidad, es abandono.
El déficit de médicos es escandaloso. Faltan profesionales en Atención Primaria, en Pediatría, en Urgencias, en Anestesia, en prácticamente todas las especialidades. Miles de médicos jóvenes se marchan al extranjero cada año porque fuera les pagan mejor, les respetan más y les permiten trabajar sin estar al borde del colapso. Aquí, en cambio, se les condena a contratos precarios y jornadas inhumanas. Luego el Gobierno habla de “fuga de talento” como si fuese un fenómeno espontáneo, cuando es la consecuencia directa de su negligencia.
Las urgencias de muchos hospitales se han convertido en pasillos interminables donde las camillas se amontonan. Pacientes mayores esperando durante horas para ser atendidos, profesionales exhaustos encadenando turnos dobles, y familias que ya solo rezan para que su ser querido no empeore mientras aguarda. Esa es la “sanidad puntera” de la que presume Moncloa: pasillos saturados y personal quemado.
Mientras tanto, se gastan millones en propaganda institucional, en campañas ideológicas y en estructuras políticas que no curan, no diagnostican y no salvan vidas. La prioridad del Gobierno no es reforzar la sanidad, sino sostener su relato. Les importa más la foto que la salud de los españoles.
Lo más grave no es solo la crisis sanitaria, sino el negacionismo político que la acompaña. Porque un Gobierno que niega la realidad jamás podrá solucionarla. Y quienes pagan esta mentira institucional son los ciudadanos que esperan meses para ser atendidos, los médicos que renuncian hartos de promesas vacías, las familias que viven con miedo a que una urgencia se convierta en tragedia.
España no merece un sistema sanitario que se derrumba mientras el Gobierno mira hacia otro lado. Merece verdad, responsabilidad y un proyecto que ponga por delante la vida, no el eslogan.
Esto no es alarmismo. Esto es lo que está pasando. Y cada día que Moncloa siga negándolo, el colapso será mayor y el daño más profundo. Aquí ya no valen excusas: o se salva la sanidad, o se perderá algo más que un servicio público. Se perderá la confianza de todo un país.
Felipe Pinto.




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