RTVE ya no es la televisión pública de España, es el altavoz militante del Gobierno, un aparato propagandístico en funcionamiento permanente que ha convertido cada telediario en un mitin encubierto, no se limita a silenciar la corrupción y los escándalos del Ejecutivo, hace algo peor, bombardea sin descanso con propaganda oficialista, fabrica titulares, orienta emociones, manipula encuadres y repite consignas como si fuesen dogmas, usando recursos públicos para mantener una narrativa única que presenta al Gobierno como víctima heroica y a la oposición como una amenaza constante.
No estamos ante una televisión que se calla, estamos ante una televisión que interviene, que actúa, que combate, que editorializa cada noticia, que selecciona palabras, gestos y tonos para elevar a la izquierda y demonizar a todo lo que no encaje en el guion oficial, RTVE no oculta pasivamente, participa activamente, convierte lo que debería ser un informativo neutral en un mecanismo ideológico diseñado para moldear la opinión pública y reforzar la hegemonía política del Ejecutivo.
Cada día se repite la misma coreografía, el Gobierno nunca falla, la izquierda siempre tiene razón, la oposición siempre exagera, los críticos siempre son sospechosos y cualquier dato que contradiga la versión oficial se suaviza, se aparca o se transforma, en cambio cualquier gesto del presidente se magnifica, cualquier anuncio se celebra, cualquier iniciativa se presenta como histórica, cualquier reunión internacional se vende como un triunfo diplomático aunque la realidad demuestre todo lo contrario.
RTVE ha sido tomada por completo, no es un problema accidental sino estructural, fruto de colocar a los fieles en cada puesto clave, de utilizar los informativos como instrumento de combate político, de servir al poder con la disciplina de un aparato partidista financiado con dinero de todos, lo que debería ser un servicio común se ha convertido en una fortaleza ideológica donde solo entra la visión oficial, donde la pluralidad desaparece y donde el ciudadano no recibe información sino relato, no recibe datos sino catecismo político.
La corrupción del Gobierno se diluye, los casos escabrosos se desvanecen, los conflictos institucionales se reinterpretan en clave de ataque a la democracia, la crisis económica se maquilla, la inseguridad se minimiza, los fallos en política exterior se transforman en victorias, todo para sostener una atmósfera artificial donde el Gobierno siempre aparece como faro moral de un país que, según ellos, debe elegir entre la obediencia o el caos, entre la versión oficial o la oscuridad, entre su propaganda o el silencio.
El problema es de enorme gravedad, porque un medio público que se pone al servicio del poder deja de ser público, deja de ser medio y deja de ser periodismo, se convierte en un brazo del Gobierno, en un chiringuito gigantesco de propaganda financiado con los impuestos de españoles que no se sienten representados y que ven cómo su dinero se utiliza para legitimar a quienes los señalan, los menosprecian o los ignoran, una televisión pública debería ser un garante de pluralidad, no una herramienta de control social.
España necesita recuperar RTVE, sacarla de la dinámica sectaria en la que la han encerrado, devolverle el rigor, la independencia y la profesionalidad, solo así la información volverá a ser información y no una ceremonia diaria de adhesión a un Gobierno que se ha acostumbrado a vivir no de sus logros reales sino del relato que construye a través de una televisión que se ha olvidado de su misión y que ha elegido servir al poder en vez de servir a los ciudadanos.
Felipe Pinto.
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