EL AUTORITARISMO DISFRAZADO DE DEMOCRACIA.
El régimen actual que nos toca vivir, al que llaman democrático, exalta a la clase política diferenciándola del pueblo con toda serie de privilegios y dándole toda clase de "legalidades": las de robar, engañar, embaucar y lo peor, controlar cada movimiento ciudadano, por si pudiera alterar su tramado y urdido plan de perpetuación en el poder y así desvían la atención de la corrupción, con alertas secesionistas, con alabanzas a la libertad social, que en ningún caso es real y con la callada como escape de sus pillerías y todo ello blanqueado por una Justicia dependiente de los dos partidos políticos mayoritarios.
Además, la financiación de las campañas electorales, por ejemplo, está destinada a los partidos con representación parlamentaria y en la proporción con los escaños recibidos en el último plebiscito, lo cual impide el conocimiento por parte de la ciudadanía de nuevos escaparates aptos para elegir nuevos representantes del pueblo que puedan cambiar la trama mafiosa de la política española actual. Además, el voto de un ciudadano tiene valor distinto al de otro según donde esté empadronado cada uno de ellos y tampoco es normal que un partido con 100.000 votos tenga más representación que otro con cinco veces más...
Y si fuera poco, encima el pueblo tiene que permitir que la mayoría de los líderes de los partidos políticos, sobre todo los dos mayoritarios, le mientan una vez tras otra, prometiéndoles acciones, para luego acometer otras totalmente contrarias.
El problema es que una gran mayoría de inconscientes, a todo se acostumbra y normaliza las mentiras e incluso, cuando toca votar, las premia.
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