"Lo importante no son los años de vida sino la vida de los años".

"Que no os confundan políticos, banqueros, terroristas y homicidas; el bien es mayoría pero no se nota porque es silencioso.
Una bomba hace más ruido que una caricia, pero por cada bomba que destruye hay millones de caricias que alimentan la vida".

Al mejor padre del Mundo

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viernes, 1 de noviembre de 2013

“La Codorniz”, la revista más audaz para el lector más inteligente


 

“La Codorniz” ha sido sin duda la mejor revista de humor gráfico en la España del siglo XX. El cultivo de un humor abstracto, surrealista e intemporal la llevó a convertirse en toda una institución. No hay más que recordar su eslogan siempre hecho realidad: “La revista más audaz para el lector más inteligente”.
Publicada entre 1941 y 1978, tuvo muchos problemas con la censura de la época, incluidas numerosas multas, apercibimientos y hasta suspensiones. Tan fuerte era su atractivo que la devoción de sus lectores la hizo protagonista de artículos y portadas que nunca publicó y que fueron tan famosos como si hubiesen sido propios. Fueron tan sonadas sus “leyendas urbanas”, en especial las que hacen mención a sus portadas, que casi todos afirmamos haberlas visto sin ser cierto. Había incluso quien llegaba a decir que tenía un ejemplar de la revista, nunca publicada, haciendo correr el bulo de que había sido censurada y retirada de los quioscos por orden gubernamental. A pesar de que Álvaro de Laiglesia, director de su etapa más gloriosa, lo dejó escrito en su último libro, la leyenda aún persiste y se puede decir que se ha vuelto incombustible.
Quizás la más famosa fue la portada del “túnel”. El “boca a boca” hizo circular la noticia de que “La Codorniz” había editado un número en cuya portada se veía una locomotora a punto de entrar en un túnel, todo en negro, continuaba con las páginas interiores también en negro a semejanza de la oscuridad dentro del túnel, y terminaba con una contraportada en la que se veía al tren saliendo ya del túnel. La realidad es que ese número nunca salió, aunque muchos afirmen lo contrario.

 

Otra portada en la que se hizo correr el rumor de que había sido retirada de la venta fue la de “El Fresco de Galicia” en referencia al general Franco, entonces Jefe del Estado. Se comentaba que hacía alusión a un parte meteorológico en el que se informaba: “reina un fresco general procedente de Galicia”.
También fue muy célebre la de “El huevo de Colón”, nunca vista pero siempre en la imaginación de todos. Se decía que presentaba a toda página un gran huevo de gallina con el siguiente rótulo: “El huevo de Colón”, y más abajo, en letra pequeña: “la semana que viene publicaremos el otro”.
Otro caso de atribución imaginativa fue la portada de “Se la tirará”. Un chiste que muchos juran haber visto, con un novio abrazando apasionadamente a su pareja, un árbol con un pájaro y un niño con una piedra en la mano a punto de arrojarla al pájaro, y el siguiente pie de chiste: “¿Se la tirará o no se la tirará?”. Jamás existió.
Pero de todas las que podíamos llamar “portadas-bulo” quizás la más recordada fue la de “Bombín es a bombón, como cojín es a equis. Y nos importan tres equis que nos cierren la edición”. A tal punto tuvo fuerza este camelo que dejaba en pésimo lugar a los que afirmaban poseer el número en cuestión, que “La Golondriz”, una revista creada posteriormente por antiguos colaboradores de “La Codorniz”, la publicó por primera vez en 1991. Pero nunca en “La Codorniz” y si en “La Golondriz”.

 

Todas estas “leyendas urbanas”, y algunas más, acompañaron siempre a “La Codorniz”, acrecentando aún más la fama de su humor magistral y absurdo, único humor posible en un momento donde era muy complicado hacer crítica social y mucho menos política.
Con la censura, aunque la imaginación volaba como loca, era muy difícil “colar” portadas así, y sin embargo “La Codorniz” lo conseguía a menudo. Algunas eran verdaderas “obras de arte” en las que la censura ni se enteraba del mensaje. Como aquella en la que se veía la torre de Pisa y una señora “estupenda” en bañador al lado, sin ningún otro tipo de comentario. Uno lo miraba y se preguntaba donde podía estar la “gracia” y su significado, hasta que de pronto comprendía que: ¡la torre de Pisa no tenía ninguna inclinación¡, ¡estaba erecta¡. Y los censores a verlas venir.
Y como complemento, bien merece la pena recordar un poco de su historia y de sus geniales humoristas:

“La Codorniz” fue fundada en 1941 por Miguel Mihura y sus primeros colaboradores, y también amigos, fueron Tono, Neville, Herreros y Álvaro de Laiglesia, entre otros. Todos ellos procedían de la revista “La Ametralladora”, una revista dirigida a los soldados que se solía leer en las tertulias de café, sobre todo en San Sebastián donde se editaron muchos números. El lugar de edición fue cambiando según se iba desarrollando la guerra civil. Más tarde se fueron incorporando escritores como Wenceslao Fernández Flórez, Enrique Jardiel Poncela y Ramón Gómez de la Serna y dibujantes entre los que estaban Galindo y Picó. El humor de “La Codorniz”, surrealista, absurdo y muy desconcertante para la época, provocaba igual irritación que entusiasmo.
En 1944, Miguel Mihura, que además de por su humor corrosivo era muy conocido por presumir de estar siempre aburrido y cansado hasta llegar a la indolencia, y también por rechazar a todos aquellos escritores y dibujantes que no coincidían con su sentido del humor, lo que le obligaba a un mayor trabajo para rellenar todas las páginas, decide venderla al Conde de Godo quien nombra a Álvaro de Laiglesia nuevo director de la revista.
Con Álvaro de Laiglesia, y Fernando Perdiguero, de seudónimo Oscar Pin, tan genial como modesto, siempre en la sombra, se inicia la etapa gloriosa de “La Codorniz”. Se incorporan dibujantes geniales como Mingote, Gila, Chumy Chúmez y se potencia el equipo con grandes escritores de humor satírico como Rafael Azcona, Ángel Palomino, Evaristo Acevedo y Alfonso Sánchez, al mismo tiempo se crean nuevas secciones que pronto se hacen famosas: La Crítica de la Vida, La Cárcel y la Comisaría de Papel, ¿Está Vd. seguro?, Tiemble Después de Haber Reído, ….. Todo ello, más la aportación posterior de otros grandes dibujantes como Máximo, Cebrián, Serafín, Kalikatres, Dátile, Pablo, Mena, … hacen del conjunto la clave del éxito que mantuvo durante muchos años.



Era un equipo muy compacto que siempre procuraba buscar nuevas fórmulas, lo que unido a su gran ingenio, hicieron vivir a la revista su mayor época de esplendor. Su éxito se prolongó hasta el fallecimiento en 1970 de Fernando Perdiguero, verdadero artífice en la sombra de todo el conglomerado, y es a partir de ahí cuando se inicia su decadencia. Muchos de los colaboradores más importantes comenzaron a marcharse y los nuevos no fueron capaces de remontar el vuelo en ningún momento.
En 1977, Álvaro de Laiglesia, después de 33 años, fue cesado como director. Es entonces cuando Manuel Summers como cabeza visible, en compañía de Chumy Chumez que regresaba también de “Hermano Lobo”, y la incorporación de Manuel Vicent, Emilio de la Cruz Aguilar “McMacarra” , entre otros, inician la tercera etapa de la publicación. Aplican la fórmula del “destape” muy de boga en aquellos momentos pero pierden la base de todo lo que les dio fama y muchos lectores empiezan a abandonar al ver que se dejan las esencias que la habían hecho insustituible. Poco a poco va languideciendo hasta que finalmente se cierra cuando Carlos Luis Álvarez “Cándido”, en un posterior intento como director de la cuarta y última etapa, pretende remontar el vuelo sin conseguirlo. El cierre definitivo llega el 11 de diciembre de 1978 después de 1898 números publicados y la crítica del momento atribuyó su declive y desaparición a la falta de adaptación al cambio de la sociedad de su tiempo.

 

Visto desde la distancia, la verdad auténtica es que sólo hubo dos etapas importantes de “La Codorniz”: la de Miguel Mihura (1941-1944) y la de Álvaro de Laiglesia con Fernando Perdiguero (1944-1970). Después siguió apareciendo pero, aunque llevase el mismo nombre, el humor era completamente diferente; ya no se parecía nada al original siempre centrado en el carácter del absurdo, inteligente y experimental. Tras la desaparición de Fernando Perdiguero todo se relajó y el proyecto inició su cuesta abajo hasta que fracasó.
“La Codorniz” de su época gloriosa inventaba en cada número una nueva realidad, muy diferente y más alegre de la que existía en aquellos años difíciles, y lo hacía con gran imaginación y talento. De ahí su eslogan imperecedero: “La revista más audaz para el lector más inteligente”. Siempre será recordada no solo por lo que publicó –¡que fue mucho y bueno!– sino por lo que no hizo. Y es que muchas de sus portadas más famosas, las que todo el mundo recuerda y de las que aún se habla, son las que no se publicaron.

El trastero de Palacio 

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