"Lo importante no son los años de vida sino la vida de los años".

"Que no os confundan políticos, banqueros, terroristas y homicidas; el bien es mayoría pero no se nota porque es silencioso.
Una bomba hace más ruido que una caricia, pero por cada bomba que destruye hay millones de caricias que alimentan la vida".

Al mejor padre del Mundo

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domingo, 12 de junio de 2016

HAY UN MADRID



    Amo Madrid como si hubiese nacido en su seno.Tanto como si por arte de magia fuera yo un sobreviviente, héroe del dos de mayo, es decir, gato gato, o fuera yo el Pichi o el Felipe de mi vida. Amo el Madrid de Carlos III y el actual. El de Doña Rosa que va con su perro a que se lo bendiga San Antón y el de Manolo esperando paciente toda la noche en vela para abrazar al Cristo de Medinaceli. Sencillamente amo Madrid con un amor entero exigiéndole a cambio solamente su señorío y la gracia cotidiana.
    Lo amo cuando Madrid es urgente alrededor de lo nuevo y hasta cuando Madrid es San Isidro y en Las Ventas se produce el holocausto de reses sin culpa. Lo amo cuando Madrid es Cibeles y es Neptuno festejando un balón. Incluso lo amo cuando se convierte en víctima como objetivo en forma de coche bomba que los criminales de la ETA hacen estallar en cualquier inocente calle. Quizás en estas circunstancias es cuando más lo amo, por su entereza, dignidad, paciencia y grandeza de llegar a perdonar lo imperdonable.
    A pesar de no haber nacido en Madrid y de ser un activo fiscal de los extremos, en cualquier ciudad que visito, llámese New York, Lima o Buenos Aires o cualquier otra adonde encuentre un paciente "escuchador", me descubro hablando de Madrid, y el hacerlo me provoca una cierta inquietud porque inconscientemente tiendo a caer en lo que más procuro evitar, el fanatismo, pero finalmente me resigno y lo acepto porque se trata de Madrid y el amor me lleva a justifiar el desvarío. Por fortuna este tipo de exceso es inocuo porque responde a un sentimiento cabal, sin fisuras, auténtico como la calle de Alcalá o como el oso que se atiborra de madroños en la Puerta del Sol.
    ¡¡Ojo!!, no piense el lector que vivir en Madrid es dormir cada noche en un lecho de rosas. Nada de eso, y si no que intente atravesarlo con su coche un viernes a las seis de la tarde. A las seis en punto de la tarde, cuando son las seis en todos los relojes y se abren las puertas de todos los corrales y salen desbocados al ruedo del fin de semana los impacientes morlacos del hastío. Aplastan Madrid, ahogan Madrid, aturden Madrid. ”¡Ay qué terribles seis en punto de la tarde del viernes por la tarde!". A lo lejos espera la gangrena, el yodo, el asombro y el sonoro rubí giratorio del Samur. Aunque Madrid no sea un lecho de rosas y sean terribles esas seis en punto de la tarde del viernes por la tarde, aunque espere sin prisas la gangrena...
    Amo Madrid, inevitablemente, inexorablemente.
"Hay un Madrid que se apaga,
hay un Madrid que se quema,
hay un Madrid que se queda
y hay un Madrid que se va.

Hay un Madrid que se entrega
y hay un Madrid que resiste,
hay un Madrid que no existe
y hay un Madrid que es verdad.

Hay un Madrid con ventanas
y otro con puertas abiertas
y hay un Madrid siempre alerta,
aunque digan que no está.

Hay un Madrid con gigantes
y hay un Madrid con enanos
y hay un Madrid con hermanos,
que no se han visto jamás.

Hay un Madrid que se sube
a los muros del cariño,
y ese Madrid es un niño
que no sabe adónde va.

Hay un Madrid que se baja
en la mitad del camino,
sin importarle un comino
lo que le pueda pasar.

Hay un Madrid que respeta
y hay un Madrid insolente,
uno que muestra los dientes
cuando lo quieren tocar.

Hay un Madrid que es culpable
y hay un Madrid inocente;
hay un Madrid diferente
que no se puede explicar. 

Hay un Madrid de ""Don Juanes""
y hay un Madrid de impotentes
y un Madrid indiferente
al que todo igual le da.

Hay un Madrid conformista
y hay un Madrid poderoso.
Hay un Madrid caprichoso,,
al que nada bien le va.

A veces es un infierno
y a veces un paraíso,
a veces un indeciso
que no atina a reaccionar.

A veces en plena calma,
hay un Madrid que revienta
a veces sin darse cuenta
que se pueda lastimar.

Un telegrama que llega
y hay un Madrid de esperanza
y el Madrid de la añoranza,
empieza a quedar atrás...

Hay un fecha marcada,
una que dice ""mañana""
y hay un Madrid con campanas,
que se han echado a volar...


Entonces, suenan canciones...
entonces, vuelan palomas...
y hay un Madrid que se asoma,
cual si fuera Navidad...

Es el Madrid que me gusta
y es el Madrid que me entrego,
es el Madrid que yo quiero...
conmigo siempre llevar."

Alberto Cortez


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