"Lo importante no son los años de vida sino la vida de los años".

"Que no os confundan políticos, banqueros, terroristas y homicidas; el bien es mayoría pero no se nota porque es silencioso.
Una bomba hace más ruido que una caricia, pero por cada bomba que destruye hay millones de caricias que alimentan la vida".

Al mejor padre del Mundo

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martes, 20 de marzo de 2018

POLITICOS IMBÉCILES


Si, decididamente, los políticos son unos verdaderos imbéciles y sino veamos las técnicas que usan contra la ciudadanía que no hacen sino poner de manifiesto eso, su total imbecilidad.

1- Distraen. Hay cientos de decisiones que no gustan y que se deben tomar mientras los demás no miramos. Eso se consigue mediante la información tóxica. Lo bueno de que tengamos tanta información es que los imbéciles pueden camuflar algo importante (por ejemplo, aumentar los impuestos) entre distracciones (esas noticias de relleno de cualquier periódico o esas secciones sin sentido dentro de los telediarios que le roban minutos a las noticias).

2- Crean problemas para solucionarlos. En marketing se conoce como la creación de necesidades y los grandes imbéciles parecen saber de esto. Si, por ejemplo, consigues que haya violencia en las calles (mediante declaraciones, uso de la policía, medidas que afecten a un sector de la población…) tendrás el apoyo para que el control de las calles sea mayor para garantizar la seguridad. Muchas veces, en vez de provocar directamente se aprovechan de las situaciones.

3- Van poco a poco. Subir los impuestos muy rápido provocaría un enfado colectivo, cambiar de modelo educativo de raíz provocaría un enfado colectivo y, en general, ser demasiado radical provoca un enfado colectiva. Ir poco a poco, año a año, enfadará a muchos menos, aunque el daño sea el mismo.

4- Aplazan el sacrificio. Las decisiones impopulares deben presentarse como “dolorosas y necesarias” (si eres español sabrás quien ha mencionado esto más de una vez). El tomar medidas malas por necesidad, hace caer en la ingenuidad de que todo irá a mejor gracias a estas medidas. Cortarte un brazo porque te ha mordido un perro con rabia es algo doloroso y falsamente necesario para tu supervivencia sin embargo el haber usado una vacuna era mucho más sencillo aunque algo más caro.

5- Infantilizan a quien hablan. La publicidad suele usar un lenguaje infantil para provocar reacciones infantiles. Si tratas a alguien como un niño es más fácil que reaccione como un niño. Y los niños no tienen ese sentido crítico que hace falta para que no se aprovechen de ti.

6- Usan las emociones frente a la razón. Las emociones son la debilidad de la razón. Jugar con el miedo, la felicidad, el ansia o el éxtasis teniendo una posición dominante hace que sea más fácil que quien lo escuche sea más emocional que racional. Somos personas, e imbéciles o no, nuestro corazón mueve mucho más que nuestra mente.

7- Crean y fomentan personas ignorantes. Una mala educación provocará un mal análisis de la realidad y esto provocará que los imbéciles sigan decidiendo. Por eso la educación sufre más reformas que ninguna otra área en nuestra democracia.

8- Ponen de moda lo vulgar. Si los modelos a seguir son personas llanas, sin estudios, vulgares y que gracias a ello ganan dinero se crea una sociedad llana, sin estudios, vulgar y con nulo sentido crítico. Venga, pensemos mentalmente en una cadena de televisión española que estimule esto... Exacto!

9- Culpan a la gente. Si la única culpa es de la ciudadanía y no de ellos, los imbéciles, las críticas irán dirigidas a la gente. Las causas pueden ser la falta de inteligencia, de capacidades o por vivir por encima de sus posibilidades. Al final, el objetivo, es el de inhibir cualquier acción de la sociedad contra los imbéciles.

10- Conocernos mejor que nosotros mismos. La mayoría de las personas no saben porque son inseguros, la mayoría de los grandes imbéciles si saben porque la gente es insegura. La psicología no es una rama que se trate así como así en la educación así que ya te puedes hacer una idea de lo poderoso que es conocer a la gente mejor que lo que ellos mismos se conocen.

Ahora bien, esta imbecilidad de nuestros próceres no nos exime a nosotros de la misma, seguimos votando, siempre votando a imbéciles...



Ya lo avisaba el célebre Manolito Gafotas cuando le tocaba hablar de su hermano. «El Imbécil», con su inseparable chupete, aún hoy sigue conquistando a todos aquellos osados que deciden sumergirse en sus páginas. No obstante, si la realidad supera a la ficción, es preciso afirmar que pocas veces nos encontraremos con un imbécil tan afable. Más bien, ninguna. Ya que el apelativo sirve para señalar al individuo que aúna dos cualidades indispensables: ser estúpido y tener mala leche.

Tal y como señala Pancracio Celdrán en «El Gran Libro de los Insutos», publicado por la editorial La Esfera, la ofensa alude también del sujeto que con su mala sombra y mala baba acarrea problemas y causa daño. Un tipo alelado y débil mental, escaso de razón, que empezó a ser nombrado así desde principios del siglo XVI.

Sin embargo, fue el mallorquín Ramón Llul a finales del XIII en sus Proverbis quien usa el término de forma conceptual:

'Imbécil es el asno que anda muy cargado y que pretende correr'.

Su origen etimológico deriva del latín imbecillis (débil). «Flojedad que trasciende al espíritu, en cuyo caso el imbécil es un cretino, cabeza hueca, disminuido en su facultad de pensar. El Diccionario de Autoridades (1726) acentuaba la palabra en la sílaba última: imbécil, y no le daba otro significado que el que tenía en latín», resume el autor.

Covarrubias dice en su Tesoro (1611) referido a la mariposa:

Es un animalito que se cuenta entre los gusanitos alados, el más imbécil de todos los que puede haber. Tiene inclinación a entrarse por la luz de la candela, porfiando una vez y otra, hasta que finalmente se quema. Y por esta razón el griego le dio el nombre piraustes (…) Díxose mariposa, quasi maliposa, porque se asienta mal en la luz de la candela donde se quema.

A pesar de su largo recorrido, Celdrán explica que no fue voz utilizada como insulto hasta mediados del XIX, por contaminación semántica del francés, lengua en la que el término tenía las connotaciones modernas.

Serafín y Joaquín Álvarez Quintero escriben a principios del siglo XX:

Mira el "malaje"; mira el mal hombre. ¡Quién nos lo iba a decir! ¿Quién podía pensar que a la chita callando, eso es lo que de verdad era, eso: un imbécil...? ¡Vivir para ver!







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