A MI HERMANA: HEROÍNA DE BANDERA
(Basado en la letra de "Afiches", de Homero Expósito)
Con aire de maldad,
viene a tu vida una cruel enfermedad
y una sentencia en forma de impiedad
nos rompe la ilusión,
nos quiebra el corazón...
Y apareces tú
dándonos muestras de una inmensa gratitud
cargándote otra vez la cruz.
¡Y con caridad, te ríes, corazón!
¡Dan ganas de inmolarse en un rincón!
Cuando acaricio yo tu piel,
tu piel guerrera...
deseo que vuelvas a ver,
el mar, el sol, la primavera...
¿Pero qué?
si están tus cosas pero tú te vas,
eres, por siempre, para todos ya,
una heroína de bandera...
¡Luché a tu lado, para ti,
por Dios, y te perdí!
Infancia en un hogar...
Desde muy niños, compartimos ese hogar!
Hoy se nos gastan las sonrisas al luchar,
luchar para salir,
luchar para vivir...
Luego la verdad,
que es restregarse con arena el paladar
y ahogarse sin poder gritar.
Recuerdo yo ese hogar, hogar lleno de amor...
¡Dan ganas de inmolarse en un rincón!
Cuando acaricio yo tu piel,
tu piel guerrera...
deseo que vuelvas a ver,
el mar, el sol, la primavera...
¿Pero qué?
si están tus cosas pero tú no estás,
eres, por siempre, para todos ya,
una heroína de bandera...
¡Luché a tu lado, para ti,
por Dios, y te perdí!
A Myriam, de su hermano Felipe Pinto.
Algo gigante dentro de nuestro ser se ha roto con tu partida. Pensamos en ti sin concebir que ya no estés entre nosotros.
Te has ido cuando, en el fondo y dada tu lucha y el apego a la vida que profesabas, guardábamos la esperanza de que salieras de esa dura enfermedad y de que íbamos a brindar juntos por la victoria.
En nuestro interior aun nos costará tiempo entender que el Todopoderoso necesitara otro ángel y te llamara, justamente a tí, a su lado tan joven aun y con tantas ganas de vivir que tenías.
Tu sonrisa y tu infinita bondad ahora se convierte en imborrable recuerdo. Las lágrimas salen solas sin hacer caso a la reflexión de que ahora estás mejor y en paz absoluta.
Gracias por tu ejemplo de vida, de lucha y amor a los tuyos, gracias por esos dos hijos que nos dejas, gracias por la unidad familiar que has propiciado y gracias por el amor que dejas. Ahora nos toca rogarte que nos des fuerza y valor para entender que tu adiós no va a ser en balde.
Desde hoy vives en los corazones de quienes te queremos y los ojos se nos nublan por un llanto, quizás bastante egoísta por nuestra parte.
Hermana querida, nos queda el consuelo de que ya no sufres y que allí donde estás nos vas a ayudar en esta vida terrenal y que nos estarás esperando cuando llegue el momento de nuestra partida.
Mientras, te vamos a seguir queriendo, si cabe, aun más y te vamos a llevar en todo momento de nuestra vida en lo más profundo de nuestro corazón.
Hasta siempre, mi niña... ❤
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