Apretando entre los labios, el cigarro de la vida,
con mirada algo borrosa, y un poco torpe mi andar,
doblo la esquina de casa y borracho de recelos,
como volcando veneno, hoy me pongo a recordar.
Viejo tiempo de mi infancia donde di mi primer paso,
quiero vivir tus recuerdos felices que no volverán.
Con heridas en el pecho, con el alma hecha pedazos,
espero conseguir tu abrazo de dicha y felicidad.
Aprendí todo lo bueno, aprendí todo lo malo.
Sé del beso que se compra, sé del beso que se da;
del amigo que es amigo siempre y cuando le conviene,
y que solo siendo rico intereso a los demás.
Aprendí que en esta vida hay que llorar, si otros lloran,
y si el rebaño ríe uno se debe reír,
sin pensar, ni equivocado, ¿para qué?, si eres coherente
estarás corriendo el riesgo de que te llamen «gil».
Cuando traté de ser bueno, en mi cara se rieron,
cuando grité una injusticia, el poder me hizo callar.
La experiencia es mi amante, el desengaño mi amigo.
¡Los momentos tienen contra y siempre esa contra se da!
Ya no creo ni en mí mismo, para que, si todo es falso
y cuando uno llega a lo alto, se lo comen los demás.
Por eso no sería extraño que una noche, borracho,
intentara revolverme con quien hizo tanto mal.
Aprendí todo lo bueno, aprendí todo lo malo.
Sé del beso que se compra, sé del beso que se da;
del amigo que es amigo siempre y cuando le conviene,
y que solo siendo rico intereso a los demás.
Aprendí que en esta vida hay que llorar, si otros lloran,
y si el rebaño ríe uno se debe reír,
sin pensar, ni equivocado, ¿para qué?, si eres coherente
estarás corriendo el riesgo de que te llamen «gil».
Francisco Gorrindo «Froilán».
Adaptación: Felipe Pinto.
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