Estamos descubriendo ahora que los niños del franquismo éramos unos tarados oprimidos por la disciplina del régimen, educados en la ignorancia, lastrados para el futuro. Nuestra infancia, para algunos, debió ser el espejismo de un tiempo oscuro.
Eramos pobres tarados que merendábamos pan con fuagrás, con miel o con aceite y azucar y con terrosas onzas de chocolate Matías López o de La Campana de Elgorriaga, que escuchábamos en la radio las aventuras de Diego Valor, piloto del espacio, que leíamos las aventuras del Guerrero del Antifaz, El Jabato, El Capitán Trueno y el TBO. Que veíamos la tele en blanco y negro y con solo dos canales y por ello estabas obligado a tragarte Rin Tin Tin, Bonanza, Daniel Boone, Los Picapiedra, Cesta y Puntos o Antena Infantil. Que comíamos pipas, regaliz, caramelos sacis, chicle Bazooka y bolitas de anís que nos vendía el pipero a la puerta del colegio, por cierto que ninguno fue por esto, ni obeso ni anoréxico. Los chicos jugábamos a las canicas, a las chapas o a la guerra de castañas, también a la pelota, alguna de ellas de trapos atados por cuerdas, y las niñas jugaban con muñecas y saltaban a la comba y nos juntábamos en juegos como "policías y ladrones", "el rescate" o "el balón prisionero".
Los justos regalos que recibíamos eran excepcionales y solo en nuestro cumpleaños o por Reyes Magos, donde algunos teníamos la suerte de recibir algo que durante todo el año veíamos en los escaparates de las jugueterías.
Fuimos tan tarados que aguantamos sin secuelas de por vida los capones y regletazos en el colegio, lanzamientos de drones en forma de zapatillas y el dominio de los mayores.
Aprendimos la lista de los reyes godos para ejercitar la memoria, al igual que los afluentes de rios por ambas márgenes y los partidos judiciales, los dictados eran una prueba de ortografía básica, las raíces cuadradas había que resolverlas sin calculadora y traducíamos del latín La Guerra de las Galias.
Y si suspendías en Junio, te perdías las vacaciones. Tras ello, muchos acabaron en la Universidad, y muchos más aprendieron un oficio, iniciado como aprendices.
Así estábamos de tarados que es lo que pretenden hacernos creer algunos que, criados en una sociedad opulenta, sin más valores que el logro del éxito en forma de dinero y que confunden nuestra feliz infancia con tiranía y sometimiento.
Nuestro mayor pecado fue no valorar el enorme esfuerzo de unos padres que nunca habían tenido vacaciones en su niñez y fracasamos al querer proyectar sobre nuestros hijos una permisividad que a nosotros nunca nos habrían tolerado.
Fuimos tan tarados que ahora nos sorprende ver cómo esos retoños, criados en un mundo de solo derechos y ninguna obligación, se alzan contra la sociedad que les ha permitido disfrutar de lo que jamás tuvimos nosotros.
Es el triste final de acto en la tragedia cíclica de nuestra Historia donde los enfrentamientos son más frecuentes que los encuentros, donde la envidia supera el aprecio, donde personajes de inanes trayectorias personales, pretenden dirigir las vidas de los demás para imponer su fantasiosa sociedad soñada.
Así fue nuestra "indeseable" infancia y que a pesar de ello, ningún trauma nos achica, ningún complejo nos corroe y además creo que la inmensa mayoría de los "tarados" estamos muy, pero que muy orgullosos de que nos tocara haberla vivido en esa época "opresora" y haberlo superado con creces.
¡ Con dos co...razones ¡
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