No digo te quiero mucho, por qué ese mucho tiene fin y poco, muy poco, para tu grandeza, abarca.
Te quiero en altiva figura, con paso lento a tu destino universal, infinito.
Te quiero para destruir con firmeza las depresiones que te invaden, para soldar con mis actos de vida, la, hoy, ausencia de tu escudo de Imperio.
Te quiero para grabar águilas en un espacio de mi pecho, para curar tu tristeza con ternura, cuando amaneces, en sol, aborrecida o en días lluviosos, olvidada.
Te quiero para contarte cada secreto, cada pecado, para tartamudear cuando me miras, para abrazar tus espinas clavadas.
Te quiero para llenarme las venas con tu sangre y el alma con tus proezas y gestas, para que midas los límites de mi piel y el ancho de mis miedos.
Te quiero para creer que hay mil vidas y seguirte en todas ellas, para sentir tus colores de oro y de fresa.
Te quiero para recoger tus lágrimas, guardarlas con celo y por fin, hallarte ligera, ondeando en la brisa y orgullosa, siempre volando nuestro suelo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario