Las nuevas generaciones deben abrir los ojos y avanzar cultivando los valores de la familia, del amor, del sentimiento, del trabajo y de la honradez, teniendo claro que la mayor riqueza humana reside en su moralidad, en la tranquilidad de conciencia, en la marca y cumplimiento de deberes y en la realización de acciones de bien y nunca en el conformismo, la envidia, la dejadez o en lo material.
Tomemos el camino que nos lleve a ser una sociedad con una moral verdadera, donde las libertades individuales primen ante las prohibiciones. No hay mayor felicidad interna en el ser humano que la que se siente al ayudar al necesitado o al compartir con el prójimo, mantel, diferentes sensaciones, buenos momentos… Pero ello debe realizarse desde la voluntad libre de cada individuo, nunca ser impuesto por nadie, porque eso es lo que, en realidad, quieren imponer con su agenda, esa trampa que nos promete ser la gran panacea para llevarnos a una vida contemplativa, sana y feliz, algo nada más lejos de lo que en realidad nos espera.
No dejemos arrebatar a nuestros hijos y nietos, la esperanza de un futuro mejor.
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