LA ESPERANZA PARA NUESTRA LIBERTAD
EL PELIGRO, EN TITULARES
- NUEVO ORDEN MUNDIAL.
(APOYADO POR LOS PARTIDOS TRADICIONALES COMO PP, PSOE, NACIONALISTAS O COMUNISTAS).
- GLOBALISMO.
(DOMINIO DEL MUNDO POR EL GRAN CAPITALISMO APOYADO POR EL NUEVO COMUNISMO).
- MIGRACIÓN ILEGAL.
(GUERRAS CULTURALES Y DESTRUCCIÓN CULTURAS OCCIDENTALES).
- LA GRAN MENTIRA SOBRE LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD.
(LA LEYENDA NEGRA).
- LA DEPENDENCIA DEL HOMBRE A LOS ESTADOS.
(PAGA MÍNIMA VITAL Y SUBSIDIOS A INMIGRANTES ILEGALES).
- LA ELIMINACIÓN DE LA PROPIEDAD PRIVADA.
(PREMIO AL MÍNIMO ESFUERZO).
- LA EXALTACIÓN DE LAS MINORÍAS.
(NORMALIZACIÓN DE LA ANTI NATURALEZA).
- CULPABILIDAD AL HUMANO DE LOS CAMBIOS CLIMÁTICOS.
(A LO LARGO DE LA HISTORIA HAN EXISTIDO MILLONES DE CAMBIOS CLIMÁTICOS EN LA TIERRA Y AÚN SIN QUE EXISTIERA EL HUMANO).
- COLABORACIÓN A QUE SUCEDAN DESASTRES MATERIALES Y HUMANOS CON LA EXCUSA DEL ECOLOGISMO.
(DESTRUCCIÓN DE PRESAS Y FALTA DE DESBROCE).
- EL IMPULSO AL MIEDO A PANDEMIAS.
(CREADAS POR LAS FARMACEÚTICAS).
- CAMBIOS DE LAS FORMAS ALIMENTARIAS. (ELIMINACIÓN DE AGRICULTURA Y GANADERÍA E INCLUSIÓN DE LOS INSECTOS)
- CENSURA DEL PENSAMIENTO LIBRE Y DE LA INFORMACIÓN.
(ACAPARAR EL PODER DE LOS MEDIOS Y CONVERTIR LA VERDAD EN BULO).
- LA IMPLICACIÓN DE ESTADOS EN EL NARCOTRÁFICO MUNDIAL.
DESARROLLO
El NOM nos presenta la paradoja de una máxima regulación gubernamental a través de una copiosa legislación fiscal, laboral y económica, en la que se llevan a cabo, incluso, rescates y participaciones públicas en empresas privadas, a la vez que hacen inevitables las interferencias desde las grandes corporaciones para condicionar las políticas públicas.
Las puertas giratorias no sólo consisten en personajes que entran y salen de los consejos de administración de grandes empresas y los puestos políticos del Estado. Se está construyendo un nuevo compromiso entre corporaciones y gobiernos en el que ambas partes trabajan para unos mismos intereses, que ya no son, ni los de los accionistas o ahorradores, ni los de los ciudadanos de a pie, sino los de las élites del nuevo orden mundial. En este caldo de cultivo no es de extrañar que estén cómodos tanto la ultraizquierda como el gran capital. El capitalismo necesita del concurso del Estado para salvarse de sí mismo y el socialismo ha encontrado su justificación tras la caída del Muro, jugando a transformar al capitalismo a través de ese mismo Estado.
No, no es una locura que dos fórmulas aparentemente antagónicas e históricamente enfrentadas tengan un mismo denominador común y acaben compartiendo objetivos. Ambos lados coinciden hoy en rechazar de manera general todas las instituciones y comunidades naturales, como la nación y la familia, o los referentes religiosos y las identidades históricas. Para ellos, las naciones, los sexos, las razas y las familias tradicionales, no deberían existir es más, nunca deberían haber existido, porque son los responsables del colonialismo, la homofobia, el racismo, el patriarcado y la discriminación de cuanta minoría existe.
Para el capitalismo de este nuevo siglo XXI, sólo debe primar el individuo. Un individualismo que, en vez de poner el acento en la libertad, como hacía una buena parte del pensamiento liberal clásico, lo pone en el consumismo. La realización del hombre consiste en satisfacer sus deseos materiales, comprar productos, tener cosas, ser popular, darse caprichos, estar a la última moda…
Todo lo basan en una sociedad de consumo, una sociedad tecnológica y una sociedad atomizada en el marco de un mercado global que la Agenda 2030, la disfraza como inclusiva, sostenible, social y ecológica, pero que en realidad esconde una planificación económica diseñada desde las grandes corporaciones, que aspira a hacer evolucionar el capitalismo industrial y financiero hacía un capitalismo de Estado en el que lo público y lo privado está sometido al mismo centro de poder.
En el otro lado, en el lado socialista de la moneda, se pone el acento, no en la justicia social, sino en el igualitarismo. El comunismo actual ya no cree en la colectividad como unidad social, cree en la fragmentación de la sociedad en minorías identitarias y concibe la igualdad como un derecho a consumir. El igualitarismo que se propugna desde la ultraizquierda consiste en lograr que todos tengan la misma oportunidad de comprar productos, de tener cosas, de darse caprichos, de estar a la última… y para ello es preciso redistribuir la riqueza entre todos los consumidores del mundo a través de rentas, pagas o subsidios vitalicios, prestaciones públicas, contemplados para una inmigración masiva.
Hoy, los trabajadores en Occidente ya no son proletarios, sino miembros de una clase media que aspira, no a revoluciones comunistas, sino a vivir cada día mejor gracias a la propiedad privada acumulada con el sudor de su frente y por sus ahorros, por lo que, el comunismo, tiene que buscar nuevos objetivos para su supervivencia.
A las corrientes de este nuevo capitalismo de Estado en ciernes les conviene liquidar los marcos comunitarios tradicionales para lograr un ciudadano del mundo disuelto en la masa y contemplado, bien como individuo consumidor, productor y contribuyente, o bien como ser humano sin arraigo integral, perteneciente tan sólo a una categoría racial, sexual, cultural, económica o estética. Un hombre sin sentido de transcendencia al verse privado de su dimensión social, sin otro destino que ver su deseo particular satisfecho. Un hombre que, gracias al individualismo e igualitarismo impulsado por la agenda globalista, esta inerme ante los poderes económicos, perdido en la desinformación de las nuevas tecnologías de la comunicación, anestesiado por el entretenimiento de masas y mercantilizado como productor y consumidor. Un hombre que se encuentra en la soledad moral, sin referente ni arraigo, que se enfrenta a un vacío muy duro de pensamiento.
Esta pinza entre individualismo e igualitarismo, entre capitalismo y socialismo, resulta muy eficaz, ya que fingiendo salvar al mundo de un desastre climático y trabajar para poner fin a la pobreza, y mejorar las vidas y las perspectivas de las personas, sin dejar a nadie atrás, está logrando realizar una empresa de ingeniería social para modificar nuestros hábitos de consumo, nuestra forma de relacionarnos, las formas de inversión económica, el papel social del trabajo y el ahorro y a replantear lo que denominan el contrato social que mantiene la población civil con los gobiernos, poniendo en manos de unas élites opacas nuestros destinos.
El sometimiento de la ONU a la Agenda 2030, lo hallamos claramente en el discurso que dirigió António Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas, en una de las últimas reuniones del Foro de Davos: “El Gran Reinicio es un reconocimiento de que esta tragedia humana debe ser una llamada de atención. Debemos construir economías y sociedades más equitativas, inclusivas y sostenibles, que sean más resistentes a las pandemias, al cambio climático y a los muchos otros cambios mundiales a los que nos enfrentamos».
Viendo quienes están sacando el mayor beneficio de la globalización, y también de la pandemia, grandes empresas tecnológicas, farmacéuticas, energéticas, fondos de inversión, magnates como Bill Gates, Soros.., cada día más fuertes, nos quedamos asombrados ante la credulidad de la gente que se sigue tragando el cuento que relata ese capitalismo inclusivo y más consciente, sobre que va a crear nuevos “valores” para la sociedad y el medio ambiente y al que los comunistas españoles apoyan porque va dirigido a ser un capitalismo de Estado, en el que ellos aspiran a coordinar un ejército de burócratas cuya tarea principal será conseguir recaudar y administrar los fondos necesarios para financiar su Agenda globalista, todo en nombre de un falso nuevo orden mundial que se tacha de querer hacer un mundo más justo, con menos desigualdades, medioambientalmente saludable, inclusivo y sostenible, pero que será pagado por la clase media occidental, lo que la derivará a su desaparición para formar parte, entonces, de la de más bajo nivel.
El fenómeno de la igualdad siempre debería ser tratado como un objetivo de igualarse en la riqueza de las personas, nunca en la pobreza como propugnan las tesis marxistas, hoy aceptadas, con la cabeza gacha, por las derechas tradicionales, en un nuevo comportamiento de sumisión y cobardía, como así ha ido sucediendo a lo largo de la historia.
Todo se asemeja un poco a aquellos tiempos donde los jóvenes burgueses del Mayo del 68, reclamaban tanta libertad como rechazaban responsabilidad y eran incapaces de entender nada, tomando modelos a Mao, al Che, proclamándose trotskistas o seguidores de Negri y aplaudiendo a los pistoleros de las Brigadas Rojas. Al fin y a la postre, nunca dejaron de ser los hijos de papá que veían la revolución como un juego. Yo, en España, lo mismo sucede con las bases de Podemos o Sumar, los auténticos tontos útiles del gran capital, esos que acudieron a Vallecas a soltar ladrillazos contra simpatizantes y líderes de VOX, sin enterarse de que el fascismo no existe ya, que el único peligro es ese capitalismo de Estado en manos de las grandes corporaciones al que sirven sus líderes, que les va a arrojar migajas para que puedan vivir como miserables cobrando una paguita o les va a permitir “okupar” la casa de otro, mientras la clase media paga todos los platos rotos y los fondos de inversión de los Rothschild y los Rockefeller de turno se llenan los bolsillos a costa de hacerse dueños de todo el tejido productivo de la nación. Pero, bueno, al menos “ya seremos iguales a la clase media…” ¡Si, borricos, pero por abajo, no por arriba!
En los países desarrollados, la clase media está siendo sido castigada por mayores tasas de paro y un nivel de vida que no ha crecido en los últimos 20 años, a la vez que sufre una descomunal presión fiscal para sostener el Estado del bienestar. Los hijos de esta clase media ven cómo cursar estudios universitarios no sirve ya para encontrar un puesto de trabajo, licenciados en derecho y económicas ya ni siquiera pueden aspirar a ocupar puestos en una entidad bancaria que antes desempeñaban contables o un simple comercial con bachillerato. Trabajadores manuales especializados superan en ingresos a la mayoría de titulados universitarios, pero los trabajadores no cualificados deben competir con la mano de obra barata de la inmigración en masa. La globalización también acaba por perjudicar a los trabajadores cualificados, al transferir las actividades de producción a lugares con mano de obra más barata, obteniendo así las empresas de Occidente un menor coste, lo que aumenta su cuenta de beneficios, a la vez que, trasladando sus tecnologías más avanzadas a otros países, alimenta una mayor competencia de éstos contra la industria y comercio occidentales.
No hay duda, en el reordenamiento económico y político actual la gran perdedora es la clase media occidental, atrapada entre la ultraizquierda y el gran capital. Millones de trabajadores y ahorradores se sienten inseguros sobre lo que puede deparar el futuro, porque la globalización ha quebrado un sistema basado en la comunidad nacional y las élites económicas ya no tienen ningún vínculo de solidaridad con ellos, al pertenecer a un nuevo establishment mundialista. Tampoco encuentran amparo en sus dirigentes políticos, ya sean de izquierdas o derechas, porque están más dispuestos a servir a los intereses de la oligarquía que crece en torno a la ONU y el Foro Económico Mundial.
Los dos peligros que comparten en España el fervor por la Agenda globalista: el capitalismo del PP, PNV y JUNTS y el socialismo criminal de toda la izquierda, que contemplan a los ciudadanos de clase media, sometidos y aniquilados definitivamente tras quedarse con sus votos y con su patrimonio.
Tan solo queda la esperanza de una reacción pronta y valiente de nuevas agrupaciones patriotas, contrarias a toda esta sinrazón.
Bukele, Milei, Trump, Meloni y esperemos, que entre otros más, el grupo europeo “Patriotas por Europa”, liderado por Santiago Abascal, logren desmantelar la criminal agenda 2030 y puedan mantener la doctrina moral y racional en todo el mundo y conseguir que no se prive a la humanidad de su tesoro más preciado: LA LIBERTAD.
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