"Lo importante no son los años de vida sino la vida de los años".

"Que no os confundan políticos, banqueros, terroristas y homicidas; el bien es mayoría pero no se nota porque es silencioso.
Una bomba hace más ruido que una caricia, pero por cada bomba que destruye hay millones de caricias que alimentan la vida".

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domingo, 14 de septiembre de 2025

EL CINISMO Y LA INCOHERENCIA DE LA IZQUIERDA

EL CINISMO Y LA INCOHERENCIA DE LA IZQUIERDA. EL FEMINISMO Y EL LOBBY LGTB ANTE EL ISLAMISMO RADICAL.

La izquierda española y europea insiste en querer presentarse como abanderada de la mujer y del colectivo LGTB. Con campañas institucionales, con pancartas y con grandes dosis de propaganda, se erigen en guardianes de la igualdad. Sin embargo, esa imagen se desmorona cuando se observa la contradicción más flagrante de su discurso: la defensa, cuando no justificación, del islamismo radical.

El islamismo radical —no hablamos de religión, sino de una ideología totalitaria— condena de manera abierta a aquello que la izquierda dice defender. Para la mujer, significa sumisión legal y social, la pérdida de derechos básicos y, en muchos casos, la exposición a prácticas brutales como la mutilación genital, los matrimonios forzosos o las penas por “desobedecer” al varón. En numerosos países gobernados bajo la sharía, la mujer no es ciudadana de pleno derecho, sino un ser subordinado al hombre.

Respecto al colectivo gay, la incoherencia resulta aún más escandalosa. Mientras en Occidente se llega al extremo de perseguir cualquier crítica a las políticas LGTB, en gran parte del mundo islámico la homosexualidad se castiga con prisión, latigazos o incluso la pena de muerte. Allí no se trata de debates culturales o políticos: se trata literalmente de sobrevivir.

A esta doble moral se suma la hipocresía de la izquierda en su postura propalestina. Se rasgan las vestiduras con acusaciones de “genocidio” contra Israel, pero callan cuando la verdadera masacre la comete Hamás, que con, tan solo, liberar los rehenes podría terminar con el conflicto armado y que, además, utiliza a su propia población como escudos humanos, estrategia que sacrifica a civiles para mantener la narrativa victimista y que jamás es denunciada con la misma contundencia por quienes se autoproclaman defensores de los derechos humanos.

El silencio es igual de clamoroso en África. Allí, miles de cristianos son asesinados cada año por grupos islamistas radicales, en ataques que buscan borrar comunidades enteras por motivos religiosos. Sin embargo, la izquierda jamás habla de “genocidio” en este contexto. Las víctimas no encajan en su relato ideológico y, por tanto, son condenadas al olvido mediático y político.

Por tanto, la izquierda pretende hacernos creer que se puede ser a la vez feminista, defensor del colectivo LGTB y aliado del islamismo radical. Pero esa ecuación es imposible: son principios absolutamente incompatibles. El islamismo radical niega los derechos fundamentales que la izquierda dice defender. Sin embargo, por motivos ideológicos y electorales, la izquierda prefiere cerrar los ojos y abrazar a quienes representan todo lo contrario de la libertad.

Ante todo esto, hay que ser alto y claro: la defensa de la mujer, de los homosexuales y de los cristianos perseguidos no puede ser selectiva ni sometida a la corrección política. No se puede tolerar que en España se intente imponer un discurso que, bajo la bandera del multiculturalismo, nos pida aceptar prácticas y valores que atentan contra los derechos humanos más básicos.

El feminismo y el activismo LGTB de la izquierda han demostrado ser una fachada ideológica. Lo que les importa no son las mujeres, ni los homosexuales, ni los cristianos perseguidos, ni los palestinos muertos, sino el relato político. Y en ese relato, el islamismo radical, pese a ser el mayor enemigo de esas libertades, se convierte en “socio” por interés electoral y por cálculo ideológico, además de cierto miedo.

La incoherencia es tan evidente como peligrosa. Y es deber de quienes defendemos la libertad, la igualdad real y la dignidad de todos los ciudadanos, denunciarlo sin complejos.

Felipe Pinto

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