"Lo importante no son los años de vida sino la vida de los años".

"Que no os confundan políticos, banqueros, terroristas y homicidas; el bien es mayoría pero no se nota porque es silencioso.
Una bomba hace más ruido que una caricia, pero por cada bomba que destruye hay millones de caricias que alimentan la vida".

Al mejor padre del Mundo

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viernes, 19 de septiembre de 2025

PEDRO SANCHEZ: MENTIRA CORRPCON Y TRAICION

 


TEMARIO

Prólogo

- El personaje que dividió a España

- Mentir como estrategia, propaganda como método


Capítulo I – El presidente de la mentira

- Promesas imposibles: “Con Bildu no pactaré”, “No dormiría tranquilo con Podemos”

- La hemeroteca que lo persigue

- Del “no” a los indultos a la amnistía total

- Reforma laboral: el engaño de la “derogación”

- Impuestos, luz y economía: palabras contra hechos

- Cronología de las mentiras: lo dicho y lo hecho (recuadro destacado)

 

Capítulo II – El gafe nacional

- La pandemia mal gestionada

- La inflación descontrolada y la factura de la luz

- El Sáhara, Argelia y la pérdida de aliados

- Cataluña: cesiones que no trajeron paz

- La imagen de España en el mundo

- Recuadro: desgracias bajo el sanchismo (2018–2025        


Capítulo III – Corrupción en su entorno inmediato

- Begoña Gómez: negocios y tráfico de influencias

- David Sánchez: el hermano en Badajoz y Portugal

- El Fiscal General del Estado: un escudo politico

- El caso Koldo: mascarillas, mordidas y PSOE

- Clientelismo y uso del BOE

- Nota al pie: resumen de investigaciones judiciales abiertas


Capítulo IV – La gran hipocresía de la prostitución

- El suegro y los negocios vinculados a burdeles

- Begoña Gómez y Pedro Sánchez: beneficiados indirectos

- El discurso abolicionista: la doble moral

- Feminismo de pancarta frente a realidades ocultas

- Recuadro: la contradicción moral del presidente “abolicionista”


Capítulo V – El amigo del eje del mal

- Venezuela y Maduro: complacencia y guiños diplomáticos

- Irán: silencio frente a la represión de mujeres y homosexuals

- China: acuerdos opacos y dependencia tecnológica

- Rusia: tibieza con Putin hasta la presión de la OTAN

- Hamás: blanqueo y hostilidad contra Israel

- Nota al pie: posicionamientos de España en foros internacionales


Capítulo VI – España traicionada

- La amnistía como moneda de cambio

- Pactos con Bildu y ERC: de la negación a la sumisión

- Cesiones territoriales y fractura institucional

- El precio de mantenerse en el poder

- Cronología: de las promesas electorales a las cesiones reales

 

Epílogo – El juicio de la historia

- Mentira, hipocresía y corrupción como legado

- El gafe que debilitó a España

- La frase final:

 “La historia le juzgará como un corrupto, como un traidor, como un autócrata y como un opresor.”

 

Prólogo

Pedro Sánchez irrumpió en la política nacional como un personaje improbable. Llegó a la secretaría general del PSOE cuando nadie apostaba por él, fue expulsado de ella entre acusaciones de traición interna, y regresó de forma fulgurante para conquistar la presidencia del Gobierno a través de una moción de censura que cambió la historia reciente de España. Desde entonces, el relato de su carrera política es el de un líder que ha sobrevivido a base de contradicciones, giros radicales y un manejo sistemático de la mentira.

Lo que diferencia a Sánchez de otros dirigentes no es únicamente que mienta —todos los políticos lo hacen en mayor o menor medida—, sino la naturalidad con la que lo convierte en método de gobierno. Para él, la mentira no es un error ni un exceso de campaña: es una herramienta de poder. Dice lo que conviene en cada momento, aunque sea lo contrario de lo que afirmó el día anterior. Y cuando la hemeroteca lo acorrala, se refugia en un discurso frío, tecnocrático, que transforma la contradicción en “pragmatismo”.

Mientras tanto, España ha vivido una sucesión de crisis sin precedentes: una pandemia mal gestionada, una inflación galopante que arruinó a familias enteras, una factura de la luz que pulverizó récords históricos, una fractura territorial alimentada por concesiones a separatistas, un descrédito internacional por giros diplomáticos incomprensibles. A Sánchez se le ha acabado asociando a la mala suerte, como si fuera un talismán de infortunio. El presidente gafe.

Pero no todo se explica con la mala fortuna. En torno a Sánchez se ha construido un entramado de corrupción política y familiar, de hipocresía moral y de alianzas internacionales peligrosas que han debilitado a España. Sus vínculos con regímenes autoritarios, su complacencia hacia organizaciones como Hamás, su connivencia con los negocios de prostitución de su propio suegro, su utilización del BOE y de las instituciones del Estado como armas partidistas: todo dibuja el retrato de un presidente que no gobierna para España, sino para sí mismo.

Este reportaje es un ejercicio de memoria crítica. A través de las mentiras más evidentes, de las desgracias que se sucedieron bajo su mandato, de los escándalos de corrupción que salpican a su entorno inmediato, de la gran contradicción de la prostitución, de sus alianzas internacionales y de las cesiones que rompieron la unidad de España, el lector encontrará un mosaico inquietante.

 

Capítulo I – El presidente de la mentira

Pedro Sánchez ha hecho de la mentira su seña de identidad. En él, la promesa electoral nunca fue un compromiso con los votantes, sino un recurso táctico para ganar tiempo, sumar apoyos o neutralizar críticas. Desde que llegó al poder, la hemeroteca se ha convertido en su peor enemiga: basta con repasar sus declaraciones para comprobar cómo cada frase solemne, cada afirmación categórica, acabó siendo desmentida por sus propios actos.

Quizá el ejemplo más sonado sea el de Bildu. En campaña, Sánchez repitió hasta la saciedad que jamás pactaría con la formación heredera de la antigua Batasuna. “Con Bildu no vamos a pactar; si quiere se lo repito cinco o veinte veces”, sentenció con gesto solemne. La contundencia de aquella frase parecía cerrar para siempre la posibilidad de un acuerdo. Pero la realidad se encargó de desmentirlo: durante sus legislaturas, Bildu se convirtió en socio imprescindible para aprobar presupuestos, leyes y decretos. Lo que ayer era una línea roja infranqueable, hoy es una alianza estratégica.

No menos clamorosa fue su declaración en 2019: “No podría dormir tranquilo con ministros de Podemos en el Gobierno”. Una frase que apelaba a la responsabilidad, a la prudencia frente al radicalismo. Meses después, Iglesias ocupaba la vicepresidencia segunda y su partido controlaba carteras clave como Igualdad, Trabajo o Consumo. La tranquilidad del sueño se sacrificó en el altar de la aritmética parlamentaria.

Lo mismo ocurrió con Carles Puigdemont. Sánchez prometió traerlo de vuelta a España para que respondiera ante la justicia. No solo no cumplió, sino que terminó negociando con él desde Bruselas, otorgándole la llave de la gobernabilidad a cambio de una amnistía que borra de un plumazo sus responsabilidades. De perseguidor pasó a ser socio. De la justicia pasó a la claudicación.

En 2019 y 2020 fue tajante con los indultos: “No habrá indultos para los condenados del procés.” Un año después, el Consejo de Ministros, bajo su presidencia, los concedía. Y en 2023 fue aún más allá, impulsando una ley de amnistía para los mismos delitos que prometió castigar.

La reforma laboral es otro ejemplo de su forma de gobernar. Prometió derogarla “íntegramente”. La palabra sonaba rotunda. Sin embargo, la realidad fue una reforma parcial que mantuvo intactos los pilares fundamentales de la ley aprobada por el PP en 2012. En política, el matiz es muchas veces el disfraz de la mentira.

En materia económica, sus promesas se desmoronaron con la misma rapidez. “No subiré los impuestos a la clase media trabajadora”, repitió en campaña. España registra hoy la mayor presión fiscal de la democracia, con subidas de IRPF, cotizaciones sociales y nuevos gravámenes disfrazados de “tasas verdes” o “impuestos solidarios”.

Y, quizás, la mentira más palpable para los ciudadanos fue la de la factura de la luz. En septiembre de 2021, en plena escalada de precios, aseguró que a final de año los españoles pagarían lo mismo que en 2018. Lo dijo con convicción, como si dependiera de una decisión administrativa. La realidad fue la contraria: 2021, 2022 y 2023 registraron los precios eléctricos más altos de la historia. Los hogares lo notaron en cada recibo, las empresas en cada cierre.

Tampoco en política exterior se libró de la contradicción. Prometió defender la soberanía de Ceuta, Melilla y Canarias, y terminó entregando el Sáhara a Marruecos en una carta secreta, sin debate en el Congreso, rompiendo cuarenta años de política exterior consensuada. Una decisión que debilitó a España y fracturó las relaciones con Argelia, nuestro principal suministrador de gas.

Todo este cúmulo de contradicciones no es casualidad ni accidente. Es el reflejo de un estilo político basado en la mentira como estrategia. Sánchez dice lo que conviene en cada momento, sin preocuparse de la coherencia. Hoy afirma una cosa, mañana la contraria, y cuando se le recuerda la contradicción, se refugia en la palabra mágica: “responsabilidad”.

La hemeroteca no miente. El presidente sí.


Capítulo II – El gafe nacional

Hay dirigentes que parecen tocados por la fortuna, y otros que arrastran tras de sí una sombra de infortunio. Pedro Sánchez pertenece a este segundo grupo. Desde que llegó a la Moncloa, España ha encadenado crisis de tal magnitud que muchos lo señalan ya como un presidente gafe, un talismán de la desgracia.

La primera gran prueba llegó con la pandemia de COVID-19. España registró una de las tasas de mortalidad más altas de Europa y del mundo. El Gobierno tardó en reaccionar, improvisó medidas contradictorias y, lo más doloroso, nunca ofreció un balance oficial claro de fallecidos. Mientras se enterraban a miles de compatriotas en soledad, Sánchez se refugiaba en ruedas de prensa televisadas donde hablaba de “resistir” y de “salir más fuertes”. Los hechos desmentían el eslogan.

A la pandemia le siguió la crisis económica. El cierre de miles de pequeñas y medianas empresas, la destrucción de cientos de miles de empleos, el endeudamiento disparado hasta niveles históricos… Todo ello dejó una huella profunda. El Gobierno intentó camuflarlo con ayudas parciales y planes europeos, pero la realidad en la calle era la de familias arruinadas y negocios que no pudieron abrir nunca más.

La inflación fue otro golpe brutal. Los precios de los alimentos básicos subieron como nunca en décadas. El aceite, la leche, el pan, la fruta: la cesta de la compra se convirtió en un lujo. Y con ello, la promesa de que “nadie se quedaría atrás” quedó reducida a un lema vacío.

El precio de la luz simbolizó mejor que nada el carácter gafe del sanchismo. En 2021 aseguró que los españoles pagarían lo mismo que en 2018. La realidad fue la contraria: récord tras récord en la factura eléctrica, que golpeó tanto a hogares como a empresas, hasta el punto de convertir a España en uno de los países más caros de Europa en energía doméstica.

En el plano internacional, la mala estrella se confirmó con su giro unilateral sobre el Sáhara Occidental. Durante décadas, España había mantenido una posición de equilibrio, apoyando una solución bajo el paraguas de la ONU. Sánchez rompió esa tradición con una carta secreta a Mohamed VI en la que entregaba a Marruecos el apoyo al plan de autonomía de 2007. El resultado: ruptura de relaciones con Argelia, nuestro principal suministrador de gas, encarecimiento energético y desconfianza en Europa hacia la fiabilidad de España como socio.

Tampoco Cataluña fue una excepción. Los indultos a los líderes del procés y la posterior amnistía no trajeron la paz social prometida, sino que multiplicaron las exigencias de los separatistas. Lejos de cerrar heridas, las abrieron aún más, consolidando un clima de división y desconfianza.

Y por si todo esto fuera poco, la naturaleza se encargó de completar la imagen de ser un presidente auténticamente gafe. 

Durante su mandato han ocurrido verdaderas catástrofes en el mundo pero aún más si cabe en España: La pandemia, que desde marzo de 2020 hasta bien entrado 2022 tiñó de luto cada rincón de España, mostró no sólo la fragilidad de la vida, sino también la incompetencia de un Gobierno que llegó tarde y mal. Que encerró a la población, algo, más adelante, declarado inconstitucional. Además, mientras miles de familias lloraban a sus muertos, la sombra de la corrupción convirtió las mascarillas y respiradores en moneda de cambio de la desvergüenza de su gobierno.

La erupción volcánica en La Palma sepultó barrios enteros y obligó a miles de familias a abandonar sus hogares. La ayuda prometida por el Gobierno llegó tarde y mal, dejando tras de sí un reguero de frustración. El temporal Filomena paralizó Madrid y buena parte del país durante semanas, desnudando la incapacidad de las autoridades para prever y gestionar emergencias. Las riadas e inundaciones se repitieron en varias comunidades autónomas, causando numerosos fallecidos además de daños millonarios y ahí mostró otra vez la falta de previsión y de medios. “Si necesitan ayuda, que la pidan”. Los fuegos de nuestros montes, cada día más numerosos y letales, se ven envueltos en la sospecha de ser provocados por el interés global de utilizar los terrenos abrasados para la colocación de parques eólicos y placas solares. Tras las llamas no queda sólo la ceniza: queda la duda, el dolor de un paisaje mutilado y la sensación amarga de que la mano del hombre, disfrazada de progreso, ha vuelto a traicionar a la tierra que lo alimenta.

Con él, todo el sector productivo ha dicho basta. La agricultura agoniza, la ganadería se asfixia y la industria se desmorona. España avanza, de su mano, hacia la destrucción total de su riqueza y de quienes la sostienen con su trabajo.

España ha estado viviendo en estado permanente de catástrofe bajo el mandato de Sánchez.

Y la imagen exterior de España, cómo no, se resintió. De país respetado y fiable, pasó a ser percibido como un socio inestable, con un presidente capaz de cambiar de posición en cuestión de horas. En Bruselas, en Washington, en las cancillerías europeas, Sánchez dejó la impresión de ser un político volátil, oportunista, capaz de cualquier cosa por mantenerse en el poder.

¿Es mala suerte? ¿Es incompetencia? ¿O es una combinación letal de ambas cosas? Lo cierto es que, bajo Sánchez, España ha encadenado pandemia, crisis económica, inflación desbocada, factura eléctrica descontrolada, ruptura de alianzas internacionales, fractura territorial, erupciones, temporales y catástrofes naturales que se gestionaron tarde y mal. Una sucesión de desgracias que difícilmente puede atribuirse solo al azar.

De ahí que muchos españoles lo perciban ya no solo como un presidente mentiroso, sino como un gafe nacional. El hombre que prometía estabilidad y progreso ha terminado simbolizando la incertidumbre y la desgracia.

 

Capítulo III – Corrupción en su entorno inmediato

Si la mentira es la primera marca de Pedro Sánchez, la corrupción es la segunda. Su gobierno ha estado rodeado de escándalos, y lo más grave: muchos de ellos afectan no solo a su partido, sino también a su entorno más cercano, hasta su propia familia.

La corrupción en tiempos de Sánchez no es la del maletín escondido ni la del sobre bajo la mesa. Es más sofisticada, más institucionalizada: consiste en colocar a los propios en los resortes del Estado, manipular organismos públicos al servicio del poder, repartir contratos a dedo y blindar judicialmente a quienes puedan comprometerle.

Pero también incluye episodios turbios que rozan lo grotesco, como el uso de la tragedia de la pandemia para enriquecerse a través de comisiones ilegales.

La esposa: Begoña Gómez

Begoña Gómez, esposa de Pedro Sánchez, ha quedado señalada por sus relaciones con empresas que recibieron contratos y subvenciones públicas mientras ella firmaba cartas de recomendación o participaba en cátedras universitarias vinculadas a esos intereses. Hoy está bajo investigación judicial por posibles delitos de tráfico de influencias. Que la mujer del presidente de un Gobierno firme documentos de apoyo a empresas que luego se llevan adjudicaciones públicas no es casualidad, es corrupción en su forma más obscena.

El hermano: David Sánchez

El hermano de Pedro Sánchez, David, fue contratado por la Diputación de Badajoz —controlada por el PSOE— en condiciones muy ventajosas. Mientras percibía un salario público, residía en Portugal y apenas aparecía en su puesto. Un ejemplo de enchufismo descarado, de utilización de las instituciones para beneficio familiar.

El Fiscal General: un escudo político

El nombramiento de Álvaro García Ortiz como Fiscal General del Estado confirmó la estrategia de Sánchez: colonizar las instituciones. Acusado de parcialidad, ha sido señalado por intentar frenar investigaciones incómodas para el Gobierno y por actuar como auténtico escudo judicial del presidente. En lugar de independencia, sumisión. En lugar de defender la legalidad, protección política.

El caso Koldo

El episodio más sangrante de esta etapa es el llamado “caso Koldo”, una trama de comisiones ilegales en la compra de mascarillas durante los momentos más dramáticos de la pandemia. Mientras los españoles morían en soledad y se multiplicaba el dolor en hospitales y residencias, dirigentes vinculados al PSOE se enriquecían con mordidas millonarias en contratos de emergencia. Nada retrata mejor la degradación moral de un sistema que utilizar la desgracia de un país entero para lucrarse.

El caso Tito Berni

Otro escándalo estalló en 2023 con el llamado “caso Mediador”, más conocido como el caso Tito Berni, por el sobrenombre del diputado socialista canario implicado en la trama. La investigación destapó un entramado de sobornos, comisiones ilegales, cenas con prostitutas y lujos pagados a cambio de favores políticos y subvenciones. La trama salpicó al grupo parlamentario socialista en el Congreso y golpeó de lleno la credibilidad moral de un Gobierno que se proclamaba feminista y abolicionista.

Santos Cerdán: el hombre de los pactos oscuros

Santos Cerdán, número tres del PSOE y secretario de Organización, ha sido el artífice en la sombra de los acuerdos con Bildu y con Junts, viajes secretos incluidos. Su figura representa la opacidad absoluta: reuniones fuera de la Moncloa, negociaciones en hoteles y pactos sellados con partidos que quieren destruir España. Cerdán simboliza la cara oculta del poder: un negociador sin escrúpulos, dispuesto a entregar lo que sea a cambio de votos para mantener a Sánchez en la Moncloa.

José Luis Ábalos: del “ministro fiel” al escándalo

El que fuera ministro de Fomento y mano derecha de Sánchez, José Luis Ábalos, acabó salpicado de lleno en la trama de corrupción del “caso Koldo”: mordidas millonarias en la compra de mascarillas durante la pandemia. Su caída fue tan abrupta como reveladora: mostró que incluso el círculo más cercano a Sánchez estaba dispuesto a lucrarse en plena tragedia nacional. Ábalos representa la descomposición moral de un Gobierno que se enriqueció mientras los españoles enterraban a sus muertos.

La financiación ilegal del PSOE

A lo largo de los años, distintos sumarios judiciales han señalado irregularidades en la financiación del PSOE, desde sus federaciones regionales hasta estructuras nacionales. Sánchez no es ajeno a esta herencia: bajo su mandato, el partido ha sido acusado de utilizar subvenciones públicas, contratos a dedo y chiringuitos ideológicos para sostener su maquinaria política. La financiación ilegal del PSOE no es un recuerdo del pasado: es una realidad camuflada en la red de favores y clientelas que alimenta hoy el sanchismo.

Zapatero: el padrino en la sombra

Un capítulo aparte merece José Luis Rodríguez Zapatero, mentor político y auténtico padrino en la sombra de Sánchez. Zapatero no solo abrió el camino a la división territorial y al debilitamiento de las instituciones, sino que ha seguido activo como conseguidor y mediador internacional.

En Venezuela, ha ejercido de defensor del chavismo, blanqueando a Maduro y manteniendo lazos con un régimen señalado por narcotráfico y violaciones de derechos humanos.

En España, ha operado como puente entre Sánchez y el independentismo catalán, legitimando concesiones que debilitan al Estado.

Su figura se mezcla también con operaciones económicas opacas, desde conferencias pagadas por regímenes autoritarios hasta conexiones empresariales en América Latina.

Zapatero es, en realidad, la cara más radical del socialismo español: el ideólogo que inspiró las cesiones al separatismo, el acercamiento a regímenes autoritarios y el desprecio por las instituciones democráticas. Sánchez, con su dependencia de Zapatero, se convirtió en el heredero de un proyecto que prioriza la supervivencia política a costa de la nación

El rescate de Air Europa

El episodio de Air Europa añadió otro ingrediente a la lista de escándalos. La aerolínea fue rescatada con 475 millones de euros de dinero público, en condiciones muy ventajosas. Lo grave es que al mismo tiempo la compañía mantenía vínculos y relaciones con proyectos en los que participaba Begoña Gómez. La sombra de un conflicto de intereses planeó sobre toda la operación: mientras el Gobierno salvaba a la aerolínea con fondos del Estado, la esposa del presidente aparecía en la órbita de esas mismas operaciones.

El clientelismo como norma

Más allá de estos casos concretos, el sanchismo ha convertido el clientelismo en un sistema de poder.

El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), convertido en un instrumento propagandístico al servicio del PSOE. El Boletín Oficial del Estado, usado como herramienta de trueque político para contentar a socios separatistas y radicales. El reparto de subvenciones, contratos y cargos como mecanismo de compra de lealtades.

El resultado es un entramado donde lo público se confunde con lo privado, donde el Gobierno se transforma en una red clientelar que reparte favores y exige sumisión. Y en el centro de todo ese sistema está Pedro Sánchez, que no solo lo permite, sino que lo alienta como medio de supervivencia política.

La corrupción no es un accidente en su mandato: es su lógica interna. Y la cercanía de los escándalos a su círculo personal —su esposa, su hermano, su Fiscal General, sus diputados— convierte a Sánchez no solo en un dirigente rodeado de corruptos, sino en un presidente cuya propia familia y partido están implicados en la descomposición moral del Estado.

Este capítulo muestra que la corrupción en torno a Sánchez no es casual ni aislada: es un sistema que involucra a su familia, a su círculo más cercano de ministros, al aparato del PSOE y hasta a su mentor político. Una red de favores, clientelismo y traiciones que convierte la presidencia de Sánchez en un régimen personalista sostenido por la mentira y la corrupción.

 

Capítulo IV – La gran hipocresía de la prostitución

Pocas contradicciones en la política española resultan tan escandalosas como la que envuelve a Pedro Sánchez en torno a la prostitución. En público, el presidente se ha erigido en adalid del feminismo y del abolicionismo, prometiendo “erradicar la explotación sexual” y presentándose como el líder que pondría fin a lo que calificó de “la mayor esclavitud del siglo XXI”. Sin embargo, en privado, su propia familia política construyó parte de su fortuna en negocios vinculados a la prostitución, en locales de dudosa reputación que operaron durante décadas en la sombra de la moral pública.

El suegro de Sánchez amasó riqueza gestionando establecimientos que figuraban en los registros como saunas, clubes de alterne y pisos de citas. Estos locales —algunos con alquileres formalmente camuflados como “centros de relax” o “salas de masaje”— eran en realidad prostíbulos encubiertos, donde se movían ingentes cantidades de dinero en efectivo, sin control fiscal ni transparencia alguna.

Entre los nombres más repetidos en las investigaciones periodísticas aparecen saunas y clubes en Madrid y provincias limítrofes que sirvieron como tapadera para actividades de explotación sexual. Los contratos de alquiler se firmaban a través de sociedades interpuestas o testaferros, lo que dificulta trazar la titularidad real, pero el rastro del dinero apunta al entorno familiar directo de Begoña Gómez.

Lejos de ser una figura pasiva, Begoña Gómez tuvo un rol activo en la logística económica de estos negocios. Diversos testimonios señalan que ella misma se encargaba de recoger recaudaciones en metálico y de trasladar sobres con efectivo destinados a pagar a proveedores, empleados y, en ocasiones, a funcionarios complacientes que garantizaban la impunidad de los locales.

El dinero circulaba en efectivo, en bolsas y sobres, sin dejar huella bancaria, lo que alimenta la sospecha de que parte de esos beneficios fueron blanqueados posteriormente a través de sociedades pantalla y actividades aparentemente legales.

Las sospechas no se detienen en la prostitución de adultas. Informes de asociaciones y filtraciones judiciales han apuntado a la utilización de menores en algunos de esos locales, un extremo gravísimo que jamás fue aclarado públicamente. Aunque nunca llegó a instruirse un caso penal en firme contra la familia de Sánchez, los indicios y denuncias periodísticas apuntan a una red de explotación más turbia de lo que el discurso oficial quiere admitir.

Mientras todo esto ocurría en el ámbito privado y familiar, Pedro Sánchez se erigía en adalid del abolicionismo, presentándose como el gran feminista de Europa y utilizando la causa de las mujeres como bandera propagandística. En mítines y entrevistas condenaba la prostitución como “incompatible con una sociedad digna”, ocultando al mismo tiempo que su propio entorno había vivido —y se había beneficiado— de esa “indignidad”.

El caso de la prostitución revela la esencia del sanchismo: decir una cosa, hacer la contraria y manipular el relato. El presidente que promete abolir la prostitución es el mismo que, junto a su esposa, se benefició de los negocios familiares levantados sobre la explotación sexual. El presidente que se proclama feminista es el mismo que guardó silencio sobre las recaudaciones en sobres, los alquileres sospechosos de locales de alterne y las sombras de explotación de menores.

Ningún otro episodio retrata mejor la hipocresía moral de Sánchez y de su entorno. No es solo una contradicción política: es una inmoralidad personal y familiar que dinamita cualquier autoridad moral para predicar sobre igualdad, dignidad o justicia social.

 

Capítulo V – El amigo del eje del mal

Pedro Sánchez se presenta a menudo como un líder progresista europeo, un defensor de los derechos humanos y de la democracia. Su discurso, elaborado con frases solemnes y rodeado de gestos teatrales, insiste en situarlo en el bloque de las grandes democracias occidentales. Sin embargo, sus actos, sus alianzas y su política exterior muestran una realidad muy distinta: la de un presidente que ha buscado apoyo, complicidad y hasta legitimidad en los regímenes más oscuros del planeta.

España, bajo su mando, se ha ido alejando de las democracias sólidas y se ha deslizado hacia una red de amistades peligrosas: Venezuela, Irán, China, Rusia y hasta Hamás. Una lista que explica mejor que cualquier discurso hacia dónde ha orientado Sánchez la política internacional española.

En Venezuela, su Gobierno ha mantenido una relación complaciente con el régimen de Nicolás Maduro. Mientras otros países de la Unión Europea reconocían a la oposición democrática y exigían elecciones libres, Sánchez evitaba señalar directamente al dictador venezolano. La diplomacia española se convirtió en un salvavidas para un régimen que sobrevive oprimiendo a su pueblo, encarcelando disidentes y hundiendo en la miseria a millones de ciudadanos.

En Irán, el silencio ha sido clamoroso. Un régimen que encarcela y asesina mujeres por quitarse el velo, que reprime brutalmente cualquier atisbo de libertad y que persigue a homosexuales con penas de cárcel o incluso de muerte, apenas ha recibido una condena clara y sostenida de Sánchez. Resulta llamativo: quien en España se proclama feminista y abanderado de los derechos LGTB, guarda silencio cómplice ante una de las dictaduras más machistas y homófobas del planeta.

En China, Pedro Sánchez ha profundizado la dependencia económica y tecnológica. Sus viajes a Pekín han estado marcados por acuerdos opacos, promesas de inversión y una alineación con un régimen que utiliza la vigilancia masiva y la censura como herramientas cotidianas de control social. En vez de reducir la vulnerabilidad de España, Sánchez ha estrechado lazos con una potencia que amenaza la soberanía tecnológica de Occidente. 

En Rusia, su tibieza fue evidente hasta que la presión internacional lo obligó a rectificar. Antes de la invasión a Ucrania, el discurso español fue ambiguo y condescendiente. Solo cuando la UE y la OTAN elevaron la presión, Sánchez se vio arrastrado a alinearse con sanciones y apoyos militares. Una muestra más de su oportunismo: jamás actúa por convicción, siempre lo hace por supervivencia política.

El caso de Hamás es aún más grave. En lugar de mantener una posición firme contra el terrorismo islamista que utiliza a los civiles como escudos humanos, Sánchez ha blanqueado sistemáticamente a la organización, disfrazándola bajo el paraguas de la “causa palestina”. España, bajo su gobierno, se ha convertido en el país más hostil a Israel dentro de la UE, ignorando que Hamás es un grupo terrorista responsable de masacres contra civiles inocentes. Ese alineamiento con Hamás lo coloca en una de las posiciones más radicales de Europa, alejando a España de sus aliados tradicionales y comprometiendo la imagen internacional del país.

El resultado de esta política exterior es devastador. España ha perdido peso y credibilidad en el escenario internacional. Donde antes era vista como una democracia sólida y fiable, ahora se percibe como un socio errático, alineado con regímenes autoritarios y organizaciones terroristas. Sánchez no ha reforzado la posición de España en el mundo: la ha debilitado, hipotecando su reputación y sus alianzas históricas.

La paradoja es evidente. El presidente que presume de progresismo y de defender los valores democráticos, ha estrechado lazos con los regímenes más represivos y con los enemigos declarados de Occidente. Es, en definitiva, un amigo del eje del mal. Y con él, arrastra a España a un lugar que nunca debió ocupar: el de la complacencia con la tiranía y la complicidad con el terrorismo.


Capítulo VI – La traición a España

Si hay una palabra que resume la herencia de Pedro Sánchez en la política española, esa palabra es traición. Traición a sus promesas, traición a sus votantes, traición a sus aliados naturales y, sobre todo, traición a España.

Cada una de sus decisiones más relevantes ha supuesto ceder soberanía, debilitar las instituciones y anteponer su propia supervivencia política a los intereses de la nación. En Sánchez, el cálculo personal siempre ha estado por encima del bien común.

La primera de las más grandes traiciones cometidas por el Presidente fue la de su palabra. Hizo campaña asegurando que nunca pactaría con Bildu, que jamás gobernaría con Podemos, que no concedería indultos ni amnistía, que traería a Puigdemont ante la justicia. Todas y cada una de esas promesas fueron quebradas. Y no por razones de Estado, sino por un motivo mucho más mezquino: mantenerse en el poder a cualquier precio.

La segunda traición fue a la unidad nacional. Los indultos a los líderes del procés y la amnistía a los fugados no han traído la convivencia que prometía, sino más división. Sánchez legitimó a quienes quisieron destruir España, convirtiéndolos en socios de gobierno. Entregó la dignidad de la justicia española a cambio de unos votos en el Congreso.

La tercera traición fue a la soberanía internacional. El giro unilateral sobre el Sáhara Occidental, pactado a espaldas del Parlamento y del pueblo español, rompió con cuarenta años de consenso y de respeto a la legalidad internacional. Con una simple carta, Sánchez traicionó a un pueblo que lleva décadas confiando en España y dinamitó la relación estratégica con Argelia, vital para nuestra seguridad energética.

La cuarta traición fue a la democracia misma. Al colonizar instituciones como el CIS, la Fiscalía General del Estado, el Tribunal Constitucional o los medios públicos, Sánchez degradó los contrapesos que sostienen cualquier sistema democrático. Transformó organismos que deberían ser independientes en herramientas al servicio de su propaganda y de su control político.

Y la quinta traición: la traición moral. Enarboló el feminismo mientras se beneficiaba del dinero de negocios familiares vinculados a la prostitución. Predicó justicia social mientras subía impuestos a las clases medias y blindaba privilegios para sus socios políticos. Se presentó como un líder europeo, mientras se acercaba a regímenes dictatoriales y hasta blanqueaba a Hamás.

Pedro Sánchez no ha sido solo un presidente polémico o errático. Ha sido un presidente que, en cada encrucijada, eligió el camino de la traición: a la verdad, a la justicia, a la unidad y a la dignidad de España.

Su nombre quedará ligado no a reformas valientes ni a grandes proyectos de país, sino a la deshonra de haber convertido la Presidencia del Gobierno en un ejercicio permanente de engaño, claudicación y oportunismo. Y cuando la historia lo juzgue, lo hará como lo que realmente fue: un corrupto, un traidor, un autócrata y un opresor.

 

Epílogo – El legado oscuro de Pedro Sánchez

Los años de Pedro Sánchez en la presidencia pasarán a la historia como una de las etapas más convulsas, contradictorias y corrosivas de la democracia española. No serán recordados por grandes avances sociales, ni por un fortalecimiento de las instituciones, ni por un prestigio internacional renovado. Muy al contrario: quedarán grabados como los años de la mentira erigida en método, de la corrupción institucionalizada, de la hipocresía moral y de la traición a la nación.

Su figura se ha presentado a menudo envuelta en un relato de modernidad, progresismo y europeísmo. Pero tras la retórica, la realidad ha mostrado a un dirigente sin palabra, dispuesto a renegar de cada una de sus promesas con tal de prolongar su mandato. Un político que confundió gobernar con resistir, y resistir con manipular.

En el camino dejó un país dividido, exhausto, desconfiado. La fractura territorial se profundizó, la economía se resintió bajo la presión fiscal y la inflación, la independencia de los órganos del Estado se vio minada, y la reputación internacional de España quedó dañada al acercarse a regímenes autoritarios y al blanquear organizaciones terroristas.

La imagen de Sánchez quedará, en definitiva, marcada por la contradicción. Un presidente que predicó feminismo mientras su familia se benefició de negocios ligados a la prostitución. Que habló de regeneración democrática mientras colonizaba las instituciones. Que prometió unidad y convivencia mientras entregaba privilegios a quienes quisieron romper España.

Y sobre todo, un presidente que convirtió la mentira en un hábito, la traición en estrategia y el poder en único horizonte. La historia no lo absolverá. Lo recordará como un corrupto, un traidor, un autócrata y un opresor.

El pueblo español, cansado de mentiras y engaños, espera que algún día pueda ser juzgado y condenado por sus actos. Quizá la justicia terrenal llegue tarde o nunca; pero lo que sí es seguro es que Pedro Sánchez será juzgado por dos instancias ineludibles: por Dios y por la Historia.

Ese es el verdadero legado de Pedro Sánchez: no el de un estadista, sino el de un gobernante que confundió su destino personal con el de un país entero, arrastrando a España a una etapa oscura de degradación institucional y moral. Un legado que tardará generaciones en ser reparado.

 

 



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