Los votantes de derechas deberían tener mucho cuidado cuando llegue el momento de votar. Ni el Partido Popular es ya de derechas ni tampoco tiene nada que ver con VOX, por más que algunos de sus líderes, para engañosamente captar votos de adeptos al partido liderado por Abascal, intenten dar esa impresión en los medios o en sus discursos.
Un total antagonismo, ya que el PP lleva años intentando silenciar o distanciarse de todo lo que evoque patriotismo firme o defensa de la soberanía nacional. Prefiere mantener buenas relaciones con Bruselas y con los círculos globalistas que dictan las líneas políticas de la Unión Europea. Su estrategia consiste en aparentar oposición al Gobierno socialista, pero sin romper nunca con las políticas y las ideas que impone la Agenda 2030.
Solo dos figuras dentro del partido —Isabel Díaz Ayuso y Cayetana Álvarez de Toledo— se han atrevido, en ocasiones, a pronunciar discursos que parecen sonar más cercanos a las ideas de VOX: la defensa de España, la libertad individual y el rechazo al intervencionismo del Estado. Sin embargo, esto queda casi siempre en el terreno de las palabras.
Diversos medios han señalado que el tono de Ayuso y Cayetana puede recordar en parte a Vox en ciertos temas —como el rechazo al intervencionismo, la crítica al exceso de burocracia o la defensa de valores nacionales—, pero también que sus políticas reales y la línea general del PP siguen plenamente dentro de los marcos de Bruselas y de la Agenda 2030. De hecho, Ayuso ha marcado públicamente sus diferencias con Vox en cuestiones como la inmigración o la política social, dejando claro que el PP sigue alineado con las directrices europeas y el pensamiento globalista dominante.
El PP, lejos de romper con la agenda globalista, se ha convertido en su garante dentro del espacio del centro-derecha. Hablan de libertad, pero aplican las políticas dictadas por los organismos internacionales. Se llenan la boca de soberanía, pero aceptan sin discusión los dogmas de la Agenda 2030, con sus mismos resultados: más impuestos, más control, más ideología y menos defensa real de los españoles.
En el fondo, el Partido Popular actúa como el segundo brazo del mismo sistema. Mantiene la apariencia de oposición, pero juega en el mismo tablero ideológico que la izquierda. Cambian los rostros y los discursos, pero el rumbo sigue siendo idéntico: el mismo tren, solo que con maquinistas distintos, amparando el multiculturalismo, la inmigración descontrolada, la ideología de género, la burocracia creciente y una rendición constante ante las élites globales.
Por eso, los votantes deben abrir los ojos. La supuesta “alternativa” del Partido Popular no es tal: es simplemente una versión más suave, más calculada y más mediática del mismo proyecto socialista que lleva décadas asfixiando a España.
Felipe Pinto
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