El cinismo sin fronteras del Partido Popular. Después de criminalizarlo, ahora plagian a VOX. Se creen que la gente es cortita...
El Partido Popular ha vuelto a descubrir la inmigración. Feijóo, en un arranque de teatralidad política, presentó su famoso decálogo para frenar la “inmigración ilegal”. Diez puntos grandilocuentes que, a primera vista, parecen un programa serio, pero que en realidad son la muestra más pura del cinismo estructural que lleva décadas habitando en Génova. No hay convicción, ni coherencia, ni un mínimo de honestidad política: solo un cálculo frío, una impostura permanente y la obsesión enfermiza de parecer duros sin dejar su característica "mieditis" de dejar de ser cómodos para los medios progresistas.
Resulta grotesco escuchar al PP hablar hoy de “tolerancia cero” con la inmigración irregular, cuando fueron ellos mismos quienes durante años practicaron la política del disimulo y la puerta giratoria. Gobernaron España, gobernaron comunidades y ayuntamientos, y en todos ellos promovieron empadronamientos masivos, subvenciones a ONG amigas y regularizaciones encubiertas. Hoy reniegan de todo aquello, fingen firmeza y se visten de patriotas, pero la hemeroteca los desnuda: ayer aprobaban, hoy condenan; ayer aplaudían, hoy demonizan.
Ese es el ADN del Partido Popular: decir una cosa y hacer la contraria, según sople el viento electoral. Cuando gobernaba Zapatero, acusaban al PSOE de usar la inmigración con fines ideológicos. Pero luego llegó Rajoy, y las cifras de entrada ilegal siguieron creciendo sin freno. Hoy Feijóo promete orden y rigor, pero se olvida de que su partido apoyó hace apenas unos meses la tramitación de una iniciativa para regularizar a medio millón de inmigrantes. ¿Qué ha cambiado desde entonces? Nada, salvo las encuestas. El PP no reacciona a los problemas, reacciona a las encuestas, y su ideología es el oportunismo.
El nuevo decálogo de Feijóo es una mezcla de plagio y cobardía. Plagio, porque seis de sus propuestas están copiadas palabra por palabra del programa de Vox de 2023: control de fronteras, expulsiones inmediatas, revocación de permisos, ayudas condicionadas, y prioridad para la inmigración “culturalmente cercana”. Y cobardía, porque el PP no tiene el valor de reconocer que, en el fondo, piensa igual que Vox, pero no se atreve a decirlo con claridad por miedo a perder la sonrisa de Bruselas. Por eso suaviza su discurso con frases huecas como “inmigración legal y humana”, “política de mérito” o “integración por valores”, envolviendo su propio endurecimiento en un falso perfume de moderación.
Pero la realidad es que el PP no busca soluciones, busca titulares. Sabe que el tema migratorio es sensible, que la gente está harta de ver cómo las mafias campan a sus anchas, cómo los delincuentes reincidentes son puestos en libertad y cómo se confunden los derechos humanos con el abuso del sistema. Y ahí entra el PP, no para arreglarlo, sino para robarle el discurso a la derecha real. Fingen firmeza, pero no proponen nada nuevo. Hablan de “autoridad única”, cuando ya existe un Ministerio del Interior; hablan de “más controles”, cuando no dotaron de medios ni a la Policía ni a la Guardia Civil; hablan de “ordenar la inmigración”, pero cuando gobernaban no ordenaron ni su propia casa.
El cinismo llega al extremo cuando Feijóo habla de “inmigración culturalmente cercana”. ¿Qué significa eso? ¿Que solo darían la bienvenida a los inmigrantes que piensen como ellos? ¿Que la nacionalidad la van a medir por el origen o por la fe? Si eso lo dijera Vox, los mismos que hoy lo aplauden en el PP gritarían escandalizados en las tertulias. Pero cuando lo dice Feijóo, entonces lo llaman “política sensata”. Ese es el doble rasero del nuevo centro izquierda cobarde: copiar el discurso de los valientes y venderlo como propio, sin asumir ni una sola consecuencia.
El PP ha hecho de la incoherencia su religión y del cinismo su bandera. Critican el “efecto llamada” del Gobierno, pero son ellos quienes mantienen la misma legislación que lo permite. Denuncian la pasividad de Sánchez, pero cuando tuvieron el poder firmaron los mismos acuerdos con Marruecos y Argelia, pactaron cuotas con Bruselas y callaron ante las imposiciones migratorias de la Unión Europea. En resumen: ahora ladran contra lo que antes firmaban. Y lo hacen con la misma solemnidad con la que prometieron bajar impuestos, reducir los casos legales de aborto, defender la unidad de España o reformar la justicia. Prometieron todo, incumplieron todo, y todavía se sorprenden de que ya nadie les crea.
El nuevo discurso migratorio del PP no es una política, es una pose. No nace del amor a España ni del respeto a la ley, sino del miedo: miedo a perder votos frente a Vox, miedo a las críticas de la izquierda, miedo a quedarse sin papel en la escena política. Por eso se mueven como funambulistas sobre una cuerda floja, intentando contentar a todos y sin convencer a nadie. Y esa cobardía, disfrazada de moderación, es uno de los peores enemigos de nuestra nación.
Feijóo podrá presentar mil decálogos más, mil discursos y mil planes. Pero todos tendrán el mismo olor a impostura. Porque un partido que hoy reniega de lo que ayer aprobó, que copia al que desprecia y que pacta con el que dice combatir, no tiene autoridad moral ni para hablar de inmigración ni para hablar de España. Su patriotismo es de plató, su firmeza es de guion, y su único interés es conservar el sillón.
En el fondo, el PP no defiende fronteras: defiende su espacio electoral. No protege a los españoles: protege su supervivencia política. Y mientras se llena la boca hablando de orden y legalidad, sigue siendo lo mismo de siempre: el partido del cinismo sin fronteras.
Por eso, aquellos que quieran que se ponga fin a este caos migratorio, derivado, en guetos y delincuencia, deben saber que sólo VOX, es el único medio de poder llevar esta tarea a cabo.
Felipe Pinto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario