"Lo importante no son los años de vida sino la vida de los años".

"Que no os confundan políticos, banqueros, terroristas y homicidas; el bien es mayoría pero no se nota porque es silencioso.
Una bomba hace más ruido que una caricia, pero por cada bomba que destruye hay millones de caricias que alimentan la vida".

Al mejor padre del Mundo

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viernes, 10 de octubre de 2025

LA NEGACIÓN DEL PROPIO SER

 
La izquierda española debería reflexionar antes de elevar a dogma su cruzada abortista. Porque, si se detiene a pensarlo un instante, muchos de los que hoy militan, votan y se manifiestan contra la vida no habrían llegado jamás a nacer si las leyes que ellos defienden hubiesen existido en tiempos de sus padres. Además, este sentimiento favorable al aborto —con el que quizá me equivoque, pero estoy convencido que es así— no surge de la nada: se transmite de generación en generación dentro de las propias familias. La educación recibida, la mentalidad heredada de sus mayores, y la de esos mayores de los anteriores, ha ido calando hasta convertir a buena parte de la juventud de izquierdas en portadora automática de ese mismo pensamiento.

Franco, al que tanto demonizan, jamás permitió la legalización del aborto. Y ese hecho, guste o no, garantizó que varias generaciones enteras pudieran nacer. Entre ellas, buena parte de quienes hoy se sientan en los escaños de la izquierda, de quienes dan lecciones de moral en las tribunas o de quienes llenan pancartas en las calles.

La contradicción es evidente: odian al régimen que, en el fondo, les permitió existir. Si en los años 40, 50 o 60 se hubiera aplicado la política abortista que ahora promueven, ¿cuántos de ellos habrían sido eliminados antes de ver la luz? ¿Cuántos líderes, periodistas o activistas de la izquierda actual habrían quedado reducidos a una estadística más?

La derecha, con todos sus defectos, siempre ha estado anclada en el cristianismo, y el cristianismo nunca ha dudado en defender el valor sagrado de la vida. Por eso jamás pudo aceptar el aborto: porque la vida no es un simple dato biológico, sino un don que trasciende lo material.

La izquierda, en cambio, en gran medida atea y descreída, no reconoce esos principios. Al no creer en Dios ni en la trascendencia, tampoco conciben la vida como algo inviolable. De ahí que el aborto les parezca un derecho y no una tragedia.

Resulta grotesco, por tanto, que quienes deben su propia vida a una legislación inspirada en valores cristianos la repudien hoy y enarbolen banderas que niegan ese mismo derecho a los más indefensos.
Es una incoherencia absoluta: haber nacido gracias a una sociedad
que defendió sus vidas y dedicar,
hoy, sus propias existencias para promover su destrucción.

Pero la contradicción no se limita a la izquierda; alcanza también a quienes se presentan como su alternativa.

Pero no basta con criticar la incoherencia de la izquierda, ésta alcanza también a quienes quieren presentarse como su alternativa y así podemos ver ahora al PP, presunto “partido de derechas”, que también incurre en traiciones morales.

Porque a esa incongruencia se suma la acostumbrada hipocresía del Partido Popular. Isabel Díaz Ayuso, aun mostrándose partidaria del aborto, se ha resistido a entregar listas con nombres de los médicos objetores, defendiendo al menos un mínimo respeto a la libertad de conciencia. Pero, ante ello, su propio presidente nacional, Alberto Núñez Feijóo, la ha contradicho públicamente, asegurando que el PP cumplirá la ley “a rajatabla”, incluso en lo que supone señalar a profesionales que se niegan a participar en la eliminación de vidas humanas.

Este es otro episodio que destapa la gran mentira del Partido Popular: presentarse como alternativa a la izquierda cuando en realidad asume sus dogmas. Si, como hemos visto, el aborto es un pilar esencial de la izquierda, ¿qué diferencia queda con un PP que lo acepta sin reservas? La respuesta es clara: ninguna.

El Partido Popular, en la práctica, ya no es un partido de derechas. Sus gestos, su lenguaje y sus decisiones lo sitúan en la órbita de la socialdemocracia, convertido en una fuerza de centroizquierda que ha renunciado a principios esenciales. Quien lo apoye pensando que es un dique frente a la izquierda descubrirá demasiado tarde que, en cuestiones fundamentales, no ofrece más que un cínico espejismo.

No es solo un debate sobre políticas: es un juicio sobre la poca racionalidad y la escasísima dignidad de quienes ostentan el poder.

Ni la izquierda ni sus tapados delfines pueden evadir la consecuencia más básica: si defienden la muerte, están traicionando su propia existencia.

Felipe Pinto.

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