"Lo importante no son los años de vida sino la vida de los años".

"Que no os confundan políticos, banqueros, terroristas y homicidas; el bien es mayoría pero no se nota porque es silencioso.
Una bomba hace más ruido que una caricia, pero por cada bomba que destruye hay millones de caricias que alimentan la vida".

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jueves, 30 de octubre de 2025

PEDRO SÁNCHEZ: AHOGADO POR LA VERDAD

El Senado desenmascara a un presidente que ha hecho de la mentira, la evasiva y la contradicción su modo de gobierno corrupto.

La comparecencia de Pedro Sánchez en el Senado, dentro de la comisión de investigación del caso Koldo, ha sido algo más que un trámite parlamentario: ha sido un acto de revelación política. Por primera vez ante una cámara de control, el presidente del Gobierno no ha podido esconderse tras los aplausos de los suyos ni detrás de su maquinaria propagandística. Frente a las preguntas de los senadores, el mandatario socialista mostró su verdadera naturaleza: la del político que confunde el poder con la impunidad, la mentira con la estrategia y el silencio con la superioridad moral.

Durante casi cinco horas, el jefe del Ejecutivo convirtió el Senado en un circo de evasivas. Respondió con sarcasmo, ironías y rodeos a cada pregunta que exigía concreción. Cuando la senadora de UPN le pidió que contestara con un “sí” o un “no” sobre si había recibido dinero o regalos, Sánchez se negó: “No voy a entrar en ese formato, esto no es un interrogatorio judicial”, dijo, mientras en la sala se extendía el murmullo de indignación, lógico, porque en política, quien teme responder, algo oculta.

Se ha permitido el lujo de negar de forma tajante tener “absolutamente ninguna relación” con Víctor de Aldama, el empresario investigado por cobrar comisiones millonarias de contratos públicos vinculados al Ministerio de Transportes. Sin embargo, existen fotografías, mensajes y coincidencias documentadas que prueban que ambos compartieron actos y contactos en el entorno del PSOE. Decir “absolutamente ninguna relación” ante esos hechos es una mentira fría y calculada, pronunciada con la seguridad del que confía en el blindaje de los suyos.

Tampoco ha reconocido conocimiento alguno de la trama de mascarillas ni de las empresas beneficiadas por su gobierno, limitándose a decir: “No me consta”. Una expresión que, repetida una y otra vez, se ha convertido en el emblema de la jornada. No le consta, ha dicho, que su propio ministro Ábalos favoreciera a empresarios cercanos. No le consta que hubiera tráfico de influencias. No le consta nada, como si gobernar España fuese una tarea delegable en la niebla.

Cuando se le preguntó si su esposa, Begoña Gómez, había influido directa o indirectamente en el rescate de Air Europa, Sánchez lo ha negado en bloque, asegurando que “ella no tuvo nada que ver”. Pero evitó aportar los informes completos de la Guardia Civil o de la Oficina de Conflictos de Intereses dependiente de él, que, según su opinión, la exculpan. Una vez más, la opacidad ha sustituido a la transparencia.

El momento más tenso de la sesión llegó cuando un senador le preguntó directamente por su hermano, David Sánchez, funcionario en la Diputación de Badajoz, y por las presuntas irregularidades detectadas en su contratación y desplazamientos pagados con fondos públicos. La reacción del presidente fue de irritación inmediata. Se revolvió en su asiento, subió el tono y, visiblemente incómodo, espetó que esa cuestión “no formaba parte del orden del día”.

Una respuesta tan abrupta como reveladora: quien calla, otorga; y quien se enfurece, teme. Si nada hubiera que ocultar, habría bastado con una aclaración serena. En cambio, Sánchez optó por la huida verbal, demostrando que la transparencia termina justo donde empieza su entorno familiar. Su mal talante fue tal que el presidente de la comisión tuvo que pedir calma en varias ocasiones ante la tensión generada.

Aquel instante selló la impresión general: el jefe del Ejecutivo teme más las preguntas que las pruebas, y su nerviosismo ante el tema familiar delató que la red de sospechas no se limita al caso Koldo, sino que se extiende hasta los círculos más íntimos del poder socialista.

Y la gran confesión, disfrazada de defensa: “En Ferraz no existe circuito de dinero negro; en la calle Génova sí, en Ferraz no”. Con esa frase, el presidente pretendía marcar distancia con el Partido Popular, pero terminó admitiendo implícitamente que el PSOE sí maneja fondos en efectivo, algo que más tarde reconoció al afirmar que “en ocasiones” se liquidan gastos del partido “en efectivo, pero siempre contra factura”. Una contradicción en toda regla: negar el dinero negro y, al mismo tiempo, admitir pagos en efectivo que, en la práctica, escapan al control público, porque, ¿de dónde ha salido todo ese efectivo?

Esa contradicción resume la esencia de su gobierno: negar lo evidente mientras se normaliza lo inaceptable.

Pedro Sánchez no fue al Senado a rendir cuentas; fue a interpretar su propio papel de víctima. Desacreditó la comisión llamándola “circo”, acusó a los senadores de la oposición de “instrumentalizar las instituciones” y llegó a ridiculizar el formato de las preguntas. Su objetivo no era aclarar nada, sino deslegitimar a quienes le exigen explicaciones. En lugar de respeto al Parlamento, ofreció soberbia. En lugar de humildad, arrogancia. En lugar de verdad, propaganda.

Llegados a este punto, las mentiras y contradicciones se acumulan:

- Niega relación con Aldama, pero hay pruebas fotográficas y testimoniales.

- Afirma “nunca me han intentado sobornar”, pero reconoce pagos en efectivo en su partido.

- Dice “corrupción cero no existe”, pero presume de aplicar “tolerancia cero”.

- Asegura no conocer los detalles del caso Koldo, pese a que el principal implicado era su ministro más próximo.

- Niega cualquier irregularidad en el entorno de su esposa, pero rehúsa entregar los informes completos que lo demostrarían.

- Y se indigna cuando se menciona a su hermano, como si la familia del presidente estuviera por encima del control democrático.

Todo ese entramado de evasivas, silencios selectivos y medias verdades revela la radiografía de un presidente que ha hecho de la mentira no solo un instrumento político su estado cotidiano. No se trata ya de sospechas: se trata de un patrón de conducta repetido hasta el cansancio. La corrupción en el caso Koldo no es solo económica; es moral y sistémica, porque nace de un modo de gobernar donde la ética se sustituye por el cálculo y la verdad por la manipulación.

Hoy, tras su paso por el Senado, Pedro Sánchez ha perdido la última máscara. Ni la retórica de la “tolerancia cero”, ni las apelaciones a la “persecución de la derecha o de la extrema derecha”, ni el victimismo institucional pueden ocultar lo obvio: su gobierno está podrido desde los cimientos. Y él, como máximo responsable, ya no puede fingir desconocimiento sino confesar su liderazgo en culpabilidad. 

En cualquier democracia madura, un presidente que miente al Senado y al Parlamento y se niega a dar explicaciones sobre posibles casos de corrupción dimitiría de inmediato. Pero en la España de hoy, a la que nos ha llevado este repugnante narciso, la mentira se ha convertido en política de Estado.

Por eso, solo le queda un camino digno: presentar su dimisión y ponerse a disposición de la justicia. Si no lo hace, será la historia —esa que no se borra ni con propaganda ni con titulares comprados— la que lo juzgue como lo que es: el presidente que convirtió la mentira en sistema, la corrupción en método de poder e intentó convertir la democracia en una verdadera autocracia a su antojo.

Y cuando ese juicio moral se escriba, dejando atrás una terrorífica pesadilla, quedará una verdad irrefutable: Pedro Sánchez cayó ahogado por la verdad.

Felipe Pinto 

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