"Lo importante no son los años de vida sino la vida de los años".

"Que no os confundan políticos, banqueros, terroristas y homicidas; el bien es mayoría pero no se nota porque es silencioso.
Una bomba hace más ruido que una caricia, pero por cada bomba que destruye hay millones de caricias que alimentan la vida".

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viernes, 31 de octubre de 2025

LA ETERNA DERECHA COBARDE


De Lerroux y Gil-Robles al Partido Popular: la eterna derecha cobarde

La historia política de España está marcada por una constante que se repite con precisión trágica, la de una derecha que cuando alcanza el poder o tiene la oportunidad de ejercerlo con firmeza acaba retrocediendo, buscando la aprobación de quienes la odian, temiendo ser señalada y renunciando a los valores que dice defender. Esa cobardía política, que ya se manifestó durante la Segunda República con Alejandro Lerroux y José María Gil-Robles, sigue hoy viva en el Partido Popular, que ha pasado de ser un partido de raíz conservadora a convertirse en una fuerza socialdemócrata domesticada por la izquierda, incapaz de levantar la voz ni de defender lo esencial.

Durante la Segunda República, Alejandro Lerroux y su Partido Republicano Radical simbolizaron ese falso centrismo que pretendía contentar a todos y terminó destruyéndose a sí mismo, un partido que llegó al poder en 1933 con el apoyo de quienes buscaban orden, autoridad y respeto a la ley, pero que, una vez en el Gobierno, prefirió contemporizar con la izquierda antes que enfrentarse a ella. José María Gil-Robles y su CEDA, por su parte, encarnaron la derecha católica, legalista y parlamentaria que ganó las elecciones, pero rehusó asumir el poder real por miedo a que los mismos que la insultaban la tildaran de reaccionaria. Esa indecisión fue letal, porque mientras la derecha debatía sobre principios, la izquierda actuaba sin escrúpulos, preparando la insurrección de octubre de 1934 y el asalto definitivo a la República.

Los partidos de derechas de antes de la guerra, con su cobardía y su falta de determinación, permitieron que la izquierda campase a sus anchas por las calles de España, que los grupos revolucionarios dieran los tristemente célebres “paseíllos” a ciudadanos inocentes, que proliferaran las checas donde se torturaba y asesinaba impunemente a miles de personas por el simple hecho de pensar distinto, de ir a misa o de haber servido al Estado. Mientras tanto, la derecha seguía temiendo ser acusada de autoritaria, seguía confiando ingenuamente en la legalidad y en la moderación, y su pasividad abrió las puertas al caos. Cuando finalmente intentó reaccionar, ya era demasiado tarde, porque el terror y la anarquía habían devorado el país.

Décadas después, esa misma enfermedad de la derecha española sigue viva, ahora encarnada en el Partido Popular. Nacido de Alianza Popular, la formación fundada por Manuel Fraga, el PP tiene su origen en un proyecto político que sí defendía con claridad los valores conservadores, la unidad de España y el orden social. Pero en 1986, Fraga impulsó la Coalición Popular, una alianza con el Partido Liberal de José Antonio Segurado y el Partido Demócrata Popular (PDP) de Óscar Alzaga, de orientación democristiana. Aquella coalición perdió las elecciones frente al PSOE, pero dejó una huella profunda: los miembros del Partido Liberal y del PDP se fueron integrando poco a poco en el nuevo Partido Popular, y con ellos entró una mentalidad política más moderada, europeísta y liberal, que fue desplazando el alma conservadora original del proyecto. Desde entonces, el PP inició una deriva doctrinal que lo llevó primero del conservadurismo al liberalismo, luego a la democracia cristiana y finalmente a una especie de socialdemocracia vergonzante, completamente sometida a los dictados ideológicos del socialismo.

El Partido Popular actual ya no defiende principios, sino estrategias; ya no representa una alternativa al socialismo, sino su continuidad con otro color. Acepta sin reparos la Agenda 2030, las leyes ideológicas de la izquierda, la memoria histórica manipulada, el feminismo institucional, la ideología de género y todos los dogmas del progresismo globalista. Lo que antes eran banderas del adversario se han convertido en su programa electoral. Y todo esto ocurre porque el PP tiene miedo, un miedo atroz al PSOE, a los medios, a las críticas y a perder su cómoda posición en el sistema.

Por eso se le llama con justicia la derechita cobarde, porque cada vez que puede actuar se paraliza, cada vez que puede revertir una injusticia la mantiene, cada vez que puede defender a España calla. Es la derecha que vive acomplejada, que confunde prudencia con rendición, que prefiere parecer sensata antes que ser valiente, que teme más al insulto de la izquierda que a la ruina de su nación.

España lleva casi un siglo sufriendo el mismo mal: el miedo de la derecha a ejercer el poder. De Lerroux y Gil-Robles a los actuales dirigentes del Partido Popular, se extiende una línea continua de debilidad y de claudicación. Ayer su cobardía permitió los paseíllos y las checas; hoy permite la demolición moral, cultural y política de España bajo el disfraz de la corrección política. Cambian los tiempos, pero no los errores: la izquierda domina porque la derecha teme.

Por eso, hoy, solo queda VOX.

Felipe Pinto 

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