El mundo entero está siendo testigo de una de las mayores hipocresías de nuestro tiempo: terroristas que convierten a su propio pueblo en escudos humanos son presentados como víctimas, mientras quienes se defienden son acusados de verdugos. Hamás dispara sus cohetes desde escuelas, hospitales y barrios enteros, utiliza a mujeres y niños como parapetos, y esconde sus arsenales bajo tierra a costa de la vida de miles de inocentes. No es un error ni una consecuencia colateral: es su estrategia deliberada, su manera de manipular a la opinión pública internacional.
Mientras Hamás sacrifica a los suyos para ganar titulares y fotos lacrimógenas que circulan por las televisiones y redes sociales, Israel destina todos sus recursos a proteger a su población con refugios, alarmas y tecnología defensiva. La diferencia moral es abismal: unos convierten a los civiles en carne de cañón; los otros intentan que los suyos sobrevivan al terrorismo.
Sin embargo, la izquierda internacional —y la española en particular— prefiere culpar a Israel y callar ante los crímenes de Hamás. Es el mismo cinismo que vemos en nuestro propio país: Pedro Sánchez, Yolanda Díaz y sus socios comunistas se alinean con los enemigos de Occidente, ondean banderas palestinas mientras ignoran que en esos mismos territorios se persigue a mujeres, se encarcela a disidentes y se asesina a homosexuales. Esa es la incoherencia criminal del progresismo: defender a verdugos disfrazados de víctimas, mientras atacan a quienes ejercen su derecho a defenderse.
Hay que decirlo alto y claro: no se puede estar al lado de los terroristas y, al mismo tiempo, pretender hablar de derechos humanos. No se puede blanquear a Hamás y a sus cómplices sin convertirse en cómplices también de sus crímenes. La izquierda española, con su silencio cobarde y su doble moral, es responsable de difundir esa mentira que cuesta vidas.
La estrategia del terror no es solo la de los misiles, sino la de las conciencias manipuladas. Cada vez que un progresista europeo o español ondea la bandera palestina, está aplaudiendo la utilización de niños como escudos humanos. Cada vez que un gobierno socialista condena a Israel, está tapando los crímenes de quienes asesinan, torturan y convierten a inocentes en armas propagandísticas.
Frente a esa mentira global, solo cabe decir la verdad: Hamás no defiende al pueblo palestino, lo sacrifica. Y quienes blanquean a Hamás en España, desde Moncloa y desde sus terminales mediáticas, son cómplices necesarios de esa barbarie. Y hay que denunciarlo sin medias tintas: o estás con las víctimas inocentes, o estás con los terroristas. No hay término medio.
Felipe Pinto
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