¿A qué esperamos para reaccionar frente a la gran mentira que la izquierda intenta imponer como verdad?
Nos repiten constantemente que existe una supuesta “violencia de la ultraderecha”, cuando en realidad son ellos los únicos que actúan con violencia cada vez que alguien osa discrepar de su pensamiento único o se ven amenazados por su pérdida de peso en las instituciones y en el corazón de la población.
Solo hay que ver los hechos: los ataques a periodistas, las agresiones a personas en universidades —como ocurrió recientemente en la Universidad de Navarra, donde un periodista de El Español fue brutalmente agredido, pateado en la cara y golpeado hasta el punto de tener que ser trasladado al hospital—, los enfrentamientos con las fuerzas del orden público y los disturbios en cada manifestación que convocan.
En cambio, las concentraciones organizadas por la derecha, ya sean del Partido Popular o de Vox, se desarrollan en calma, con banderas, familias y civismo. Ni hay contenedores ardiendo ni policías heridos y cuando aparece algún conato de violencia, está comprobado que es causado por sujetos infiltrados que solo buscan perjudicar la imagen de los manifestantes.
Un ejemplo reciente lo tuvimos en la población madrileña de Torrelodones. Días atrás, Izquierda Unida y Más Madrid intentaron boicotear la presentación del libro del escritor e historiador Fernando Paz, alegando que se trataba de una apología del franquismo. Nada más lejos de la realidad. El libro aborda la historia de España en su conjunto: desde las distintas culturas que han poblado nuestra nación hasta el descubrimiento y evangelización de América. Solo uno de sus capítulos trata del siglo XX, donde se mencionan la Segunda República, el franquismo y la transición a la democracia.
Lo que debía ser un acto cultural y tranquilo se convirtió en un auténtico escrache. Los grupos convocantes intentaron atemorizar a los asistentes, increpándolos, insultándolos y esperándolos a la salida con amenazas. Y lo más curioso de todo fue el grito que repetían sin cesar: “¡Fuera fascistas de nuestro pueblo!”. Una consigna tan absurda como falsa, porque de los sesenta activistas que allí se congregaron, apenas dos o tres eran realmente vecinos de Torrelodones.
Entonces, ¿de qué “pueblo” hablaban? ¿Cómo iban a echar a nadie de un pueblo que ni siquiera es el suyo? La escena fue tan grotesca como reveladora: importaron el odio desde fuera para sembrar división donde no la había.
La presentación del libro se celebró muy a pesar de la alcaldesa de la localidad, que trató por todos los medios que se suspendiera. No debe saber que los concejales de VOX, no cedemos jamás ante cualquier chantaje de la izquierda y así, junto al ponente, mantuvimos, con decisión y sin complejos, nuestra convocatoria siendo arropados, además de por todos los asistentes al acto, por la irrupción, por sorpresa, de jóvenes estudiantes de la localidad que, pacíficamente, nos mostraron su apoyo a los convocantes.
Cada vez se nota más que la juventud española ha perdido el miedo, los complejos y las consignas vacías. Sabe lo que quiere: un futuro mejor, con libertad, con oportunidades y con orgullo de ser español. Por eso muchos jóvenes miran hoy a VOX.
En lo que se refiere a los sinrazón, lo paradójico es que ellos, que se escandalizan por un libro de historia no tienen problema alguno en presentar —y aplaudir— publicaciones dedicadas a Stalin, Marx, La Pasionaria o Santiago Carrillo, figuras responsables o defensoras de regímenes y movimientos que causaron millones de muertes.
Conviene recordar que el comunismo ha sido declarado la doctrina más asesina de la historia de la humanidad, con más víctimas que el nazismo y el fascismo juntos.
La incoherencia es total. En nombre del progresismo, la izquierda solo tolera aquello que encaja en su dogma. Censura lo que le incomoda, persigue las voces disidentes y manipula el relato histórico para presentarse como adalid de la democracia. Pero los españoles ya no somos ciegos. Sabemos quiénes destruyen, insultan y golpean, y quiénes defienden la verdad con argumentos y respeto.
Ha llegado el momento de reaccionar, de dejar de callar ante la mentira organizada y la cobardía institucional que permite que la intolerancia de unos pocos se imponga sobre la libertad de todos. El socialismo y que decir del comunismo, nunca ha sido demócrata: utiliza la democracia solo como medio para alcanzar el poder, pero una vez en él, su único objetivo es imponer una dictadura ideológica. Siempre ha sido así, y siempre lo será.
Felipe Pinto




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